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LOS DISCOS DE LA SEMANA

George Fitzgerald, o cómo recuperar la emoción de los mejores Radiohead

Luis J. Menéndez

George Fitzgerald

George Fitzgerald

All That Must Be

Domino / Music As Usual

ELECTRÓNICA

8/10

Todas las semanas se publican decenas, cientos de discos de música electrónica de corte experimental o vocación bailable. Pero de esos trabajos pocos, muy pocos,  tienen “alma”, un atributo cuasi místico que definitivamente distingue una colección de piezas notable de otra sobresaliente.

El disco todavía fresco de Nils Frahm tiene alma, el inminente nuevo álbum de Jon Hopkins también, y este segundo largo de George Fitzgerald, londinense instalado en Berlín, definitivamente cuenta con esa rara cualidad que consiste en hablar al mismo tiempo a los pies y al corazón.

Para ello se vale de una serie de colaboraciones que, al contrario de lo que suele ocurrir en estos casos, no se quedan en pura anécdota y sirven para agigantar su propuesta. El falsete de Lil Silva en Roll Back sitúa el tema en niveles de profundidad emocional cercanos al de los mejores Radiohead, mientras que su colaboración con Tracey Thorn nos hace rogar porque el siguiente álbum de la ex Everything But The Girl cuente con la producción de Fitzgerald.

David Byrne

David Byrne

American Utopia

Nonesuch / Warner

POP

7/10

La inteligencia emocional de David Byrne la ha llevado en la última década a multiplicar sus proyectos colaborativos: discos junto a St. Vincent, Fatboy Slim o su reencuentro con Brian Eno. Si a todo eso le sumamos su fructífera carrera como ensayista, que se traduce en libros como Diarios de bicicleta o Como funciona la música (ambos traducidos al castellano y publicados en nuestro país), más o menos tenemos la clave de por qué American Utopia es el primer disco propiamente dicho de Byrne en catorce años.

En realidad, podría haber sido ayer cuando publicó Grown Backwards (2014). Aún partiendo desde diferentes presupuestos (aquel disco estaba marcado por los sonidos orquestales) volvemos a reconocer aquí al David Byrne de siempre: multicultural, fascinado por los avances tecnológicos, pero con un poso pop y un inconfundible timbre vocal que viene marcando toda su producción desde los lejanos tiempos de Talking Heads.

Porque en realidad, aunque en esta ocasión el álbum llega firmado por David Byrne, estas diez canciones tienen su origen en piezas originales de Brian Eno. Esto se hace palpable en la emoción contenida de Dog’s Mind o en el tema de apertura, I Dance Like This, que se mueve entre la placidez y un súbito impulso industrial.

Es su manera de imaginar una utopía americana, una reinvención del pozo en el que su país en particular y el mundo en general progresivamente nos hemos ido sumiendo. Frente a la frontal crítica social presente en la obra de otros músicos o de géneros como el rap, Byrne apuesta por una visión en positivo y ligeramente excéntrica (algo a lo que nos tiene acostumbrado) de un futuro inmediato.

Es el universo del padre del art-pop y el art-rock, que deja bien a las claras cuáles son su particulares tablas de la ley cuando en This Is That exclama: “When the song comes on / everything stops, everything’s changed”.

 

Ibon Errazkin

Ibon Errazkin

Foto aérea

Elefant

INSTRUMENTAL

8/10

Dice Ibon Errazkin que la idea de hacer este álbum se le ocurrió en una visita al Guggenheim, mientras contemplaba los cuadros de David Hockney. En pintura es habitual que el autor realice variaciones sobre una misma idea que se convierten en cuadros distintos. Y este planteamiento, que en realidad no se diferencia demasiado del método de trabajo que utilizan los compositores de bandas sonoras, es la base de un trabajo que supone el retorno discográfico del ex Le Mans tras quince años de silencio (tareas de intendencia en Single, el proyecto junto a Teresa Iturrioz, al margen).

