El inventor que ‘hackeó’ una dictadura fabricando ordenadores caseros
Voja Antonić nació en Šabac, una pequeña ciudad de la actual Serbia, en 1952. Con seis años se mudó a Belgrado y todavía sigue allí, aunque los vaivenes geopolíticos han hecho que este inventor y periodista haya vivido bajo distintos tipos de gobierno, en un territorio en constante cambio de nombre y fronteras.
Precoz, Antonić comenzó a experimentar con la electrónica cuando estaba en la escuela primaria. Al principio, con transistores de germanio. “Nunca me gasté dinero en las mismas cosas que mis amigos, sino en semiconductores y en otros componentes”, explica a HojaDeRouter.com. Aquellos experimentos solo serían el comienzo. Lleno de curiosidad e influenciado por una situación política y social convulsa, su vida continuaría girando en torno a la tecnología.
El juego de la vida
En la segunda mitad de los 70, fascinado por las posibilidades de los microprocesadores, Antonić decidió trabajar en su primer proyecto con un par de Zilog Z80 que importó de Estados Unidos. A pesar de que uno estaba roto, comenzó a preguntarse qué podía hacer con el segundo.
Decidió decidió desarrollar un juego de la vidajuego de la vida conforme a los patrones del matemático británico John Horton Conway, con el que “estaba fascinado” por aquel entonces. “Todas las paredes de mi cuarto estaban cubiertas con dibujos a mano de grupos de células, en cientos de generaciones”, recuerda. “Esto tenía dos consecuencias: que mis padres y amigos creyeran que estaba loco y que la recreación del juego, con una matriz de 16x16 led, fuera mi primer proyecto”.
Lo hizo de manera muy artesanal porque tener ordenador era extremadamente difícil en aquella Yugoslavia, inmersa en la dictadura socialista del mariscal Tito. No había producción interna y la importación, aunque no estaba estrictamente prohibida, se topaba con limitaciones muy estrictas por parte de las autoridades. Decidido a tener uno, Antonić envió dinero a unos amigos en Estados Unidos para que le compraran un TRS-80, lo desmontaran y se lo enviaran en dos paquetes, etiquetados como chatarra. Su propia revolución tecnología había empezado.
Un ordenador de contrabando
“Mis amigos y yo habíamos fundado un club de ordenadores y queríamos cambiar las normas para poder comprar equipos informáticos”, relata el inventor. “Nuestro argumento era que necesitábamos gente educada tecnológicamente para desarrollar nuestro propio ‘software’. Entonces, un político nos dio una famosa respuesta: ‘He escuchado que los americanos crearán ordenadores que se programarán solos, así que no necesitamos programadores'”.
Tras unos años de práctica, fabricar un ordenador le resultaba más fácil que introducirlo en el país de contrabando, así que comenzó a montarlos desde cero, tanto a nivel de 'hardware' como de 'software'. “También creé una interfaz mecánica y utilicé una cámara Bolex de 16 mm que grababa el monitor monocromático ‘frame’ a ‘frame’. Así es como hice mis primeras animaciones por ordenador en 1979”, nos cuenta.
La democratrización de los ordenadores
De entre todos sus inventos, puede que lo más destacado sea el proyecto Galaksija (Galaxia), el diseño de un ordenador DIY ('do it yourself', hazlo tú mismo) que más de 8.000 personas en Yugoslavia fabricaron manualmente en sus casas, burlando así el bloqueo tecnológico 'de facto' que había impuesto el régimen.
“Galaksija fue el ordenador más simple que construí. Estaba en el rango de un Sinclair ZX81, pero con un teclado mejor y un sistema operativo más amable. Así que pensé que era una buena idea ofrecerlo como proyecto DIY en alguna revista tecnológica”.
Afortunadamente, la primera revista de ordenadores yugoslava —“Računari u vašoj kući” (Ordenadores en Casa)— se iba a lanzar muy pronto, a finales de 1983. Antonić contactó con Dejan Ristanović, el responsable del primer número, y este le concedió veinte páginas para describir el proyecto. Al final su diseño fue el protagonista de la portada.
