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Netanyahu negocia una coalición de derechas para continuar en el poder tras el empate en las elecciones
Pasada la medianoche, el antiguo jefe del Estado Mayor del Ejército Benny Gantz cantó victoria antes de tiempo. “Hemos ganado. Los ciudadanos han dicho la última palabra”, proclamó ante cientos de sus enfervorecidos militantes tras publicarse los sondeos. “Como líder del partido más votado, reclamo mi derecho a encabezar la formación de Gobierno”, añadió acompañado de su socio, Lapid.
A escasa distancia del lugar en el que se congregaron los militantes de Kahol Lavan en Tel Aviv lo hacían también los del Likud, declarándose igualmente ganadores. “El bloque conservador ha obtenido una clara victoria”, replicó Netanyahu. Con un 97% escrutado, ambas formaciones obtendrían 35 escaños, pero las fuerzas de derechas podrían sumar mayoría y reelegir a Netanyahu como primer ministro. Según Haaretz, el bloque de derechas suma 65 diputados y el de izquierdas, 55.
Horas más tarde, sin embargo, Yair Lapid, número dos del Kahol Lavan reconocía la derrota, dando vía libre a la formación de un gobierno conservador. “No hemos ganado esta ronda. Desde la oposición le haremos la vida imposible al Likud”, ha declarado la tarde del miércoles en un debate en televisión.
Netanyahu ha asegurado haber comenzado ya a celebrar una ronda de contactos con los líderes de otros partidos de cara a ir perfilando la nueva coalición gubernamental y distribuir carteras ministeriales. De lograrlo, en verano se convertiría en el líder que mayor tiempo ha estado al frente de Israel, hasta cinco mandatos desde 1996.
A través de su cuenta de twitter Donald Trump ya ha felicitado a su actual aliado. “Los dos líderes han accedido a continuar trabajando juntos durante los próximos años por Israel y Estados Unidos”, ha respondido Netanyahu también en redes sociales. Otros mandatarios, como Narendra Modi, primer ministro de India, también ha dado la enhorabuena a su “querido amigo” con el que espera “mejorar sus relaciones bilaterales”.
Concentración del voto
A pesar de que la Knéset tienda tradicionalmente a una gran fragmentación, en esta nueva legislatura destaca la alta concentración del voto en dos de las treinta y nueve formaciones que han concurrido en estas elecciones. El Likud y Kajol-Lavan sumarían 70 de entre los 120 escaños que componen la cámara. Detrás de éstos se habrían situado las dos formaciones ultraortodoxas, esto es, el Shas (sefardí) y Judaísmo Unido de la Torá (askenazí), con 8 diputados cada una.
El gran derrotado sería sin duda el Partido Laborista, que tras haber logrado una importante remontada en los sondeos desde una horquilla de 7-8 escaños que le daban hace un mes hasta los 13-14 que le otorgaban hace unos días, ha obtenido apenas 6 diputados, el peor resultado de su historia, que probablemente acabe en la immediata dimisión de su actual secretario general, el antiguo gestor de la empresa de telecomunicaciones Bezeq, Avi Gabbay.
Israel Beitenu, del exministro de Defensa Avigdor Lieberman, y la Unión de Partidos de Derechas (a su vez una coalición de tres formaciones ultranacionalistas liderada por el diputado Bezalel Smotrich, que encabeza el HaBayit HaYehudi del que se escindieron Naftali Bennet y Ayelet Shaked) han obtenido cinco escaños cada una. Por detrás de ellos, con cuatro escaños cada uno, se encuentra Kulanu, de centro, y Meretz, de izquierdas.
Tanto Bennet como Shaked, exministros de Educación y de Justicia respectivamente, fundaron un nuevo partido bajo el nombre de HaYamin HeHadash (la Nueva Derecha), que no ha logrado superar el umbral electoral del 3,25% del voto y se queda fuera de la Knéset. Así, Netanyahu ha sido capaz de neutralizar a uno de sus principales contrincantes por el liderazgo de la derecha, como es Bennet.
El primer ministro también ha acabado con el exlikudnik Moshe Feiglin, al que las encuestas llegaron a conceder hasta 8 escaños debido a su promesa de legalizar el consumo de la marihuana y el cannabis, pero que también se ha quedado sin representación.
Denuncias de los partidos árabes
Una de las principales características de esta disputada jornada electoral fue la baja participación de la minoría árabe, un factor determinante que resultó decisivo para inclinar la balanza del lado del centro-derecha. Netanyahu era consciente de ello y no dudó en poner en marcha una sucia estratagema para conseguir dicho objetivo.
Los partidos árabes denunciaron el despliegue de hasta 1.200 cámaras ocultas por parte de los apoderados e interventores del Likud en los colegios electorales del norte de Israel. Una polémica maniobra llevada a cabo desde el Likud con el presunto objetivo de intimidar a los votantes y desincentivar la participación de los árabes, que tradicionalmente se decantan más por los partidos del bloque de centro-izquierda, y cuyo voto hubiera beneficiado las aspiraciones de Kajol-Lavan.