El disco, mayormente instrumental, supone un retorno al tono entre melancólico y meditativo de los proyectos de juventud. Frente al alocado sonido que caracterizó Escuela de arte (2003) e incluso su debut homónimo del 2000, marcados por la cercanía de Errazkin al entorno de los Patrullero Mancuso, Foto aérea está totalmente dominado por los sonidos del piano y guitarras limpias que por momentos abusan (en el buen sentido) del trémolo.

Él, que siempre ha ejercido de donostiarra y ha impreso a buena parte de sus canciones un carácter atlántico, mira ahora hacia el Mediterráneo. Tienen estás canciones un no-sé-qué veneciano, como de banda sonora para un Fellini crepuscular. Todo encaja.

 

Izal

Izal

Autoterapia

Hook

POP

5/10

“Hoy me declaro a su señoría de todos mis delitos el culpable” dicen en la canción que da título a este, su cuarto disco. Desde el minuto uno de su existencia como grupo, la banda vive una suerte de esquizofrenia que todavía les empuja a pedir perdón por el mero hecho de existir. Crecieron a la sombra del éxito masivo de Vetusta Morla, pero sin ese marchamo de credibilidad con el que sí cuentan los de Tres Cantos.

De hecho, su éxito meteórico -del local de ensayo a llenar el Palacio de los Deportes en apenas un lustro- genera tanta admiración como desconfianza, en parte por el apoyo incondicional que en determinado momento de su carrera recibieron de Atresmedia.

Llegados a este punto, Izal consideran que necesitan una autoterapia. Ellos, uno de los pocos grupos que en la última década han conseguido romper el techo de cristal que separa al rock contemporáneo del mainstream, estiman que ha llegado el momento de hacer balance.

Dicen en su nota de prensa que el disco “es un ejercicio de sinceridad basado en la introspección, ese análisis de uno mismo antes de la creación”. Continúan afirmando que, más que en ningún otro álbum, en Izal muestran “la mejor versión de sí mismos, incorporando nuevos sonidos y técnicas que exhiben la fortaleza en la que se encuentra el conjunto de la banda”.

Registrado en la casa mural de Tarragona con producción nuevamente a cargo de Santos & Fluren, se hace hincapié en los nuevos registros sonoros. Pero, en realidad, la aparición estelar de Ara Malikian en el tema que da nombre al disco y sirve de apertura al mismo, la utilización de un banjo en el single de adelanto (El pozo) o ese solo de guitarra de un minuto (el primero de su carrera) no son más de que anécdotas más o menos afortunadas.

En ese sentido tal vez resulte más definitorio el homenaje a Queen, arrancándose por un momento con su It’s a kind of Magic. Y no es que a estas alturas Mikel Izal y los suyos estén por la labor de pasarse a la ópera rock, pero hay algo en su propuesta, en su apuesta indisimulada por las grandes audiencias, que han heredado de Freddie Mercury y de las grandes bandas del rock para adultos de los 80: esas letras grandilocuentes, las melodías abiertamente comerciales, sus breaks de batería, la producción en todo lo alto que golpea el cortex cerebral por mucho que intentes ignorarla...

Es tan poderosa su apuesta en ese sentido, más reforzada aún si cabe en este cuarto álbum, que inevitablemente empuja al oyente a definirse de forma extrema: o los amas o los odias. Algo que, por otra parte, comparten con la mayor parte de sus referentes.

Puede que haya muchas cuestiones alrededor del grupo que entran en el terreno de lo discutible, empezando por su supuesta filiación independiente o su gestión del balance entre el peso de lo artístico y lo puramente funcional. Pero lo que, le pese a quien le pese resulta innegable, es que los números están con ellos. Si en el momento de su nacimiento plantearon un órdago a la grande, a día de hoy llevan tres manos ganadoras y van camino de una cuarta.

 

Jonathan Wilson

Jonathan Wilson

Rare Birds

Bella Union / [PIAS]

ROCK SINFÓNICO

7/10

Que Jonathan Wilson se uniera a la banda de Roger Waters el pasado año en calidad de “director musical” es un detalle que no puede pasar inadvertido a la hora de enfrentarse a su ambicioso tercer álbum. Estamos ante un doble disco que se va hasta los 80 minutos de duración, divididos en once temas de desarrollos largos las más de las veces y en el que el californiano parece dispuesto a demostrar que es bastante más de un guitarrista excelso.