“En diciembre de 1983 Dejan Ristanovic, el editor Jova Regasek y yo estábamos sentados en la oficina editorial, hablando sobre cómo sería acogida la revista. Jova nos preguntó que cuántos lectores creíamos que construirían el ordenador y yo dije que estaría satisfecho si el número alcanzaba los 50. Dejan afirmó que al menos serían 100. Y Jova dijo ‘no seáis tontos, serán al menos 500’”. Antonić y el editor se rieron de él, pero tras la publicación recibieron más de 8.000 cartas de lectores que lo habían construido.
Ese mismo año, un famoso locutor amigo de Antonić, Zoran Modli, comenzó a retransmitir programas informáticos a través de su emisora de radio. Como no había ni disquetes ni discos duros, los únicos medios magnéticos que servían para almacenar 'software' eran los casetes. Los que ya tenían ordenador en casa capturaban con una grabadora el código, que se estaba compartiendo a través de las ondas, para luego ejecutarlo.
“La gente piensa que la una gran parte de las cosas que se retransmitían eran videojuegos pirateados, pero en realidad la gran mayoría eran programas originales escritos por entusiastas”, rememora.
Los ordenadores comenzaron a introducirse lentamente en Yugoslavia durante los 80. Cada año aparecía un nuevo modelo, de producción limitada. Eran sobre todo clones del Apple II. El proyecto DIY de Antonić se enfrentaba entonces al problema de la obsolescencia.
“Es mucho más fácil lidiar con maquinas que con personas. Así que para mí fue complicado enfrentarme a las subidas y a las bajadas de mi proyecto DIY. El desarrollo de la tecnología empezó a ser notable y, por supuesto, una sola persona no puede competir con una industria multimillonaria. Después de unos años mi proyecto no había sido únicamente olvidado, sino objeto de burla. Mis amigos me decían lo rápidos y potentes que eran sus nuevos ordenadores en comparación con Galaksija. Así que tiré muchos prototipos, no solo de ese ordenador sino de muchos otros proyectos”, cuenta el inventor.
Sin embargo, tiempo después comenzó un renacimiento y una puesta en valor de la cultura digital primitiva. Mucha gente echó la vista atrás y comenzó a intentar recrear antiguos proyectos y a bucear en los orígenes de los ordenadores. “Ahora hay muchos emuladores de Galaksija para PC e incluso algunos 'remakes' de 'hardware' y actualizaciones. Gente de todo el mundo me ha enviado mensajes con fotos y vídeos de sus clones de Galaksija y el Museo de la Ciencia en Belgrado me pidió que donara un prototipo. Les di el único que no había destruido”.
La tecnología como respuesta al caos
Todo el trabajo del inventor ha estado marcado por la geopolítica y la dictadura: la imposibilidad de acceso a la tecnología, la situación económica y social y la amenaza constante de la Guerra Fría convirtieron sus proyectos en algo único y en una especie de oposición al sistema.
Al preguntarle por la influencia de todos estos acontecimientos sobre su trabajo, el inventor cita una frase de la película 'El tercer hombre': “En Italia, en 30 años de dominación de los Borgia, hubo guerras, terror, sangre y muerte, pero surgieron Miguel Angel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. En Suiza hubo amor y fraternidad, 500 años de democracia y paz, y ¿qué tenemos? El reloj de cuco”.
Antonić cree que los “malos momentos” pueden tener un impacto crucial sobre la actividades creativas. Para él, la mejor terapia para todo el horror era, simbólicamente hablando, rodearse de cuatro paredes, crear su espacio propio y empezar a crear.
“Muchos años de guerra, incluyendo bombardeos constantes de la OTAN, pueden volverte loco o forzarte a encontrar posibilidades ocultas que no sabías que existían. Y no hablo solo sobre la guerra, sino sobre cualquier tipo de crisis: falta de comida o dinero, injusticia social, líderes políticos que no son tan buenos guiando el país como enriqueciéndose a sí mismos… Por suerte hay cosas más fuertes que la estupidez humana”.
Antonić no se detuvo en Galaksija. A lo largo de toda su carrera ha publicado más de cincuenta proyectos DIY en distintas revistas de informática. Todos ellos de código abierto, y nunca ha registrado una patente o ha ejercido cualquier otro tipo de derecho de propiedad intelectual. Totalmente accesible, su trabajo ya se ha convertido en un símbolo de libertad, intelectual y política. Su diseño más famoso es la prueba de que la pasión por los ordenadores puede ‘hackear’ una dictadura.
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Todas las fotografías que aparecen en este artículo han sido cedidas por Voja Antonić