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El caos del rastreo de un niño con COVID-19 en Lugo: llamadas descoordinadas, resultados sin comunicar y PCR que no constan en el sistema

Personal sanitario realiza pruebas PCR

Beatriz Muñoz

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En la última llamada de la sanidad gallega que recibió Raquel tuvo que aclararle al profesional que estaba al otro lado del teléfono que los datos que tenía estaban equivocados y que la PCR que creían que era la primera para su hija era, en realidad, la segunda. Este intercambio telefónico ocurrió el lunes 9 de noviembre, nueve días después de que esta familia conociese un caso positivo en su entorno que desencadenó más de una semana de decenas de llamadas reiterativas en unos casos y contradictorias en otros.

El relato arranca el domingo 1 de noviembre, cuando el colegio en el que estudia el hijo menor de Raquel la avisó de que un compañero de clase había dado positivo por coronavirus y el pequeño se consideraba contacto estrecho, por lo que debía aislarse. Con él se confinaron el resto de los miembros de la familia: Raquel, su marido y sus otras dos hijas. Esperaron la llamada de los servicios sanitarios gallegos, pero como no llegaba, el lunes por la noche Raquel toma la iniciativa. En el teléfono habilitado por la Xunta para resolver dudas sobre la COVID-19 le dicen que su pareja puede ir a trabajar al día siguiente y las menores deberían asistir a clase, algo que no hacen.

Martes: tres rastreadores descoordinados

“La primera llamada fue el martes, de un rastreador del Ejército. Llamaron tres veces el mismo día tres personas distintas, todas del Ejército, para hacerme las mismas preguntas sobre el niño”, cuenta la madre. Cuando se lo hizo notar, el último de estos profesionales se mostró sorprendido.

El mismo día se puso en contacto con ella el servicio de medicina preventiva del Hospital Universitario Lucus Augusti (HULA) de Lugo para fijar la cita para la PCR de su hijo al día siguiente. El propio miércoles “volvieron a llamar los rastreadores para preguntar lo mismo y si había síntomas”, prosigue Raquel.  

Jueves: el niño da positivo

Raquel echó mano de una amistad que trabaja en el ámbito sanitario y supo el jueves que el niño había dado positivo. Ella había notado a principios de semana cansancio y molestias en la garganta, así que tenía cita para hablar con su médica de cabecera esa misma jornada. Ante los síntomas, la facultativa pidió una PCR para Raquel y otra para su marido, pero las de las dos niñas dependían de su pediatra. “La llamé y me dijo que no podía pedirlas, que si era un brote en el colegio tenía que llamar el centro de la COVID. Pero en ese momento me llamaron del centro de salud y nos dieron la cita a los cuatro”, explica.

Las pruebas fueron el propio jueves a última hora de la tarde. Al regresar a casa, Raquel recibió otra llamada, esta vez del HULA, para confirmar oficialmente que su hijo se había contagiado y preguntar por sus contactos estrechos. Esta persona, indica Raquel, conocía el brote en el colegio e hizo preguntas sobre las actividades extraescolares que el resto de rastreadores no habían formulado hasta el momento.

En la clase del menor dieron positivo cinco niños. Dos de ellos no fueron considerados contactos estrechos de inicio, pero las PCR que hicieron por vías alternativas revelaron el contagio. El colegio tuvo que poner en cuarentena a toda la clase ya desde el lunes.

Viernes y sábado: solo la mitad de los resultados

El viernes Raquel recibió otra llamada del equipo de rastreadores. Le indicaron que había posibilidades de realizar una nueva prueba PCR en 10 días y que, si el resultado era negativo, podrían retomar su actividad normal. Si no les hacían esa segunda prueba, a los 14 días se terminaría su aislamiento. A Raquel le llama la atención que la sanidad gallega no verifique con un test negativo que puede dar el alta a los pacientes: “Me da la sensación de que por ahí se van a colar”.

La misma amistad que le adelantó el positivo de su hijo consulta en el sistema los resultados de la familia: los cuatro han dado negativo y el único contagiado sigue siendo el más pequeño. El sábado, el Servizo Galego de Saúde (Sergas) comunica mediante sms solo los resultados de Raquel y una de sus hijas. Ese mismo día, un rastreador llama al domicilio familiar y pregunta únicamente por la madre como contacto estrecho del menor.

Domingo: no constan las PCR del resto de la familia

El domingo, personal del HULA se pone en contacto con Raquel para darle cita para su segunda PCR. Ella pregunta por el resto de convivientes, pero la persona que está al otro lado del teléfono le explica que llama siguiendo el listado que le facilitan los rastreadores, que no agrupa a las personas que viven bajo el mismo techo. Tampoco es relevante en este caso, puesto que no aparecen los nombres del marido y las hijas de Raquel. “De esta manera multiplican las llamadas. Nos llaman personas diferentes, si es que nos llaman”, protesta y señala que su médica de cabecera conoce a la familia y atiende también a su marido, lo que, cree, habría simplificado el seguimiento.

Todavía tendría que atender otra llamada ese día. Un rastreador pregunta por una de sus hijas, puesto que consta como contacto estrecho de su hermano contagiado.

Lunes: no se pueden pedir PCR de contactos estrechos

La pediatra del niño, que es la que se está encargando de hacer el seguimiento del menor, llamó el lunes para saber si se encontraba bien. La madre aprovechó para preguntar si sus hijas, a las que también atiende esta facultativa, se podrían hacer al mismo tiempo la segunda PCR. “Me dijo que los habían llamado -a los médicos de Atención Primaria- y les habían insistido en que no pueden pedir PCR a contactos estrechos de un positivo. Cogió el protocolo y me lo leyó”, relata Raquel.

El HULA se volvió a poner en contacto con ella el mismo día. Un sanitario le pidió que llevase a una de sus hijas, la única que ha recibido un sms con los resultados de su PCR, a hacerse otra prueba, “la primera”, según el hospital en el que ya se hizo el test anterior. Ella responde que estuvieron en las mismas instalaciones para el mismo fin cuatro días antes. “Aquí no nos consta”, le replica. El profesional con el que habla tampoco encuentra rastro de los nombres de su otra hija y de su marido. “Pues ya te volveremos a llamar”, se despide.

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