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The Guardian

Migrantes en Hungría: perseguidos por coches patrulla, heridos en accidentes de tráfico y expulsados desde el hospital

Migrantes que han cruzado la frontera en Roszke, Hungría.

Marlene Auer

Subotica (Serbia) —

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Cuando Karim* se despertó en el hospital, no tenía ni idea de lo que le había ocurrido. Lo único que recordaba era que se había quedado dormido junto a su amigo Yousef* en la parte trasera del automóvil. Días antes, en el verano de 2022, habían saltado la valla fronteriza entre Serbia y Hungría, y se dirigían a Austria.

Karim, de 22 años, huyó de su hogar en el norte de Siria a finales de 2021. Tras pasar por Turquía y Bulgaria, llegó a Serbia. Desde allí, aún tenía que cruzar Hungría y luego Austria. “Mi sueño era llegar a Alemania”, explica.

Cada noche, cientos de refugiados trepan por escaleras plegables para cruzar la valla de seis metros de altura que separa Serbia de Hungría, fuertemente vigilada y coronada por alambre de espino. Superar la valla sólo es el primer obstáculo.

Desde 2015, las organizaciones de derechos humanos han documentado la violencia que emplea la policía húngara para hacer retroceder a los migrantes, que incluye palizas y ataques con perros. Los tribunales han dictaminado que Hungría ha incumplido la legislación internacional y de la UE al legalizar las devoluciones en caliente.

Accidentes de coche con muertos y heridos

Ahora, las organizaciones denuncian que han detectado casos de migrantes heridos en accidentes de tráfico en los que estaba involucrada la policía húngara durante el último año. Al menos cuatro accidentes que conllevaron persecuciones en coche han sido descubiertos en el último año por las organizaciones de derechos humanos que trabajan en Serbia y, en un análisis de The Guardian de los medios de comunicación húngaros desde junio de 2021, fueron encontrados otros 20 casos en los que estaban implicados migrantes, que apuntaron a persecuciones policiales antes del accidente o a un intento del conductor de eludir el control policial antes del accidente.

El médico que atiende a Karim y que habla árabe le explicó que había sufrido un accidente de coche y que llevaba casi una semana en coma. “Recuerdo que yo iba dormido en el coche, así que no estaba seguro de si realmente habíamos tenido un accidente. Luego, me desperté y estaba en la cama de un hospital, y no me podía mover”, recuerda Karim.

Más tarde, Karim supo que, cuando sólo le faltaban 20 minutos para alcanzar la frontera austriaca, la policía húngara apareció y persiguió al vehículo en el que viajaban un total de 18 personas. “Nuestro conductor se asustó, pero no quiso rendirse porque si lo hacía tendría un problema, así que pensó que su única opción era darse la vuelta”, cuenta Karim.

El vehículo chocó contra una barrera de contención y dos personas murieron, entre ellas Yousef. “Los dos estábamos durmiendo. ¿Por qué él murió y yo no?”, se pregunta Karim.

Los dos estábamos durmiendo. ¿Por qué él murió y yo no?

Elisabeth Jennings, colaboradora de Medical Volunteers International (MVI), una organización que apoya a refugiados y migrantes en el norte de Serbia, afirma que los accidentes de tráfico se están convirtiendo en algo habitual.

“En julio, cuando oímos hablar de ello por primera vez, pensamos que se trataba de un caso muy excepcional”, afirma. Pero una vez que la organización empezó a seguir las noticias húngaras y a escuchar historias de varias víctimas que habían sufrido accidentes parecidos, se dio cuenta de que “en realidad ocurre todo el tiempo”.

Ahmad, un marroquí de 24 años, iba hacinado en la parte trasera de una furgoneta con otros 18 refugiados, cuando la policía intentó detenerlos mientras atravesaban Hungría el pasado diciembre. El conductor no hizo caso a las órdenes y el coche de policía embistió la furgoneta varias veces. El conductor se salió de la autopista y entró en un camino de tierra para escapar, pero chocó de frente contra un árbol.

Tras 16 días ingresado en un hospital húngaro, Ahmad recibió el alta, pero sólo podía andar con muletas. Unos agentes fueron a buscarlo, lo llevaron a la frontera y lo obligaron a regresar a Serbia. Se quedaron con su teléfono y con el dinero que le habían confiscado.

Amer*, sirio de 40 años, resultó gravemente herido en un accidente de tráfico en Hungría el pasado noviembre. Según relató a MVI, la policía le persiguió en un 4x4 negro y golpeó el vehículo en el que viajaba, provocando que volcara. Amer salió despedido. Relata que los policías les apuntaron con sus armas, les desnudaron y les dejaron tirados en el frío durante 40 minutos, hasta que llegó una ambulancia.

