Comer en bares y restaurantes de Malasaña, además de otros apuntes gastronómicos.
Por Lu
Bueno, bueno, en julio escribí un artículo, este, en el que comentaba «Que quieren brunch, ¿qué tal un brunch muy y mucho español-madrileño? Con pan con aceite de oliva, tomate y buen jamón, tortilla, chocolate con churros (bañados en chocolate blanco, negro, con virutas de chocolate para hacerlos más fotografiables, si quieres) […]» Y aquí están esos churros, al lado de los pollofres, en Chueca; sí, una vez más, me he salido del barrio, ¡muy mal!
Visto esto, es decir, que se cumplen mis propuestas (que no deseos), y que la peluquera le ha dicho a mi madre que es año bisiesto y todo va a ir bien, ¡estoy segura de que va a ser un año fastántico!
Seguimos con la cuestión gastronómica. Se llaman «Churrocks» porque son unos churros que «rock», es decir, que son lo más de lo más, que molan. Ya ves. Y, además de frases vinculadas a las cuestiones sexuales a las que se presta esta fruta de sartén, lo promocionan con escritos en sus paredes como «después de una noche de perrear, una mañana para churrear» o algo así. Vamos, que el público al que está enfocado está claro.
Para acompañar, un poco de movimiento de caderas, no es perreo, pero sí es rock (& roll).
Así que let’s rock, aquí hemos venido a jugar, un año más, estemos en una cárcel o no: ¡buenos días, 2024!
Bueno, el local churrockero es el típico propio para atraer a público juvenil, influencers y personas que disfrutan de Madrid en puentes y festivos. Tiene su zona de pared con grafitis con frases como la anteriormente mencionada, su color rosa chicle y aires rockeros y presenta una oferta perfectamente tiktokeable o instagrameable, así que todo bien por la parte del marketing. La ubicación no sé si es la más adecuada, creo que en Malasaña tendría más tirón, pero todo es que algún ser que influya en las masas pase por ahí y, ya está, solucionado, ¡público por una temporada! Hasta que haya que ir a otro sitio.
A nivel gastronómico, como a todos los niveles, tengo mis prejuicios y, aunque trato de atenuarlos, ahí están, siempre dispuestos a actuar. Y mis prejuicios me dirían, ¡quiero ver cómo fríen los churros delante de mí! ¡Quiero olor a fritanga! ¡Quiero ver el chocolate dando vueltas e hipnotizándome con su contoneo! No quiero estética derivada de un estudio de mercadotecnia, quiero una familia de toda la vida gestionando el local, ¿y qué es eso de toppings, o coberturas, sobre los churros, qué invento es ese? Y de esa forma, con mis prejuicios, me reafirmaría como un ser principalmente tradicional y, en consecuencia, cerrado. Y me alejaría, una vez más, de la mayoría de la población y, bueno, aquí me quedaría, más sola que la una, en mi isla guanchis de prejuicios perfectamente planchados, donde todo es calidad y buenos alimentos. Vale, pues no está mal empezar el año probando algo que, por prejuicios varios, no probaría. En cualquier caso, aunque pruebe algo que a mucha gente puede gustarle y, por prejuicios, en principio, a mí no, como escribo tampoco le gusta a mucha gente, así que estoy en las mismas, siempre en mi propio círculo vicioso. Es lo que hay. Bueno, el caso es tratar de entender o probar…
A continuación, una foto de la colorida oferta del lugar.
Empezamos con un latte (3,20 €), como llaman a un caffè latte, en este caso con sabor a Kinder. Va con hielo y estamos a 2 °C por lo que me lo llevo a casa y la mano se convierte en parte del vaso, a pesar de ser de plástico, muy navideño todo. Este latte no aporta nada al mundo mundial, está bastante aguado, sabe a café y poco a Kinder, supongo que en verano será más apetecible, no sé por qué me dio por probar algo con hielo, debo ser algo masoca. En principio, en invierno, puede uno pasar perfectamente sin probarlo. En verano puede resultar hidratante, así que bien, siempre está bien hidratarse.
