El acoso y maltrato a las presas palestinas en las cárceles de Israel: “La venganza está a la orden del día”
Baraa Odeh fue detenida por Israel cuando regresaba a Palestina desde el extranjero y llevada a una base militar, cuya ubicación todavía desconoce a día de hoy. Luego fue trasladada a distintas cárceles israelíes: estuvo presa 92 días entre marzo y junio de este año. Cuatro meses después, esta mujer de 34 años conserva una pulsera de huesos de aceitunas que ella y otras presas hicieron durante su estancia en la cárcel, y sufre las secuelas físicas del cautiverio en condiciones que rozan lo inhumano.
“Las prisiones son la peor creación de la ocupación desde 1948”, dice, refiriéndose al año de creación del Estado de Israel, cuando cientos de miles de palestinos fueron expulsados de sus aldeas. La mujer ha decidido contar su experiencia para arrojar luz sobre las condiciones de las presas palestinas en los pasados doce meses. Destaca que las cárceles israelíes siempre han sido lugares horribles, pero desde el 7 de octubre de 2023, “es como si no existiera la ley a nivel local o internacional”.
Odeh ha sido invitada a hablar de su paso por la cárcel en un evento en la ciudad de Ramalá, organizado por las ONG palestinas Miftah, Addamer y el Centro de las mujeres para ayuda y consultoría legales (WCLAC). Las tres organizaciones coinciden en que el tratamiento que reciben los presos palestinos ha empeorado considerablemente desde los ataques del grupo islamista Hamás del 7 de octubre contra Israel –que, en respuesta a los atentados, lanzó una guerra de castigo contra la Franja de Gaza que continúa más de un año después y que ha causado más de 42.000 muertos.
La mujer de pelo y ojos negros relata su caso ante una pequeña audiencia, con valor y firmeza. En un primer momento, estuvo esposada y con los ojos vendados todo el tiempo, mientras no sabía dónde estaba ni qué pasaría. Después de varias horas, acabó en la prisión de Ofer, en la Cisjordania ocupada. Odeh no sabía por qué la habían detenido, pero denuncia que las autoridades israelíes no necesitaron una razón para encarcelarla y mantenerla en “detención administrativa”. Miles de presos palestinos se encuentran en esa situación, sin acusaciones formales y sin un periodo máximo de tiempo.
“Me hicieron preguntas y, si no contestaba, me amenazaban y me insultaban. Un soldado me agarraba del brazo y me arrastraba de un lugar a otro, y sentía que mientras me agarraba también me tocaba”, cuenta. Tras un interrogatorio de pocos minutos, la trasladaron a la prisión de Asharon, en Israel, donde hay una sección para las mujeres palestinas en una cárcel masculina. Finalmente, la trasladaron a la cárcel de Damon, en el noroeste de Israel, donde estaba con otras presas. Allí se encuentran la mayor parte de las más de 90 palestinas que están ahora mismo encarceladas.
Violencia sexual física y verbal
Odeh, que actualmente realiza un máster en la Universidad de Birzeit (en Cisjordania), se refiere expresamente a la violencia sexual que sufrieron ella y las demás mujeres: “El acoso no tiene por qué ser físico, es verbal, es todo lo que hacen y las herramientas que usan”. Las tres ONG afirman que la violencia sexual ha sido usada de forma sistemática contra los palestinos y palestinas por parte de Israel. Pero las mujeres muchas veces no revelan que han sufrido este tipo de violencia por el estigma social que la acompaña y por el posible castigo, tanto por parte de su entorno familiar y social, como de los soldados israelíes. Por ello, el testimonio de Odeh es tan valioso.
El acoso no tiene por qué ser físico, es verbal, es todo lo que hacen y las herramientas que usan
Un ejemplo de esa violencia sexual es la que sufrió cuando cuando la llevaron a la prisión de Hasharon: los soldados la desnudaron para registrarla y, además de ellos, otros presos la podían ver sin ropa: “Me quejé y rechacé lo que me estaban haciendo, pero cuanto más me oponía, más violentos se ponían”. En esa cárcel, estuvo encerrada en una celda de un metro por un metro y medio, que era “el lugar más sucio” en el que jamás había estado esta mujer, quien admite ser una “privilegiada” en la sociedad palestina porque, gracias a su educación, ha podido adquirir una conciencia para denunciar lo que vivió sin tener miedo o vergüenza.