Todavía anclado en la década de los setenta -un tiempo en el que es bastante probable que se quede a vivir para siempre-, la propia portada de estética vaporwave ya da algunas pistas de la importancia que cobran en este disco los sintetizadores y las atmósferas.

En ese sentido, temas como Over the Midnight, con su cadenciosa nocturnidad, acercan la propuesta de Wilson a la exitosa fórmula de su coetáneo Adam Granduciel (War On Drugs): ritmos monocordes, un colchón de sintetizadores envolviéndolo todo, melancólicos solos de guitarra y una voz igualmente afligida de ascendencia dylaniana.  

En realidad, posiblemente Rare Birds hubiera resultado un disco mucho más certero si a lo largo de todo él igualmente se hubiera puesto el foco en las canciones más que en los accesorios que lo complementan. Arrebatos sinfónicos, vocoders inesperados, desarrollos pinkfloydianos, y la aparición puntual de amigos tan ilustres como Father John Misty, Laraaji o Lana Del Rey… Con esos mimbres y unos cuantos más, el disco se convierte en un laberinto en el que perderse durante infinitas escuchas.

 

Ministry

Ministry

AmeriKKKant

Nuclear Blast / [PIAS]

METAL INDUSTRIAL

6/10

Lo decíamos por aquí hace relativamente poco: el ascenso al poder de Donald Trump ha resultado una bicoca para los artistas norteamericanos, especialmente aquellos que vienen apostando de largo por el discurso de corte político. Es el caso del género industrial en general y de Ministry en particular, que ya incluyó parlamentos de los dos Bush, padre e hijo, cuando desde el sillón presidencial viraban un poco más hacia la derecha al país más poderoso del mundo.

Hay en esa visión apocalíptica que caracteriza al género una contradicción. El discurso de un disco como Amerikkkant -facilón juego de palabras a costa del Ku Klux Klan- obviamente es crítico con el ascenso de la extrema derecha a los puestos de poder. Pero al mismo tiempo, la música en sí misma y toda la imaginería asociada a ella se muestra fascinada por ese futuro apocalíptico que resulta cada vez más cercano.

En su primer disco para Nuclear Blast, Al Jourgensen retoma su versión más metalera, con riffs de inspiración thrash y la ayuda puntual del cantante de Fear Factory en We're Tired of It. Pero si la sensación general en estos tiempos que corren es de hastío, de que la Historia no para de repetirse con copias aún de peor calidad de políticos de infausto recuerdo, con Ministry a estas alturas ocurre algo parecido. No es sólo la sensación de déjà vu, también la impresión de que este material se encuentra lejos del que Jourgensen firmó durante la década de los noventa.

 

Nathaniel Rateliff & the Night Sweats

Nathaniel Rateliff & the Night Sweats

Tearing at the Seams

Stax / Music As Usual

SOUL

7/10

El sello de la Stax da certificado de autenticidad al quinto disco de Nathaniel Rateliff, el segundo desde su reconversión en icono soul de la mano de los Night Sweats. Con los afroamericanos mucho más interesados en el desarrollo de su propia cultura por vía del rap y el rhythm and blues, queda para el hombre blanco la labor de reivindicación de un género con los límites bien marcados y nulas posibilidades evolutivas.

Nathaniel se une así a una larga lista de músicos que, desde la irrupción de Amy Winehouse, han aportado al género un conocimiento enciclopédico y cualidades vocales entre lo notable y lo sobresaliente.

Conviene recordar que la carrera en solitario previa del músico de Denver tenía una clara fijación por la obra de Van Morrison. Por tanto, tiene sentido que su reinvención por la vía del soul siga manteniendo un paralelismo con la que todavía hoy es la voz blanca por excelencia del género. A partir de ahí, y con la ayuda de músicos que saben poner toda la carne en el asador cuando toca pisar el acelerador, soplar vientos con fiereza y electrificar el repertorio, Nathaniel vuelve a firmar otro ejercicio de revivalismo inmaculado.

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