Cuando el joven Juan Carlos I fue vecino de Chamberí
Tenemos la idea –real– de que la realeza vive lejos de nosotros, normalmente en el Palacio de la Zarzuela y otras residencias que conocemos más por papel couché. Sin embargo, pocos recuerdan que, durante un breve lapso, el futuro rey de España estableció su residencia en el distrito de Chamberí, a orillas del Paseo de la Castellana y junto al Paseo de Eduardo Dato.
Es conocido que Juan Carlos vino a España a ser educado cerca de Franco en 1948, cuando contaba con diez años. Entonces, el Régimen reclutó a unos cuantos hijos de la nobleza española e improvisó un colegio en la finca Las Jarillas, que tenía el Marqués de Urquijo en las inmediaciones de Colmenar Viejo. Tras un ir y venir de Estoril a España, al vaivén de las relaciones entre su padre y el dictador, Juan Carlos y su hermano volvieron a estudiar en España el otoño de 1950, bajo una fórmula parecida en el donostiarra Palacio de Miramar.
Don Juan y Franco se entrevistaron a punto de terminar diciembre de 1954 en la finca de uno de los nobles leales a la dinastía, en Salamanca. Juanito, como le llamaban todos entonces, había terminado el bachillerato y había que diseñar su próximo itinerario. Convinieron en que el proyecto de rey debía pasar por las academias militares antes de ir a la universidad (la Academia General de Zaragoza, la de la Armada en Marín y la de aviación en San Javier). Juan Carlos, además, pronto entrará en la vida de los españoles a raíz de su primera entrevista, realizada en abril por Giménez Arnau.
El movimiento monárquico, por cierto, le costó a Franco la oposición de los falangistas, que llegaron a montar una campaña de pasquines ridiculizando al joven borbón (“¡No queremos reyes idiotas”!) y a abuchear en algún acto oficial al propio dictador.
Pero los meses en el interín, hasta viajar a la Zaragoza, Juan Carlos los pasaría en el palacio de los marqueses de Matallanos (padres del marqués de Cubas) que se ofrecieron a alojarle. La residencia era el Palacio de Indo, situado en el solar donde hoy está el edificio de la Unión y el Fénix (Mutua Madrileña). A Juan Carlos no le era desconocido, pues era buen amigo de Fernando Falcó (futuro marqués de Cubas) uno de los niños seleccionados para educarse con él en las experiencias anteriores, y había pasado ya alguna noche que otra en la residencia de los marqueses.
El nuevo hogar era uno de los lujosos palacetes decimonónicos de la zona, con rica decoración –de sus paredes colgaba incluso un Goya–, jardín y todos los lujos que se esperan de una residencia nobiliaria. Durante la guerra había sido utilizado como embajada de Estados Unidos y los marqueses habían vuelto a tomar posesión de ella tras la contienda. En 1964 el Ayuntamiento lo compró para instalar allí su sede, pero acabó siendo demolido y su solar ocupado por el edificio del arquitecto Luis Gutiérrez Soto, en cuyo interior sobreviven algunos árboles del jardín palaciego.
Los nobles dejaron el servicio de la casa a disposición del joven Juan Carlos y la abandonaron temporalmente. Juan Carlos residiría en Chamberí, a orillas de la Castellana, entre enero y junio de 1955.
Su hermano Alfonso, que contaba con catorce años, también había venido a Madrid, donde estudió bachillerato en el colegio Santa María de los Rosales. Al año siguiente, durante unas vacaciones en Estoril, sucedió el conocido accidente por el cual el hermano mayor acabó con la vida del pequeño.
Por lo demás, los días de Juan Carlos transcurrieron entre visitas de personajes ilustres del Régimen, como Monseñor Escrivá de Balaguer, El Pardo, misas dominicales en la capilla de la mansión, cacerías –una afición que ya nunca abandonaría– y citas con amigos, como Miguel Primo de Rivera, Fernando Falcó o María Gabriela de Saboya, hija de Humberto II (último Rey de Italia) que por aquella época era su novia.
Según contó Jaime Peñafiel en el diario El Mundo, en el transcurso de una de estas excursiones a Olmedo, el rey atropelló a un ciclista cuando conducía sin carné. El futuro monarca aún no había cumplido los dieciocho años, pero sus acompañantes de vez en cuando le dejaban ponerse al volante. El incidente se saldó sin consecuencias para el atropellado, que se llevó a casa unos billetes a cambio de olvidar el episodio. El duque de La Torre, que tenía al joven a cargo, preocupado porque la situación pudiera repetirse, le regaló un carné de conducir.
Aunque Juan Carlos marchó a la academia de Zaragoza en junio de 1955, el palacete de la Castellana aún acogió algún acto público con el príncipe, que sería designado heredero de la Corona por Franco en 1969.
1