Luego, unos churros tradicionales con chocolate, 6 churros (4,90 €). Pues sí, bastante apañados, últimamente con la caída de calidad de los churros de la calle Espíritu Santo, que eran mi referente en la zona tiempo atrás, podría decir que estos están mejor. A pesar de que no los fríen en el acto, a pesar de que son más gruesos de lo esperable, a pesar de que están ahí conservados al calorcito, a pesar de todo eso, están bien. No son grasosos, la masa es ligeramente crujiente por fuera y por dentro suave. A diferencia de los churros más tradicionales, más estrechos, no están muy muy crujientes, pero compensan esta deficiencia con un agradable y delicado interior. Están bien. No se podría decir que son churros tradicionales, pero están apañados. Por su parte, el chocolate es ligerito y bastante dulce. No es un gran chocolate, es un chocolate sin aromas donde prevalece el dulzor, pero va bien con los churros; él solo no aporta nada.
En cualquier caso, el conjunto, ¡bastante mejor de lo esperado por mis prejuicios! Y tampoco es plan de ponerse exquisitos, hasta hace poco los churros se daban graaandes paseos colgados de un alambre cual collar de perros salchicha y en gran parte de las cafeterías típicas siguen ofreciendo churros recalentados ¡y tan panchos!
Y, luego, vamos con los fuegos de artificio, 5 churros con toppings (4,90 €). Hay muchas cositas para ponerles, chocolate, caramelo, especie de M&Ms, trocitos de galletas Lotus, de Oreo… Elijo la mitad con Nutella y la otra mitad con chocolate blanco, para M., y luego unas bolitas crujientes de chocolate que parecen pequeñas perlas de río, creo que las he elegido en honor a mi madre y a mi abuela, que eran joyeras; el inconsciente es un tipo raro, ¿o es el subconsciente? Pues bien, los churros, como en el caso anterior, son agradables y buena gente. Resultan una variación italianizante —por la Nutella— de los churros con chocolate que no está mal, esto en un restaurante de lujo podría titularse algo así como «una revisión en clave moderna del tradicional churro madrileño» y si la crema de chocolate fuera más suave y delicada, tal vez de un solo color, y la presentación menos informal (incluso con las perlitas), ¡quizá diríamos que es una maravilla, qué genialidad, qué cocinero incredibilis y blablablá! Sigo con lo mío. Aquí el chocolate se presenta en forma de crema de chocolate blanco y de Nutella, menos líquido que un chocolate a la taza típico —aunque los hay igual de espesos—, diferente. Son más unos churros bañados, muy aseados ellos, y engalanados para las fiestas con sus perlas, que les van estupendamente, dando un punto crocante y, por lo tanto, un punto más de vidilla al conjunto. Pues me han gustado, son simpáticos, alegres y perfectos si necesitas un subidón de azúcar.
En resumen, puedo decir que este sitio está bien si te apetecen unos churros diferentes, con coberturas barrocas e incluso rococós, o sin ellas si eres más de tradición, unos churros que no están mal; sin duda, son mejores que la mayoría de los que ponen recalentados en muchas cafeterías de toda la vida. Son una cosa divertida, curiosa, para disfrutar con amigos o en pareja en casa o por la calle, pues en el local no hay espacio.
Bueno, está bien, ha sido un comienzo de año ligero, desprejuiciado, sin grandes rollos, a ver si sigo así.
Vaya, bueno, lo dejo ahora, solo una cosa... Como mi propuesta de churros para un determinado público se ha hecho realidad, y ni siquiera era un deseo, aquí lanzo un deseo a ver si hay suerte: ¿qué tal si empezamos a comer de calidad en casa, a cocinar a diario, a usar materias primas sostenibles y sabrosas? ¿Qué tal si de verdad nos dedicamos a la dieta mediterránea y comemos poca carne (menos de dos raciones a la semana) y mucha verdura y algo de pescado? A ver si lo conseguimos y acabamos con la cría intensiva de animales, que es una gran barbaridad, perfectamente aceptada, como tantas otras, pero una gran barbaridad. No es cuestión de dinero, es cuestión de mentalidad, de educación. Lo dejo.
Churrocks se encuentra en calle Gravina 3.
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