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El bloqueo holandés y de los países del norte impide concretar un fondo de recuperación ambicioso basado en transferencias

La reunión por videoconferencia de los líderes europeos el 23 de abril

Andrés Gil

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Sin acuerdo sobre cómo debe ser la recuperación. La cuarta cumbre de líderes de la UE por videoconferencia para abordar la crisis del coronavirus ha terminado sin grandes avances sobre lo más importante: el plan para reconstruir las vidas, las economías y los países de la caída libre que están sufriendo por la pandemia. Ni siquiera se produjeron grandes choques; se constataron las diferencias y ni se hizo el esfuerzo de negociar una tradicional declaración conjunta tras la reunión para evitar enredarse en las líneas rojas de cada cual. Como hicieron el 26 de marzo, los líderes de la UE han repetido que ese fondo de recuperación es necesario y vuelven a pedir a la Comisión Europea que presente una propuesta.

Después de cuatro horas de discusión, los jefes de Estado y de Gobierno de la UE han dado el visto bueno a lo que tardaron tres días en acordar sus ministros de Finanzas y Economía en el último Eurogrupo –240.000 millones en préstamos sin condiciones del MEDE; avales de 200.000 para empresas vía Banco Europe de Inversiones, y 100.000 para el programa de desempleo SURE–.

Para terminar de rematar el trabajo sobre esos tres paquetes aprobados y que puedan a entrar en vigor el 1 de junio, el Eurogrupo se reunirá en las “próximas dos semanas”, ha anunciado el presidente de la institución, Mário Centeno. “Hemos demostrado que podemos actuar rápido y cumplir”.

Y han pedido a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, que presente un plan par el 6 de mayo. “Hemos acordado crear un fondo de recuperación”, ha afirmado Charles Michel, pero quedan por concretar elementos fundamentales: el tamaño (aunque hay “una amplia masa crítica en torno al billón de euros) , el mecanismo y si está basado en transferencias o subvenciones, como pide el sur y la propuesta española, o en préstamos, como quieren Alemania, Holanda y los nórdicos.

El primer ministro holandés, Mark Rutte, duda de la necesidad de ese “fondo robusto” que dice Von der Leyen: “Esto [los 750.000 millones del BCE y los 540.000 acordados por el Eurogrupo] ya es muchísimo dinero, me sorprendería muchísimo que nos gastáramos todo esto en lo que queda de año. Para mí, es difícil entender por qué necesitamos más dinero en los próximos meses. Por eso, necesitamos esperar a la CE, que nos podrá dar más detalles sobre todo esto”.

En un sentido similar, ha dicho la canciller alemana, Angela Merkel: “Necesitamos, también en interés de Alemania, un programa de estímulo económico en Europe. La Comisión debe hacer ahora propuestas para su diseño. Deberíamos invertir en el futuro: en protección del clima, movilidad innovadora, digitalización”. Es decir, hay que esperar para poner una cifra.

Durante la reunión, la presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, ha alertado a los líderes de que la economía de la zona del euro podría contraerse hasta en un 15% como resultado de la pandemia, y que corren el riesgo de hacer muy poco, demasiado tarde, según tres personas familiarizadas con los comentarios, según ha informado Bloomberg. Según, Bloomberg una fuente conocedora de la intervención de la presidenta del BCE, asegura que Lagarde dijo que la cifra del 15% era el escenario extremo, y que su estimación de referencia es un recorte del 9% en la economía este año.

Y, ante ese escenario, los líderes vuelven a acordar lo que ya acordaron en marzo: que había que crear un fondo de recuperación. Eso sí, lo que han conseguido los países del norte es que ya no estén sobre la mesa los eurobonos, la emisión de deuda mutualizada que pedían España, Francia, Italia y otros seis países.

¿Por qué? Porque Alemania, Holanda, Austria y Finlandia, sobre todo, bloqueaban una decisión que necesitaba unanimidad.

Ahora ya no hay eurobonos, los países del sur se han movido hacia una propuesta de 1,5 billones de inyección de dinero nuevo, respaldado con deuda emitida por la Comisión Europea y que se reparta dentro del paraguas del Marco Financiero Plurianual (el presupuesto de la UE 2021-2027) como transferencias.

Y los eurobonos ahora son los grants (transferencias, en inglés) en el Consejo. Es decir, que aquellos cuatro países, más otros llamados frugales, como Suecia y Dinamarca, defienden que más que transferencias, sobre todo han de ser préstamos.

La ministra de Exteriores española, Arancha González Laya, ha asegurado que hay un acuerdo “sobre líneas generales”, pero ha reconocido aún no se han abordado “los detalles” del plan de recuperación. De hecho, no ha habido ni una declaración conjunta de los líderes tras la reunión, tan solo un discurso del presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, acompañado en una rueda de prensa por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.

"Hemos acordado trabajar para establecer un fondo de recuperación, que es necesario y urgente. Este fondo será de una magnitud suficiente, dirigido a los sectores y partes geográficas de Europa más afectados, y estará dedicado a hacer frente a esta crisis sin precedentes. Hemos encomendado a la Comisión que analice las necesidades exactas y que presente urgentemente una propuesta acorde con el desafío que enfrentamos".

Michel, así, regatea en su declaración los tres grandes problemas: los principios sobre los que construir el fondo de recuperación, su tamaño y sus reglas de distribución.

En ese sentido, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, ha afirmado tras el Consejo Europeo: “Creo que en el momento que vivimos esos transferencias deben ser mediante subsidios, verdaderas transferencias presupuestarias, no simplemente préstamos”.

El primer ministro italiano, Giuseppe Conte, por su parte, defendió este jueves en la cumbre la propuesta de España: un plan de reconstrucción de más de 1,5 billones de euros a fondo perdido. En opinión de Conte, la crisis del coronavirus es una emergencia sanitaria, económica y social y se ha convertido también en una emergencia política, señalando la amenaza del populismo soberanista de extrema derecha.

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