La tensión política crece en Senegal tras el golpe de mano del presidente para aplazar las elecciones
Cuando se estrenó 2024, todas las miradas estaban puestas en las elecciones presidenciales del año en el continente africano. Entre ellas, las de Senegal. La realidad es que un mes después, y a las puertas de la campaña electoral, la que es una de las democracias más fuertes de África Occidental ha vivido uno de sus mayores golpes. El pasado sábado, el presidente senegalés, Macky Sall anunció durante un discurso a la nación que los comicios presidenciales quedaban postpuestos. Hicieron falta menos de 24 horas para que Dakar se alzara en protestas.
No son las primeras. En verano de 2023, la detención de Ousmane Sonko, líder del partido opositor Patriotas de Senegal por el Trabajo, la Ética y la Fraternidad (conocido como PASTEF por sus siglas en francés), generó una oleada de manifestaciones y colapsó la popularidad del presidente Macky Sall.
A pesar de que, desde su independencia en 1960, Senegal nunca ha sufrido golpes de Estado ni guerras civiles, es la primera vez desde 1963 que se posponen unos comicios a la presidencia. Su historial político recoge 14 elecciones presidenciales y parlamentarias y un amplio paquete de instrumentos internacional de derechos humanos ratificados y firmados.
Ahora, a diferencia de sus países vecinos en la región –como Burkina Faso o Mali– que sí han experimentado golpes militares, las últimas tendencias autoritarias del presidente Macky Sall, envalentonadas por la detención y encarcelamiento de Sonko, han levantado sospechas y crispación social en este baluarte democrático de África occidental. A la inestabilidad política en el propio Parlamento senegalés se suman los vestigios de la herencia colonial acompañados de un discurso anti-Françeafrique. En la actualidad, el idioma oficial es el francés, la educación y la prensa está, en su mayoría, impartida y escrita en francés y la moneda nacional es el Franco de África Occidental (CFA).
Crisis política
Durante el anuncio del aplazamiento de las elecciones, Sall expresó que existían diferencias entre la cámara legislativa y el órgano constitucional en relación con la verificación de los candidatos en lista para dichos comicios. El jefe de Estado, que lleva liderando el país desde 2012, apuntó que días atrás se había creado una comisión parlamentaria que investiga a dos jueces del Consejo Constitucional por presuntas irregularidades en la aprobación de candidaturas. Unas irregularidades que sobre todo atañen a aquellos candidatos que tienen doble nacionalidad franco-senegalesa, prohibida en los textos constitucionales del país.
Hay 20 candidatos a las elecciones de un total de 25 que aspiraban a participar. Entre los excluidos, hay dos nombres que destacan. El primero: Ousmane Sonko. El joven se ha erigido en un emblema de las manifestaciones que llevan agitando el país varios meses y era el principal opositor de Sall antes de que fuera condenado y encarcelado. Macky Sall no buscaba revalidar su candidatura, ya que no se presentaba a los comicios de 2024, pero sí buscaba aunar fuerzas y apoyar al candidato más afín. Aquí llega el nombre de otro de los excluidos de la lista electoral: Karim Wade.
Karim Wade, hijo del expresidente Abdoulaye Wade, predecesor de Macky Sall, es la huella del establishment. En 2009, su padre lo nombró primer ministro, pero a los tres años fue condenado a seis años de prisión y a una multa por desviar fondos de su ministerio a paraísos fiscales como las Islas Vírgenes Británicas o Panamá. Wade pasó desde 2013 hasta 2016 en la cárcel, pero Sall, también motivado por su relación personal con el padre de este, le amnistió antes de que terminara su condena. Aun así, Wade huyó del país y entonces Sall consiguió asegurar su segundo mandato en 2019. A partir de entonces, y a sabiendas de que el actual presidente no iba a optar a otra legislatura, comenzaron los acercamientos con “el heredero”.
A pesar de que Wade, candidato por el Partido Democrático, renunció a su nacionalidad francesa, la comisión electoral advirtió que no había llegado a tiempo. Sall había apostado por su perfil y ahora, con las demandas judiciales de por medio y un Wade desclasificado, la solución ha llegado con un aplazamiento de las elecciones. Por su parte, la decisión ha sido bien acogida por el partido de Wade, que fueron vistos celebrándola. “Magnificamos esta decisión porque es una decisión que hace justicia”, dijo el dirigente juvenil del partido, Franck Daddy Diatta.
En las calles, el aplazamiento ha desatado fuertes protestas, a menudo dispersadas con gases lacrimógenos por la Policía, y el Gobierno senegalés ha cortado las conexiones de internet móvil.
Opacidad en la separación de poderes
Al anuncio electoral también se suma la incertidumbre sobre las decisiones políticas y el control del presidente hasta el 15 de diciembre, nueva fecha que ha aprobado el Parlamento para la celebración de los comicios. Según Sall, la Asamblea Nacional formará un comité para supervisar las acciones del Consejo Constitucional, una medida que preocupa entre la sociedad senegalesa por el respeto de la separación de poderes.
Si los diputados del Parlamento tienen la última palabra a la hora de validar las candidaturas, será el partido líder, el de Macky Sall, el que tome la decisión final para decidir quién puede entrar en la lista electoral y quién, por el contrario, se quedará fuera.
Los nuevos planes no solo preocupan a la sociedad civil sino también a los principales candidatos de la oposición. Especialmente, a Bassirou Diomaye Faye, compañero de Sonko en PASTEF que actualmente se encuentra bajo arresto por cargos de desacato al tribunal, disturbios públicos y difamación en redes sociales.
Reacciones regionales e internacionales
La reciente declaración de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (conocida como CEDEAO) expresa su preocupación por los motivos que han llevado a la postergación de las elecciones. En su comunicado oficial, la organización hace un llamamiento a la clase política para resolver las diferencias a través del diálogo.
Por otro lado, la Alianza de Estados del Sahel (AES), recientemente formada por los gobiernos golpistas de Mali, Burkina Faso y Níger que se retiraron de la CEDEAO, ha adoptado una postura mucho más crítica. La AES ha acusado a Sall de planear un golpe de Estado institucional, sin miras a la Constitución del país. Algunos líderes africanos también se han posicionado. En el caso del presidente de Guinea-Bissau, Sissoco Embaló, en pro de la decisión de Sall, expresando su respaldo al presidente senegalés.
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