Entre los heridos había al menos un niño. Amer dice que en el hospital lo esposaron a la cama y lo dejaron sin tratamiento ni calmantes para aliviar el dolor de varias fracturas.

Karim temía que lo devolvieran a Serbia, a pesar de haber intentado presentar su solicitud de asilo en Hungría con la ayuda de una organización de derechos humanos, con la que se puso en contacto mientras estaba en el hospital. Antes de que la ONG pudiera enviar a alguien al hospital para ayudarle con la solicitud, Karim fue devuelto a Serbia.

“La policía vino a mi habitación en el hospital para preguntarme cómo estaba”, cuenta. Al día siguiente, volvió y esposó a Karim, que seguía sin poder mover el brazo y tenía que llevar un aparato ortopédico para el cuello lesionado. Un agente pidió a Karim que se levantara y se negó a ayudarle cuando no pudo sentarse. Karim llamó al médico, que hablaba árabe. “Me dijo: 'Karim, no hay nada que hacer, te van a deportar'”.

Del hospital a la frontera

Según datos de la policía húngara, en 2022 se llevaron a cabo más de 158.000 expulsiones y más de 60.000 desde enero hasta mediados de agosto de este año. Jennings afirma que los migrantes que acaban en el hospital son rastreados por la policía.

En el segundo semestre de 2022, grupos de derechos humanos que trabajaban en el norte de Serbia documentaron 40 expulsiones desde hospitales en Hungría. De esos expulsados, al menos 13 habían resultado heridos en accidentes de tráfico. En 2023, se reunieron con 12 personas que habían sido sacadas de hospitales, cinco de las cuales habían sufrido un accidente de tráfico.

Las organizaciones no se reúnen con todas las personas que regresan de Hungría ni documentan sistemáticamente estos casos: “Estas cifras no son en absoluto exhaustivas”, afirma un voluntario.

Aunque Karim recibió tratamiento para algunas de sus lesiones, Jennings afirma que vio casos en los que personas “con lesiones graves o potencialmente mortales fueron devueltas sin más”. Agrega que a quienes recibieron tratamiento médico en Hungría, a menudo no se les proporcionó información ni un servicio de traducción para explicarles su situación. Aunque los migrantes reciben una “buena atención”, vuelven a Serbia “en unas condiciones que no entienden realmente”.

Personas con lesiones graves o potencialmente mortales fueron devueltas sin más

Con una cadena atada a los grilletes, Karim, que apenas podía andar, siguió a los agentes hasta el coche. Lo llevaron a una comisaría antes de conducirlo a la frontera serbia. “Me dejaron tirado en un bosque. Empecé a caminar hasta que llegué a una carretera. Tenía tanta hambre y sed, y tanto dolor, que tenía que descansar cada 10 minutos. Pero no tenía opción, no iba a morir en la frontera”.

Tras unas horas en el hospital, Amer fue llevado de vuelta y amenazado por agentes de policía para que guardara silencio sobre la persecución en coche que provocó el accidente. Según su relato a MVI, apenas podía andar a causa del dolor y fue golpeado una vez más por los agentes en la frontera antes de que le obligaran a regresar a Serbia.

En Serbia, muchos refugiados y migrantes viven en edificios en ruinas o en tiendas de campaña, con acceso limitado a agua corriente, electricidad o cualquier forma de calefacción. En los campos de refugiados estatales, las personas duermen hacinadas en salas llenas de literas.

Cuando Karim llegó por fin al campamento cercano a la ciudad de Sombor, su primo le estaba esperando. “No quería comer, sólo dormir”, recuerda. Jennings afirma que, en estas condiciones, “la gente suele poner su salud en segundo lugar y su viaje, en el primero”, y no tiene acceso al asilo ni a la atención médica necesaria.

“El médico me dijo que tengo el hombro y parte de la columna rotos, y que mi situación es mala”, relata Karim. “Me ha dicho que deje de fumar y que me cuide”. Sin embargo, poco después Karim volvió a marcharse a Hungría. Con la ayuda de unos amigos, cruzó la valla y caminó tres horas hasta territorio húngaro, donde –una vez más– un coche los recogió.

“Durante todo el trayecto no dormí, porque la última vez, durante el accidente, me quedé dormido”, explica.

Tras llegar por fin a Alemania, Karim recibió un aviso de que debía ser deportado a Bulgaria en virtud del Reglamento de Dublín, que establece que los solicitantes de asilo deben permanecer en el primer país de la Unión Europea al que llegan. Karim pasó seis meses escondido en el asilo de una iglesia, antes de recibir un permiso de residencia temporal en Alemania.

The Guardian ha contactado con el Ministerio del Interior húngaro y las autoridades de control de fronteras sin obtener respuesta.

* Se han cambiado los nombres reales.

La autora del texto forma parte del programa ifa .de para apoyar a periodistas de la sociedad civil. Traducido por Emma Reverter.

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