Okupación Madrid
Recogidas de ayer y de hoy
Hubo una vez una congregación de nobles madrileños que decidieron abrir un establecimiento para recoger de la calle a mujeres de la vida. Esto pasaba hace 400 años exactamente. No crean que el propósito era solo salvar del pecado a las pobres mujeres perdidas. Muchas de ellas terminaban por profesar como monjas pobres al servicio de las señoras de las clases altas que por diferentes razones habitaban aquellos conventos.
Pasados los siglos aquella institución que tomó el nombre de Convento de las Recogidas de Santa María Magdalena entró en decadencia. Faltaban damas a las que servir aunque, desgraciadamente, seguían abundando las mujeres desamparadas. En una jugada del destino un sindicato de clase a modo de desamortización compró las ruinas de aquel convento y las convirtió en oficinas de su alta dirección.
Estamos en la calle Hortaleza de Madrid y el sindicato se llamaba y se sigue llamando Unión General de Trabajadores UGT. El viejo sindicato en un momento de crisis financiera y presupuestaria causada por su mala cabeza para los negocios, recuerden el caso de la cooperativa PSV, decide abandonar el local que ya tenía graves problemas estructurales y se había quedado obsoleto.
Durante unos años tuvo dudas sobre qué hacer con el cascarón de las Recogidas hasta que algún espabilado piensa que el histórico edificio puede ser convertido en un hotel de lujo singular. Necesitan cambiar la normativa urbanística para recalificar el uso del mismo y al final, artes negociadoras y agentes externos por medio, un ayuntamiento de derechas, el actual del señor Martínez Almeida, firma el cambio que va a permitir al sindicato alquilar el edificio por una renta de medio millón de euros. Sin necesidad de invertir un euro en reformas y sin renunciar a un patrimonio sindical, cosa muy mal vista.
Saben ustedes, y si no lo saben se lo cuento yo ahora, que el viejo convento se localiza en medio de dos barrios céntricos de Madrid, Malasaña y Chueca, que son las joyas de la corona de enormes negocios inmobiliarios especulativos y espacio comercial, hostelero y hotelero enfocado al turismo y a las actividades recreativas de la ciudadanía local. Los barrios han sufrido el conocido proceso llamado gentrificación y el escaso tejido vecinal está en proceso de desaparición. Los movimientos ciudadanos y los sectores políticos más concienciados creen que ha llegado el momento de girar o compensar ese proceso y en general son partidarios de reducir las licencias de nuevos hoteles ya que los barrios se han convertido en un inmenso hotel cotidiano a través del fenómeno de las viviendas turísticas o de nuevos inventos de marketing como el llamado coliving.
En esas estamos cuando el movimiento okupa de Madrid percatado de los hechos decide tomar parte del proceso y pasar a los hechos. Entran en el viejo convento y ocupan sus instalaciones.
El sindicato UGT decide declarar la ocupación como un acto de agresión de fuerzas radicales e incluso compara los acontecimientos con incidentes causados en Italia por
movimientos de extrema derecha. Con esa retórica oportunista y con sus propias ganas los servicios policiales someten el edificio a un cierre perimetral tan sólido que ni siquiera se permite el ingreso de víveres y agua para consolidar la ocupación ni tampoco abrir una conversación amistosa con el sindicato para explicar la maniobra de ocupación y su vocación de llegar a un acuerdo que permitiese cambiar voluntariamente el curso previsto de entrega al negocio hotelero denunciado.
El efecto sorpresa se pierde y ante la evidencia de los hechos los ocupantes deciden abandonar el edificio y renunciar a la operación, no sin antes ser debidamente identificados.
Hasta aquí los hechos. Las opiniones son libres. Pero no me quiero despedir sin hacer un pequeño quiebro y desplazarme veinte metros a la acera del frente y entrar en la vieja iglesia de San Antón. Un recinto que en los últimos años se ha convertido en un refugio para los más vulnerables de la sociedad. Personas sin techo, desnutridos ciudadanos sin hogar, mujeres de la vida sin recursos. Los Recogidos de la modernidad urbana. Y todo ello bajo el patrocinio de una ONG católica de perfil progresista, Mensajeros de la Paz.
Paradojas de la historia. Las Recogidas de ayer se convierten en un negocio en el que participa un sindicato de clase y la iglesia de hoy rescata y moderniza la vieja institución de los Recogidos.
Malaventuranzas y bienaventuranzas de Madrid.
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