Acupuntura para un museo y esculturas neumáticas gigantes
El CA2M no solo es el museo de arte contemporáneo de la Comunidad de Madrid, inaugurado en el periférico Móstoles en 2008, sino que tiene la particularidad de desarrollar formas de hacer no muy comunes en otros lugares del país. En lo expositivo se han realizado muestras de todo tipo, desde Jeremy Deller o Aernout Mik hasta colectivas como las de Sonic Youth, Punk! o Pop Politics.
En lo que suele conocerse como 'actividades', estas se han extendido desde cine aumentado, a unas Pic Nic Sessions con músicas y acciones de lo más interesantes, además de talleres, seminarios y una labor de mediación, sobre todo con la chavalería, que merece la pena ser imitada. Se ha intentado un trabajo continuo sobre la colección, hace poco con la nada despreciable de Amigos de Arco, y se ha logrado trabajar en un espacio que parecía diseñado de forma algo apresurada, por ser suaves. Todo lo cual responde en buena medida a un tipo de funcionamiento interno participativo, a no ser que los trabajadores del Centro mientan, que no da la impresión.
La anterior apología (también ha habido fallos) viene a cuento de que hace ya unos meses su primer y único director, Ferrán Barenblit, dejó su puesto para ir a dirigir el MACBA barcelonés y dio paso, por concurso, a Manuel Segade, comisario muy respetado y tan poco madrileño como Barenblit (es coruñés, su antecesor nació en Buenos Aires). Segade anunció continuidad y así está siendo. Solo que continuidad en el CA2M significa darle la vuelta a la misma continuidad, de modo que la primera acción importante ha sido cerrar un mes el Centro para proceder al rediseño del mismo.
El proyecto ha sido realizado por el arquitecto y diseñador Andrés Jaque, sin muchas dudas uno de los más interesantes y socialmente comprometidos de su relativamente joven generación (nació en 1971). De hecho la intervención ha recibido un nombre que trata de ser explicativo: Acupuntura. No es corriente que una institución publica en funcionamiento eche el cierre por reformas, pero se ha hecho.
El cambio, que aún no se ha completado en detalles importantes, es bastante radical y al mismo tiempo discreto. Por una serie de historias que no vienen al caso, dentro del mismo museo se había conservado una antigua casona manchega de valor arquitectónico cuestionable y que se vino abajo nada más comenzaron las obras. Por las mismas razones inenarrables se decidió volver a levantar parcialmente dicha casona y no solo la fachada, sino hacia el interior del museo. Un desaguisado que Jaque ha resuelto de forma muy directa: suprimiendo el falso techo y la falsa balaustrada del pastiche.
De esta forma queda un lugar bastante amplio con una altura de unos tres pisos. Un espacio complicado de negociar, pero que puede servir para un montón de cosas, desde talleres a conciertos, pasando por instalaciones específicas u otro tipo de intervenciones efímeras.
Una escultura de altos vuelos
Ese cambio permanente pretende ser una seña de identidad del centro y ello se refleja en la recién inaugurada escultura que ha plantado en el nuevo espacio, y hasta el 26 de febrero, del artista Sergio Prego (San Sebastián, 1969). La obra se llama High Rise, traducible aproximadamente como Alta Elevación/Ascenso y que toma su nombre de la novela homónima de J.G Ballard, cuyo nombre en castellano es Rascacielos (1975), una distopía de lo más agobiante. En realidad, el trabajo ya está indicado en forma de tetraedros de cartón plegado repartidos por el suelo del atrio/zaguán del edificio, que también será reformado por el expeditivo método de cerrarlo, ganando así espacio interior.
La pieza principal de High Rise tiene una base teórica bastante sólida y variada en la cual entran consideraciones tan escultóricas como arquitectónicas, referencias al minimalismo, las Silver Clouds de Andy Warhol (1966), los globos de Josep Ponsatí, o los Bichos de Lygia Clark (a su vez derivados de Pevsner o Tatlin). Todo de lo más interesante y bien explicado en un texto de pared.
Pero lo importante es la escultura en sí. Los tetraedros de la entrada son ahora de plástico fino y transparente y han sufrido un proceso elefantiásico. La nueva sala está ocupada por ellos hasta prácticamente el techo y en toda su superficie. No por completo, de modo que se puede deambular por ella.
Un factor que se descubre pronto y se suma a la experiencia es el hecho de que los tetraedros solo se sostienen al estar hinchados por un ventilador, un poco como las naves o cúpulas neumáticas que se vieron bastante en los 70, de forma muy notable las diseñadas por José Miguel de Prada para los ya musealizados Encuentros de Pamplona de 1972. Es decir, la escultura, que desde los asirios hasta Richard Serra ha tenido una vocación de permanencia como pocas artes, se revela a sí misma como efímera y sujeta a imponderables muy imaginables (en Pamplona una cúpula se vino abajo). Si se detiene el flujo de aire aquello colapsa, lo que no deja de ser una parábola sobre la ciudad, la arquitectura y la vida. Por cierto, se puede ver desde una balaustrada superior, otro punto de vista, muy normal en cualquier centro comercial, algo ignorado en general por el arte.
Hay otras modificaciones menores en cuanto al volumen pero importantes de cara al futuro. Por ejemplo, poner en práctica la idea de Segade de que el visitante se encuentre realmente en el museo en cuanto cruza las puertas. En medio del arte, esto es. De modo que habrá piezas en exposición semipermanente dispuestas en lugares de espera o paso. Se prevé un cartel luminoso con indicaciones de Dora García, una artista muy conceptual y muy interesada precisamente a eso, la información.
Se cumplen ocho años del CA2M y eso para un Museo es la más tierna infancia. Pero anima ver como algo bastante excepcional y que no padeció la crisis porque nació justo con la crisis (2008) y siempre fue modesto, sigue evolucionando. El arte contemporáneo, es decir, el de ahora, siempre se mueve. Sus lugares de exposición deben hacer lo mismo.