Maite es de Ordizia y se contagió de coronavirus hace dos fines de semana, cuando volvió desde donde reside, Donostia, a su localidad natal, en la que ha aparecido el principal rebrote en Euskadi desde que se inició la desescalada y el primero con transmisión comunitaria. Suma ya 73 casos a mediodía de este domingo. Lleva confinada más de 10 días y, al haber dado positivo en la prueba PCR, no puede ir a votar y no pudo hacer los trámites para el voto por correo. Marta -nombre ficticio- es uno de sus “contactos estrechos” y también está confinada. Dio negativo en la primera prueba y espera los resultados de la segunda, realizada este sábado. En su caso, a ella le han llamado del Gobierno vasco para explicar que sí puede ejercer su derecho, aunque le han advertido de que únicamente puede salir de su burbuja para ir al colegio y volver y le han puesto otras condiciones.
Maite es una de esas 160 -según cálculos oficiales- que se quedan sin votar. Y si se saltan la orden, cometerían un “delito”, se les ha advertido. “Me han quitado el derecho”, clama desde su domicilio, aunque explica que “nadie” le ha comunicado nada y toda la información la tiene “por los medios de comunicación”. Ella tenía previsto un viaje para este fin de semana y solicitó el voto por correspondencia, pero recibió el material tarde, tras haber dado positivo, y sin posibilidad de acudir a una oficina de Correos.
Aunque ya no tiene síntomas, como todavía no le han realizado la segunda prueba para comprobar si da negativo, tampoco puede acudir al colegio electoral de manera presencial. Fruto de su enojo, envió un escrito de protesta a la Junta Electoral. La única respuesta, un acuse de recibo. “No me parece muy responsable que, sabiendo que esta situación podía pasar, no hayan previsto otro sistema”, protesta. Sus compañeras de piso, en cambio, sí han recibido un SMS de que pueden ir a votar, aunque todas comparten un mismo aislamiento. ¿Pero no ocurre siempre lo mismo con alguien que sufra un infarto o ingrese de manera repentina o sufra otra enfermedad contagiosa? “Vale, pero que prevean algo. No sé cuántos somos, pero da igual. Es un derecho”, remarca.
Marta es una de las personas con las que se relacionó Maite en los días desde que contrajo el virus hasta que se aisló. En su caso, no sólo ha recibido el SMS, sino también una llamada de un doctor a mediodía del domingo. Le ha dado las directrices por si tiene intención de votar. Puede hacerlo pero es la única actividad que se le permite hacer en la calle y se le indica que lo haga entre las 15.00 y las 17.00 horas, cuando se estima que habrá menos afluencia. Lógicamente, es obligatorio para ella el uso de la mascarilla y tiene que lavarse las manos antes de acceder al colegio electoral y después de salir. Le han trasladado que lleva la papeleta desde casa, aunque eso era una cuestión recomendable pero no obligatoria, ya que no todas las candidaturas hacen envíos y no todo el mundo guarda todos los sobres.
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