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600 muertos después, Suecia mantiene su estrategia ante el coronavirus sin perder la calma, pero con dudas

Una imagen de la popular calle peatonal de Drottninggatan en Estocolmo el 1 de abril.

Iñigo Sáenz de Ugarte

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Hay un país de Europa donde los bares y restaurantes no han parado de servir copas y platos y las peluquerías están abiertas. Ese país es Suecia, que está embarcada en la estrategia de inmunidad de grupo sin las medidas drásticas que caracterizan a otros países. El experimento no está exento de riesgos. 591 personas han muerto por coronavirus desde el inicio de la crisis. Una iniciativa del Gobierno en el Parlamento podría indicar que ya están preparando el plan B.

Reino Unido jugó durante un tiempo con la idea de formar inmunidad de grupo hasta que el Gobierno tiró la toalla. Hoy tiene 55.000 casos, 3.634 muertos y a su primer ministro en la UCI de un hospital. Suecia (10 millones de habitantes) no ha sufrido tantos sobresaltos y su Gobierno parece contar con el apoyo de la opinión pública.

Al otro lado de la frontera, Noruega (5,5 millones de habitantes) ha adoptado un estilo muy diferente con las medidas restrictivas habituales en Europa. Su cifra de muertos hasta ahora es de 88.

El primer ministro sueco, el socialdemócrata Stefan Lofven, se puso en manos del responsable de epidemiología de la Agencia Pública de Salud. Anders Tegnell lidera un programa que se basa en recomendaciones a los ciudadanos y en limitar al máximo las prohibiciones con lo que no se castiga en exceso a la vida económica del país. Las concentraciones de más de 50 personas no están permitidas, pero los colegios de primaria están abiertos. Los alumnos de secundaria y universidad reciben las clases vía internet. Bares, restaurantes y gimnasios siguen abiertos al público y en las terrazas de los primeros abunda la gente. Se recomienda el teletrabajo, con lo que muchas oficinas casi están vacías.

“Todos los países están intentando hacer lo mismo”, ha explicado Tegnell. “Nosotros estamos intentando que (la enfermedad) se extienda lo más lentamente posible. No encontrarán a nadie en el mundo que esté trabajando en esto y que piense que puede erradicar la enfermedad”.

En el estilo habitual de la sociedad sueca, el Gobierno ha preferido optar por apelaciones a la responsabilidad ciudadana. Por eso, se pide a la gente que guarde distancias en público y que no hagan viajes en las vacaciones de Semana Santa. Las imágenes del centro de Estocolmo revelan que cada uno respeta las recomendaciones a su manera.

El profesor Tegnell, ahora un asiduo en programas televisivos para explicar sus ideas, es de los que piensan que un exceso de prohibiciones haría que al final mucha gente no las respetara (“encerrar a la gente en casa no funciona a largo plazo”). No ha prometido que Suecia se salvará del coronavirus, sino que con el sistema en vigor los hospitales podrán asumir la llegada de pacientes sin quedar desbordados. El Gobierno afirma que un tercio de las camas de UCI está aún disponible para nuevos enfermos.

Todo esto no quiere decir que la sociedad sueca esté segura de que todo va a funcionar. En los últimos días, se ha producido una escalada en el número de muertes hasta extremos preocupantes. Tegnell no oculta que el país ha entrado en una nueva fase: “Desgraciadamente, creo que nos hemos situado en un nuevo nivel. La curva empieza a empinarse un poco, pero en conjunto pienso que sigue siendo bastante plana”, dijo el epidemiólogo el pasado jueves.

Este martes, se anunció que otras 114 personas habían muerto, aunque esa cifra incluía también datos del fin de semana entregados con retraso. Fue el mayor incremento visto en el número de fallecimientos en un día. Tegnell destacó un pequeño descenso en la cifra de nuevos casos. La semana pasada, hubo una media de 40 muertes diarias.

Son los datos que salen de las residencias de ancianos los más alarmantes. “Estamos intranquilos por los ancianos. Casi la mitad de los enfermos son los de más edad”, comentó.

Las nuevas circunstancias han hecho que el Gobierno anuncie que presentará en el Parlamento un proyecto de ley para que el legislativo le conceda poderes con los que aprobar medidas de emergencia por decreto. La oposición ha dicho que le dará los votos necesarios para que salga aprobado. Así podría cerrar locales públicos de forma urgente, como esos bares que aún están abiertos, y “actuar más rápidamente si fueran necesarias más medidas”, según dijo la viceprimera ministra, Isabella Lovin. Puede ser el inicio del cambio de estrategia o un aviso más serio a las personas que no cumplen los consejos de las autoridades.

De momento, el Gobierno cuenta con el beneficio de la duda concedido por los ciudadanos. Un 77% de ellos apoya las medidas tomadas, según una encuesta de la empresa Kantar Sifo, doce puntos más que a mediados de marzo. La popularidad del primer ministro Lofven también ha crecido.

Críticas entre los científicos

La estrategia cuenta con críticos en la comunidad científica. A finales de marzo, 2.300 científicos firmaron una carta abierta dirigida al Gobierno en la que pedían medidas más duras. Una de las firmantes, Cecilia Soderberg, profesora de microbiología, dijo a Reuters que se debería cerrar los accesos a Estocolmo, donde se han producido la mitad de los casos: “Deberíamos controlar la situación. No podemos llegar a una situación donde acabemos en un caos total. Nadie ha probado este camino. Entonces, ¿por qué deberíamos probarlo primero en Suecia sin que haya un consentimiento informado de la gente?”.

Un matemático de la Universidad de Lund llegó a decir que Tegnell estaba jugando a la ruleta rusa con la población sueca. “¿Cuántas vidas están dispuestos a sacrificar para que no haya un mayor impacto en la economía?”, se preguntó un epidemiólogo.

Los otros países nórdicos han seguido un camino muy diferente. Noruega y Finlandia pusieron en marcha medidas de distanciamiento basadas en el confinamiento. Con 88 y 34 fallecimientos, ahora ya están planeando levantar algunas restricciones tras la Semana Santa. El daño económico ocasionado por esas restricciones es real.

El índice de desempleo ha subido en Noruega del 2% al 14%, también influido por la espectacular caída del precio del petróleo. El Gobierno sueco estima que el suyo subirá, pero sólo hasta el 9%, y que el PIB caerá el 3,8%, una cifra muy inferior a la que se sufrirá en el resto de Europa.

Los datos indican que Suecia pagará un precio por el coronavirus en términos de vidas humanas. A finales de marzo, el número de reproducción (cuántas personas de media son contagiadas por cada infectado) era de 2,47 en Suecia y de 0,97 en Noruega.

Cada país es diferente por sus circunstancias sociales, culturales y demográficas. Suecia cuenta con la ventaja de que es el país de Europa con el mayor porcentaje de personas que viven solas, según Eurostat. Un 52% de los hogares sólo tiene un ocupante (en España no llega al 30%). El sistema de protección social permite que a casi nadie se le ocurra ir enfermo a trabajar. El teletrabajo ya era muy frecuente antes de esta crisis. Y se dice que los suecos no son muy dados a acercarse mucho a otras personas cuando hablan con ellas.

Ahora se trata de que se queden en casa el mayor tiempo posible para que el profesor Tegnell y el Gobierno no tengan que cambiar de estrategia.

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