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Opinión - Tócala otra vez, Sam. Por Esther Palomera

Bruselas cruza los dedos para que May saque adelante el acuerdo del Brexit ante su Gobierno y el Parlamento británico

La primera ministra británica, Theresa May, en el Día del Armisticio, en París.

Andrés Gil

Enviado especial a Estrasburgo —

Bruselas aguanta la respiración. Sabe que este principio de acuerdo es la penúltima oportunidad –si no la última– para resolver el Brexit con un acuerdo. Y quiere guardar silencio mientras cruza los dedos para que las conversaciones de Theresa May con sus ministros concluyan en que el Gobierno británico dé su visto bueno este miércoles al acuerdo alcanzado; para que le aguante el gobierno y pase el voto del Parlamento.

Porque los problemas de May –y de Bruselas, por ende– no acaban este miércoles a las 14.00, cuando se reúne el Gabinete británico. Es el primero de los grandes obstáculos, y el mayor de ellos sería el que le espera en el Parlamento de Westminster: la mayoría necesaria pende de un hilo porque al menos 50 diputados conservadores han ido expresando que no apoyarán un acuerdo que no suponga un Brexit duro, una línea en la que se encuentran los unionistas irlandeses del DUP, sostén del Gobierno de May.

Y, enfrente, los laboristas que difícilmente lo apoyarán sin acuerdo para un adelanto electoral, además de que sus votantes piden mayoritariamente un segundo referéndum para dar la vuelta al Brexit. Su líder, Jeremy Corbyn, ya ha mostrado su escepticismo en Twitter:

Corbyn vislumbra una oportunidad para tumbar el Gobierno de May y llegar a Downing Street en unas nuevas elecciones. Y eso sin haber levantado la bandera del segundo referéndum, como han hecho otros líderes laboristas y la mayoría de su base social y electoral. Es decir: el 48% que votó no al Brexit no tiene un partido que lo represente, en tanto que Los Verdes y los LibDems son minoritarios.

El texto, en principio, resuelve el principal escollo hasta el momento: la frontera entre la República de Irlanda –que permanece en la UE– e Irlanda del Norte –el Ulster, que se va de la UE con el Reino Unido–, que evitaría una frontera dura en la isla de Irlanda. Sería una salvaguarda para evitar el restablecimiento de una barrera física entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda a partir del 29 de marzo de 2019. 

El principio de acuerdo ha sido adelantado por la cadena irlandesa RTE, que, citando fuentes, asegura que “habrá un control para evitar una frontera dura en la frontera de Irlanda. El control –backstop–, tendrá forma de un acuerdo aduanero temporal en todo el Reino Unido, con disposiciones específicas para Irlanda del Norte que irán más allá en el asunto de aduanas y en su alineación con las reglas del mercado único que para el resto del Reino Unido”.

Es decir, un acuerdo aduanero en todo el Reino Unido para evitar una frontera dura en Irlanda, manteniendo a Gran Bretaña en la unión aduanera hasta que se selle un acuerdo comercial final entre las dos partes para la relación UE-Reino Unido tras el Brexit.

Bruselas, así, acepta hablar de la relación tras el Brexit en el acuerdo del Brexit, y Reino Unido a cambio acepta incluir el acuerdo fronterizo en las irlandas... En el deseo de que se solapen los procesos.

Los embajadores de los Estados ante la UE se reunirán este miércoles en Bruselas para discutir el desarrollo de las negociaciones que, si avanzan, deberían culminarse con una cumbre de jefes de Gobierno. Pero el presidente del Consejo de la UE, Donald Tusk, no parece que vaya a convocar una cumbre hasta que la Comisión y Londres den el visto bueno, lo cual dejaría todo para los últimos días de noviembre. 

Mientras, Bruselas aguanta la respiración, muestra prudencia hacia afuera y cruza los dedos para que May saque adelante el acuerdo del Brexit ante su Gobierno y el Parlamento británico.

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