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Propósitos y responsabilidades

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Imagino, casi doy por hecho, que recién estrenado el 2025 muchos nos encontraremos puliendo y programando coherentemente nuestros propósitos para este año. Todas esas (buenas o malas) intenciones nos acompañarán durante un tiempo y algunas se desvanecerán como lágrimas en la lluvia. Sucede lo mismo que con los noticiarios e informativos: no es que se desvanezcan, es que en ellos no hay verdad sino intenciones. También buenas o malas.

Milton Glaser (1929-2020), diseñador e ilustrador estadounidense, detalló en su libro Diseñador/Ciudadano. Cuatro lecciones breves (más o menos sobre diseño) una batería de preguntas que siempre he recomendado, independientemente del foro y el contexto. En Camino al infierno, esa serie de preguntas con un orden particular, propone un viaje a nuestra ética y moral de difícil recorrido, lleno de cíclopes, laberintos, fosos con cocodrilos, sabandijas y otras criaturas del mundo de lo grotesco.

Vayamos al grano. Primera pregunta:

- ¿Diseñaría Ud. un envase para que aparente ser más grande en el estante?

Salto a la última, por no extenderme demasiado:

- ¿Un anuncio para un producto cuyo uso continuo puede causar la muerte?

Espero que se entienda el ejercicio. Glaser nos invita a autoevaluarnos como ciudadanos y como diseñadores de nuestra propia vida. Al fin y al cabo, tomar decisiones, poner líneas rojas y delimitar nuestro campo de acción es tomar consciencia y responsabilidad de nuestro impacto en el mundo.

Desde la teoría y el confort de un sillón bien acolchado este viaje imaginario puede resultar curioso y hasta simpático. Es fácil que salgan a relucir nuestros propios sesgos y no queramos convertirnos en aquello que nos gustaría rechazar, en aquel vecino que hace ruido a la hora de la siesta o aparca el coche de forma que ocupa más de una plaza. Pero si estás viendo la segunda temporada de El juego del calamar tendrás otra oportunidad para preguntarte qué estarías dispuesto a hacer si tu vida (o la de tus seres queridos) estuviera en juego.

Nuestros propósitos no son inocentes ni están exentos de responsabilidades. Ir al gimnasio, hacer dieta, dejar de fumar, ver más a tus amigos, leer un libro al mes o viajar son causa y consecuencia de nuestro camino al infierno particular. En realidad formamos parte, directa o indirectamente, de los propósitos de otras personas y nuestro margen de maniobra no es tan amplio como nos gusta pensar. Quizá por eso resulta tan difícil llegar a fin de año con la cabeza bien alta y los deberes hechos.

Si tuviésemos en cuenta ese impacto en el mundo, en los otros, en el medio ambiente, en el futuro que dejamos a los que vienen, en el desarrollo sostenido y sostenible… si realmente construyésemos una conciencia global, con medidas y decisiones globales, si dejásemos de mirarnos tanto el ombligo y entendiésemos que nuestra existencia individual carece de sentido y objetivo alguno… si abandonásemos la egolatría, la codicia, el desapego… si nos mirásemos desde Andrómeda y viésemos lo pequeños/ridículos/vulnerables que somos..

Comparto, por si sirve de algo, mi propio propósito para el 2025: aumentar mi capacidad de elección.

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