Cinco libros de Peter Handke, el Nobel que habló en el funeral del 'carnicero de los Balcanes'
“Vengo aquí en defensa de la dignidad humana”. Con apenas unas frases, el escritor austriaco Peter Handke cavó su propia tumba al lado de la del expresidente serbio Slobodan Milosevic en 2006.
Las palabras que pronunció en el funeral del hombre apodado como “el carnicero de los Balcanes” (apelativo que compartía con su ejecutor Ratko Mladic) le salieron caras entonces y reaparecen ahora, con parte de la opinión pública clamando al cielo tras haberse alzado con el último premio Nobel de Literatura.
Si la Academia sueca quería huir de la polémica tras el escándalo sexual que obligó a suspender el fallo el año pasado, no lo ha conseguido. Da igual que Olga Tokarczuk se haya convertido en la decimoquinta mujer en conseguir el desequilibrado galardón, porque el morbo alrededor de Handke ha eclipsado los escasos titulares dedicados a la escritora polaca.
No faltan voces que hoy piden que el tribunal rectifique y le retire el premio como ya hicieron los Heine en 2006. Sin embargo, hay quien recuerda también que la calidad literaria no se mide en exabruptos frente a un micrófono y que no se debe juzgar a Peter Handke como si hubiese sido destacado con el Nobel de la Paz. A medio camino se sitúa Cecilia Dreymüller, experta en la obra del austriaco y una de sus traductoras al español de parte de ella.
“Él no tenía ningún vínculo con Milosevic, se conocieron una sola vez cuando solicitó un cara a cara en la cárcel de La Haya, mientras esperaba a ser juzgado por el tribunal internacional”, explica la escritora. “Decidió ir al entierro porque murió allí mismo y quería romper una lanza por alguien que seguía siendo humano aunque muchos le calificasen de monstruo. Habló sabiendo que estaba cavando su propia tumba”, admite la alemana. Ese mismo tribunal absolvió al político serbio en 2009 de los crímenes de guerra que le atribuían en el primer juicio de Kosovo.
Aunque Handke nunca ha escondido su afinidad hacia el bando serbio en las guerras de la antigua Yugoslavia, Dreymüller piensa que su posicionamiento “no es político”, sino humano. “Lo único que dijo fue que se cometían atrocidades en todos los bandos, el serbio, el croata y el bosnio. Era más un rechazo hacia la manera unívoca de mostrar un conflicto que estaba avivado por Alemania, Francia, Inglaterra, Rusia y todo el mundo”, opina.
Su traductora cree que Handke sufre del mismo mal que criticaba en la cobertura de la guerra en Yugoslavia: “La omnipresencia de los medios de corto alcance hace que estemos expuestos a tantas opiniones que no miremos los hechos”.
“Antes de emitir un juicio, hay que leer e investigar a fondo. Y, si después de eso hay gente que piensa que Handke actuó de una manera reprochable, muy bien. Pero sería una concepción muy rara. Hay hechos incontestables que demuestran que ha actuado con absoluta imparcialidad y compasión hacia las personas que sufren estos conflictos”, asegura.
Ella invita a leer sus ensayos y novelas políticas para encontrar al verdadero Handke detrás del provocador. En especial Preguntando entre lágrimas (2011). Sin embargo, muchas veces han sido estas mismas obras las que le han colocado en los paredones de media Europa.
Con Justicia para Serbia (1996), le acusaron de haber redactado un panfleto proserbio e incluso de haber puesto en duda la masacre de Srebrenica, en la que 8.000 hombres musulmanes fueron asesinados por las fuerzas serbobosnias en 1995. Algo de lo que el autor se defendió inmediatamente y que inició un rifirrafe con el mismo Hermann Tertsch.
“Recomiendo el libro para ilustrar cómo la belleza de la literatura se puede utilizar con fines morales peligrosos”, dijo el por entonces jefe de Opinión de El País. “Lo ha repetido continuamente y nadie le hizo caso”, rebate Cecilia Dreymüller. “No quería reducir el conflicto al blanco y al negro, como estaban haciendo los periódicos, y por ello habló con pensadores, políticos, viudas y combatientes de todas las partes. Es un conflicto que le toca muy de cerca a nivel histórico y familiar”, defiende.
Dreymüller se refiere a que Peter Handke procede de una región al suroeste de Austria donde habita una minoría eslovena y a la trágica muerte de su madre, una humilde ama de casa que se suicidó a los 51 años destrozada por la muerte de todos sus hermanos en las guerras balcánicas.
Quizá ese vínculo emocional le lleve a pronunciar dislates como que los serbios habían sufrido tanto como los judíos en el Holocausto. Pero suele retractarse enseguida, porque, como explica la experta, “es irascible cuando hay cosas que le parecen indignantes y la provocación es su respuesta a esa indignación. Se inmola ante los medios”.
No obstante, no comparte la opinión de quienes abogan por separar al creador de su ideología. “La escritura no es independiente a la posición política. La persona que escribe es por un lado un creador sensible y, por el otro, un ser político. Vivimos en una realidad concreta y así debemos ser”. Eso sí, informándose con rigor y sin basar un juicio en titulares morbosos.
Lo que nadie pone en duda, ni siquiera Hermann Tersch, es que la brillantez literaria de Handke es incontestable. En lo que sí falló el periodista español fue al vaticinar el impacto del austriaco, a quien describió como “un autor que parecía destinado a ser un gigante de la lengua alemana y será recordado como poco más que un polemista y senderista por España”. El Nobel lo ha desmentido y, con estas cinco obras preferidas de su traductora, Cecilia Dreymüller pretende hacerlo también.