La historia tras la imagen de la primera mujer nominada al World Press Photo: “Me volví invisible”
El World Press Photo es el certamen de fotografía más importante del mundo. Toda imagen que consigue su máximo galardón se convierte en una ventana desde la que mirar a un instante decisivo para la sociedad, como el golpe de Estado de Tejero o la famosa niña de napalm durante la Guerra de Vietnam. Pero en esta 62ª edición, además, se alcanza otro hito: es la primera vez que nominan a una mujer en los dos años que llevan anunciando los finalistas antes de revelar al ganador. Aun así, a pesar de que antes se desconocía si había o no fotógrafas entre el último corte, desde la inauguración del concurso en 1955 solo cuatro autoras han conseguido la Foto del año.
La elegida ha sido la fotógrafa francesa y española Catalina Martin-Chico (1969), que decidió equiparse con su cámara y viajar hasta Colombia para retratar el baby boom surgido a raíz del acuerdo de paz firmado entre las FARC y el presidente Juan Manuel Santos en 2016. Se puso fin a una batalla que duró 53 años, y con ella a la prohibición de las guerrilleras para quedar embarazadas. Una vez alcanzada la paz, aparecieron los niños.
Martin-Chico, que estudió en el Centro Internacional de Fotografía de Nueva York y había estado documentando Oriente Medio durante ocho años, no lo dudó demasiado. ¿El resultado? Por el trabajo titulado Colombia, (Re)Nacer ha conseguido dos nominaciones en el World Press Photo: a Mejor foto del año y a mejor serie en la categoría de Temas contemporáneos. La experta ha publicado bajo cabeceras de gran prestigio, como Le Monde, Le Figaro, Der Spiegel o New York Times, pero reconoce que esto es diferente.
Catalina nos descuelga el teléfono al otro lado de la frontera, en Francia, desde donde vive y comprobó con asombro su nombre entre las candidatas. De hecho, la casualidad hace que nuestra llamada coincida con la de la protagonista de su foto. “Descolgué y le dije: 'Oye, Yorladis, te tengo que contar algo, pero llámame dentro de cinco minutos que tengo que hacer una entrevista'”, dice la reportera.
¿Por qué había que inmortalizar este momento en Colombia?
Para mí este acuerdo de paz formaba parte de la historia. El conflicto ha estado presente durante 53 años hasta que se ha anunciado la paz, y me parece sorprendente. Me impactó y me dieron ganas de documentarlo sin saber muy bien cómo, la verdad. No soy una fotógrafa política. No me imaginaba ir a las FARC para hacer fotos de los comandantes.
Entonces, leí un artículo donde se hablaba de que las mujeres FARC se estaban empezando a quedar embarazadas, algo que el comando no les permitía mientras estaban alistadas. Dije: esa es la historia donde me voy a meter. Estos pequeños relatos, a la vez, sirven para comprender cómo fue la transición y el posconflicto a través de los ojos de las mujeres. La llegada de los bebés es como un símbolo de paz entre guerrilleros que vuelven a la sociedad ni siquiera saber lo que es sociedad.
Además, llegó al país incluso antes de que dejaran las armas. ¿Por qué?
Porque si hubiera tenido solo la segunda parte no se hubiera entendido que esas muchachas antes eran guerrilleras. Para mí era muy importante hacer algunas fotos en el campo, con las tiendas de campaña, con sus uniformes, con el barro… 9 meses después, el paisaje era totalmente distinto.
Me fui yo sola en el 2017 en mayo y devolvieron las armas en junio, o sea que llegué con el tiempo muy justo y por eso ni siquiera tuve oportunidad de buscarme financiación. Puse mi propio dinero, algo que no suelo hacer mucho porque nuestra profesión es bastante precaria.
Aun así, lo consiguió. ¿Cómo empezó este baby boom?baby boom
En el primer viaje que hice todavía había muy poquitos niños. A Olga la conocí ese año, y me dijo que fue de las primeras mujeres en quedarse embarazadas. Otras estaban de ocho meses, de tres, pero eso fue al principio. Me hice amigas de ellas y después cuando me fui seguimos en contacto por WhatsApp, lo cual también ayudó a crear confianza y cultivar las relaciones.
Después de este primer viaje volvió en 2018 gracias a una beca. Ya entonces los campamentos militares se habían transformado en aldeas comunes. ¿Cuáles fueron los cambios?