Aunque desde las filas del Likud justificaron esta acción como una medida contra el posible fraude electoral, lo cierto es que no hicieron lo mismo ni con los ultraortodoxos ni con los rusos, colectivos que suelen presentar mayores índices de fraude que los árabes. La policía confiscó un gran número de cámaras, pero esto redundó en detrimento de su participación.
En definitiva, una jornada muy reñida en la que los partidos del bloque de centro-derecha llevaron a cabo todo tipo de acciones encaminadas precisamente a impedir que Kajol-Lavan tomara las riendas del país, pero también a atacar y desgastar a otras formaciones de derechas.
Trasfondo político
Consciente de la paridad en intención de voto que le otorgaban los sondeos de opinión frente a Kajol-Lavan, Netanyahu guardó su mejor truco para el final de la campaña y anunció que tiene intención de anexionar todas las colonias de Cisjordania, en las que se pasaría a aplicar la jurisdicción israelí. Si bien previamente esta intención se limitaba a los grandes bloques de asentamientos como Ariel, Gush Etzion y Ma'alen Adumim –en los que vive gran parte del más de medio millón de colonos judíos– ahora incluye también las colonias pequeñas.
Gantz y Lapid reaccionaron a la contra. “Me parece irresponsable proponer una decisión estratégica de dimensiones históricas en el marco de una campaña electoral”, alertó el exjefe del Estado Mayor del Ejército. A fin de cuentas, aunque Gantz rechaza las medidas unilaterales y aboga por retomar las negociaciones con la Autoridad Nacional Palestina, luego mantiene un discurso de ambigüedad sobre la solución de los dos Estados y reclama la soberanía israelí sobre los grandes bloques de asentamientos y el Valle del Jordán.
Como adelantaron los expertos en demoscopia, la clave del resultado final estuvo en el voto del 20% de indecisos. Tal como ocurriera en los últimos comicios de 2015, Netanyahu supo identificar mejor que nadie las oportunidades y se dirigió a este colectivo, personándose incluso en una playa de Netanya para salir en televisión y pedir a la ciudadanía –que debido al buen tiempo había aprovechado para ir masivamente a la playa y a visitar parques nacionales– que votase para impedir la llegada de la temida izquierda.
“Bibi, rey de Israel”
Anoche, la sede del Likud, ubicada en la calle King George, rebosaba de militantes coreando el típico eslogan “Bibi, Melej Israel” (Bibi, el rey de Israel). La mayoría de ellos de aspecto normal, de ciudadano medio, la mayoría laicos pero también algún religioso con kippá. “Sabemos que en estos momentos Kajol-Lavan va por delante, pero estamos convencidos de que al final Netanyahu logrará remontar y volverá a derrotar a las encuestas, tal como hizo en 2015”, declaraba Yuval Rubinski pasada la medianoche y cuanto todavía quedaban varias horas para el recuento.
“Netanyahu va a ganar, ¿es que acaso alguien lo duda?”, espetaba Gila Cohen, una simpatizante que había logrado colarse en el acto a través de un amigo afiliado al Likud –escenificado con grandes medidas de seguridad, especialmente antes y durante la presencia de Netanyahu, que acudió acompañado de su mujer, Sara. Ambiente sin duda de fiesta y de victoria en el marco de una excelente organización y con un gran derroche de medios.
A poca distancia de éste celebraban igualmente los militantes de Kahol-Lavan, que también clamaban victoria dentro de un despliegue más caótico y austero (a esas de horas de la madrugada las encuestas a pie de urna colocaban a Gantz un par de escaños por encima del Likud). “En estos momentos vamos por delante, pero todo puede pasar”, señalaba con cautela Sharon Saganiego, una joven israelí de origen sefardí. “Es interesante ver cómo la gente ha concentrado el voto en los dos grandes partidos, cuando normalmente queda muy repartido entre partidos pequeños”.
Entre los cientos de personas allí congregadas –con un perfil social diferente, más jóvenes de clase media urbana– se encontraba Gila Shai Bazar, que ingresó en Kajol-Lavan hace cuatro meses después de conocer en persona a Gantz en un acto de campaña celebrado en Modi´in. Funcionaria del ayuntamiento relataba como el exmilitar le dijo: “vamos a revolucionar este país y a hacer historia”. Para Gila ese fue el momento de unirse al proyecto de Gantz.
Quizás no lo hayan conseguido en esta ocasión –dado que todo apunta a que el presidente Rivlin encargará a Netanyahu la conducción de negociaciones con otros partidos para formar gobierno, pero lo cierto es que la plataforma de Gantz ha logrado unos excelentes resultados. Si hacen una buena labor de oposición en la Knesset y Netanyahu intenta modificar el marco legal para evitar ser procesado por los tres casos de corrupción que penden sobre su cabeza –hay partidos como Kulanu que han asegurado que se saldrían de la coalición si lo hace, e incluso ministros del Likud como Gilad Erdan que también se han mostrado en contra de las pretensiones de Bibi para exonerarse de responsabilidad criminal– en ese momento Gantz y los otros generales que ahora conforman el estado mayor de su partido, Ya´alon y Askenazi, podrían lanzar un ataque relámpago en la Knesset y arrebatarle el gobierno al Likud.