“Los colchones estaban orinados y el WC estaba lleno de basura; incluso en el baño había cámaras de vigilancia que me observaban”. No había agua corriente ni nada para abrigarse, y las chinches no la dejaban en paz. Dormir era imposible.
En Hasharon, se encontraba en la sección de hombres y el preso que estaba en la celda de al lado la insultaba durante horas, con alusiones sexuales. “Gritaba y no me dejaba dormir”, dice Odeh, quien cree que no es casualidad que la pusieran en esa celda, junto a ese hombre: “Creo que es una de las herramientas que usan contra nosotras”.
Relata otra experiencia, en la prisión de Damon. “Las guardias de prisiones hacían una ronda nocturna cada media hora y trataban de despertarnos con una luz muy fuerte en los ojos. Los primeros días no pude dormir, hasta que mis compañeras de celda que llevaban hiyab me dejaron unas piezas de su velo para que pudiera taparme los ojos y no me despertara con la luz”.
Al igual que destaca el compañerismo y el apoyo entre las presas, que son desde adolescentes hasta ancianas, también señala la falta de empatía de las guardias de prisiones con las mujeres presas. Odeh afirma que las guardias son las que tratan peor a las reclusas, porque “intentan demostrar que son más duras que los hombres”.
“Cualquier cosa que nos pasara en la cárcel, no nos llevaban a la llamada clínica, que ni siquiera era una clínica”, dice entre risas que esconden cierto rencor y dolor. Cuando ella se puso enferma, le dijeron que no tenía nada, pero cuando salió de prisión y fue al médico para hacerse un chequeo, éste le dijo que su salud se había visto afectada. “Todavía estoy sufriendo las consecuencias de las enfermedades que contraje en esos tres meses”, afirma.
Los 92 días más largos
“Sólo estuve en la cárcel 92 días, que fueron los más largos de mi vida, pero comparado con otras presas fueron pocos”. Odeh sabe que algunas de las mujeres que estaban encarceladas con ella siguen entre rejas y que la situación no ha hecho sino empeorar, cuando se ha cumplido un año del 7 de octubre y la guerra continúa en Gaza.
“Nos desnudaban y nos registraban varias veces, aunque estábamos aisladas y no podíamos tener nada” escondido entre la ropa. También registraban las celdas y, cualquier cosa que encontraban, castigaban a las reclusas y les prohibían salir la única hora al día que les permitía no estar en sus celdas. Ella fue castigada por tener una pequeña piedra, con la que se limaba las uñas: “La venganza está a la orden del día, es una forma de vida para los guardias de prisiones”.
Nos daban de comer tres veces al día, pero ni siquiera equivalía a una comida. Eran las calorías básicas para que nuestros cuerpos funcionaran
“Nos daban de comer tres veces al día, pero ni siquiera equivalía a una comida. Eran las calorías básicas para que nuestros cuerpos funcionaran. No nos permitían tomar ni sal ni azúcar, y la comida nunca estaba caliente. Lo único que nos calentaba el cuerpo era una taza de té, sin azúcar; la única cosa dulce que nos daban era una cucharadita de mermelada a cada una por la mañana, pero cuando el número de presas aumentó, teníamos que compartirla”. El gran número de reclusos y reclusas palestinas que hay en cárceles israelíes hace que las condiciones sean aún peores por el hacinamiento.
Finalmente, decidieron que su tiempo en prisión había llegado a su fin. La llevaron a un puesto de control en Cisjordania, que ella no reconocía: “Cuando pregunté dónde estaba, un soldado me dijo que me había llevado a Gaza para matarme y empezó a amenazarme y a decirme lo que me iba a hacer”. Luego, empezó a golpearla por la espalda y las rodillas, mientras ella caminaba hacia la libertad.
“La prisión es uno de los lugares más detestables que la ocupación ha creado, no sólo te destroza el cuerpo sino también el alma”, asegura esta mujer a la que el cautiverio en cárceles de Israel no ha conseguido quebrar. Dice que, al igual que ella, las otras mujeres en la prisión de Damon no son víctimas: “Diría que son héroes y luchadoras, porque luchan contra la oscuridad cada día”.
Sin información sobre las presas de Gaza
La activista Yannah Abu Hassan, de la ONG Addamer, explica que actualmente hay más de 10.000 palestinos en las cárceles de Israel, tanto mujeres como hombres, procedentes de Cisjordania y Jerusalén Este, e incluso ciudadanos árabes-israelíes; pero se desconoce el número de personas que han sido arrestadas en la Franja de Gaza desde el comienzo de la guerra.