Todo era totalmente distinto. La mitad de ellos se reencontraron con sus familias, otros se fueron a trabajar fuera, otros se quedaron por las zonas… Pero claro, ya no cocinan ni se bañan juntos, no se reúnen por las mañanas para saber lo que van a hacer, el comandante ya no les congrega, no tienen distribución de tareas… Es una vida mucho más individualista a pesar de que sigan viviendo unidos.
En ese momento realizó la foto a Yorladis, la protagonista de la imagen nominada al World Press Photo. La tomó frente a ellos, a los pies de su cama. ¿Cómo consiguió esa intimidad?
Para hacerla pasé mucho tiempo con Yorladis. La conocí el año anterior, le llevé una foto impresa y cada día hablábamos un buen rato. Al final, después de tanto rato ya ni me echaba cuenta cuando estaba con la cámara y me podía poner en la habitación de ellos o al lado de la cama. Me volví invisible. No llegué a dormir en casa de Yorladis, pero cuando lo hacía en casa de Olga, por ejemplo, me ponían un colchón al lado de la cama de matrimonio. No podía haber más intimidad.
En el instante en el que apretó el disparador, ¿sabía que tenía algo diferente?
Digamos que ese día me estaba dando cuenta de ciertas cosas. Yorladis me estaba contando anécdotas muy fuertes que me hacían quedarme de piedra, y entonces supe que iba a ser una de mis protagonistas. Me dijo que era el sexto embarazo que tenía y que ese bebé se lo merecía.
Me pareció curioso el contraste de la habitación con lo que era su vida: el marido me describía todo lo que pasó durante sus años en la cárcel, como si fuera una serie de narcos, y Yorladis los ejercicios de la mujer guerrillera. Y luego, en la foto aparecían rodeados de muñecos como Winnie the Pooh. Esta gente que ha vivido cosas brutales, como amputaciones o matanzas, y estaban ahí en un mundo totalmente de Walt Disney. Por eso pienso que han elegido esta foto para la selección.
¿Y cómo ha sentado a sus protagonistas que puedan convertirse en unos rostros mundialmente reconocidos?
Había perdido el contacto con Yorladis estos últimos dos meses. Pensé que podría haber cambiado de teléfono o que no tenía cobertura, pero de repente anunciaron las candidaturas del World Press, llegué a mi casa y me encontré un mensaje de ella diciéndome que ese era su nuevo número. Ayer la llamé y, como no estaba, hablé con su marido para decirle que esa foto se iba a ver por todas partes y reconoció que se alegraba mucho.
Es la primera mujer nominada a mejor foto del año desde que se fundó el concurso en 1955. ¿Por qué cree que no ha sucedido hasta ahora?
Cuando me enteré me llamó bastante la atención. Aunque también esto de anunciar seis finalistas es algo nuevo en el World Press Photo que lleva desde el año pasado. Lo único que se decía era el ganador y no se podía saber si la segunda o la tercera era mujer. Aun así, somos minoría en la profesión. Me parece importante que yo esté, pero también tengo una gran solidaridad con los hombres en ese aspecto. Los seis somos finalistas y creo que es una profesión igual de difícil para un hombre que para una mujer.
¿Es tan complicada la paridad?
Es complicada, porque imagino que el World Press recibe un 80% de proposiciones hombres y un 20 de mujeres. Entonces, es difícil hacer un 50/50. Al menos en el fotoperiodismo, hay menos chicas que se dedican a ello o que directamente se atrevan a mandar el expediente al concurso. En las formaciones de fotografía sí que hay paridad, pero imagino que algunas terminan en otro ámbito porque piensan que el fotoperiodismo no es para ellas.
No es su caso. Empezó con el fotoperiodismo en 2007 en Yemen y desde entonces ha continuado en el oficio a pesar de lo sacrificado que es. ¿El resultado compensa el esfuerzo?
Con los reconocimientos veo que al menos todo esto no es para nada, pero el éxito es una cosa y la cuenta corriente es otra. Me he dado cuenta de que, aunque tengas el máximo éxito en este mundo, la prensa sigue siendo una profesión que no nos da para vivir. Eso hay que decirlo, porque es verdad. Yo solo vivo de la prensa y tengo que pensar en otras oportunidades.
¿Sería más complicado vivir del fotoperiodismo en España?
Sí, en España sería todavía peor [risas]. Llegué a Francia de pequeña con 13 años porque mis padres se mudaron, o sea que no tuvo nada que ver con la profesión. Pero a veces pienso que me encantaría volver a España y luego me doy cuenta de que iba a ser aún más difícil vivir de mi trabajo.