“Después del 7 de octubre, no hay forma de saber el nivel de torturas y violencia sexual al que están siendo sometidos los detenidos. Los hombres también están siendo sometidos a formas de violencia sexual”, dice a elDiario.es Abu Hassan. Agrega que “no se puede saber el alcance de la violencia y las verdaderas cifras”, porque en muchos casos “las mujeres no quieren hablar de ello por lo brutal que son estos actos”.
Después del 7 de octubre, no hay forma de saber el nivel de torturas y violencia sexual al que están siendo sometidos los detenidos.
Su organización, junto a Miftah y WCLAC, han recopilado testimonios de presas que han sufrido violencia sexual en las cárceles israelíes, pero su trabajo no ha sido fácil. Addamer presta asistencia legal a los prisioneros: si estos se atreven a contar los abusos que sufren a los abogados, pueden sufrir represalias porque las visitas son monitoreadas. Los propios abogados palestinos y miembros de organizaciones que documentan las violaciones de los derechos en el sistema carcelario israelí están en riesgo.
Desde Miftah han recogido testimonios de mujeres, tanto de Cisjordania como de Gaza, tras su puesta en libertad. Los datos de la ONG revelan que, en más del 80% de los registros, las mujeres son desnudadas y sus cuerpos tocados de forma inadecuada; además, sufren acoso sexual verbal e insultos, y hasta en el 87% de los casos son golpeadas. También más del 50% reciben amenazas contra familiares o amenazas de mostrar a sus familias fotos de ellas desnudas. “El lenguaje usado durante los arrestos e interrogatorios siempre pone en duda el honor de las mujeres”, dice a elDiario.es Hadiya, la representante de Miftah, que prefiere no decir su apellido.
También señala que los militares israelíes conocen la sociedad palestina y saben cómo explotar el pudor y el tabú asociados al cuerpo de la mujer.
“Es muy difícil documentar la violencia sexual, no fue nada fácil recopilar los testimonios porque el estigma que acompaña este tipo de abusos es incluso mayor para los hombres: un hombre que es víctima de violencia sexual nunca va a decirlo. Conocemos un caso no porque la víctima habló de ello, sino porque fue grabado por la cámara de seguridad y posteriormente difundido”, explica, en referencia al caso de violación por el que están siendo juzgados cinco soldados israelíes. “Las víctimas no hablan porque saben que nada va a cambiar y, además, van a ser estigmatizadas por la sociedad”.
La impunidad de la que gozan los miembros de las Fuerzas de Defensa de Israel es un elemento importante, en opinión de Hadiya, quien considera que “no es sorprendente” que se produzcan estos abusos en las cárceles.
“Desde la sociedad civil siempre hemos denunciado que los hombres y mujeres palestinas han sido objeto de violencia sexual, cuando son arrestadas, en los puesto de control [de carretera], en las redadas en las casas. Siempre ha ocurrido en los pasados 75 años, pero ha habido un aumento de la violencia sexual con diferentes tácticas desde el 7 de octubre”.
Más presos y más abusos
Según la Sociedad de Presos Palestinos, la principal organización que trabaja con los detenidos en todos los territorios ocupados, hay 93 mujeres palestinas en cárceles israelíes, más del doble que antes del 7 de octubre de 2023, y 27 de ellas están en detención administrativa.
Su director, Abdulá Zaghany, detalla que un total de 420 mujeres han sido detenidas en el pasado año: activistas, políticas, periodistas, estudiantes universitarias. Muchas de las más jóvenes fueron arrestadas por manifestar en las redes sociales su rechazo al genocidio en Gaza. “Reciben un tratamiento muy duro, la ocupación israelí no diferencia entre hombres y mujeres”, asegura, mientras su teléfono no deja de sonar para informarle de nuevos arrestos y desarrollos en los casos que su organización documenta.
Además, Zaghany denuncia que las visitas a los y las reclusas están suspendidas desde el 7 de octubre. Ni las familias ni la Cruz Roja pueden visitarlas. Sólo los abogados, cada dos o tres meses. “No reciben asistencia médica, ni los productos de higiene, ni ninguna de sus necesidades básicas están cubiertas. Además, sufren torturas y el hambre”, añade. Desde el 7 de octubre de 2023, “la vida de las prisioneras y los prisioneros se ha convertido en un infierno”.
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