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El cierre de un centro comercial en el corazón económico de Madrid: “Hunden los negocios y no nos dan alternativas”

Vista general del interior de Moda Shopping, con la mayoría de locales cerrados.

Guillermo Hormigo

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En su artículo La ciudad futura, el ensayista estadounidense Fredric Jameson fijó en 1994 el momento en el que el centro comercial ocupó oficialmente las funciones cívicas que hasta entonces desempeñaba el centro urbano tradicional. En un proceso del Tribunal Supremo de Nueva Jersey con respecto a la distribución de panfletos políticos en estos espacios, la sentencia declaró que “los centros comerciales han sustituido a los parques y plazas que eran tradicionalmente el hogar de la libertad de expresión”. El fallo era así favorable a quienes repartían los pasquines, “que habían argüido que un centro comercial constituye la Calle Mayor de los tiempos modernos”.

Tradicionalmente, este proceso se ha tomado como un triunfo del capitalismo más rampante: un entorno cerrado y completamente enfocado al comercio, a veces apartado del entorno urbano, sustituye a un centro de la ciudad más abierto y colectivo, menos hostil y aislado. Sin embargo, el sistema también puede cansarse de los modelos que impulsa. Si el centro comercial no da beneficios (o no los que se esperan de él), sus dueños no dudan en apostar por otras alternativas. Aunque sea a costa de las vidas y los lazos que se hayan forjado en su interior.

Algo así está ocurriendo en Moda Shopping, en el corazón de AZCA (complejo urbano y económico entre el Paseo de la Castellana y la calle Orense). Mapfre, propietaria a través de su filial inmobiliaria, comunicaba definitivamente a finales de marzo un cierre programado para julio. Moda Shopping opera desde 1988 en los números 38 y 40 de la avenida General Perón, un centro comercial urbano asentado en la zona, pero que en los últimos años ha vivido una progresiva degradación y pérdida de clientes.

Ahora, Mapfre y la compañía International Workplace Group quieren convertirlo en “el mayor coworking de España”: un espacio flexible de oficinas con áreas dedicadas también a la restauración, según adelantó El Confidencial. No importa que a pocos metros, en el 77 de la Castellana, ya esté asentado un proyecto similar en plena expansión: WeWork. En una zona donde las acreditaciones al cuello parecen ser obligatorias hasta para caminar por la calle nunca hay suficientes coworkings.

De hecho, en esas están las primeras personas que se animan a hablar para Somos Madrid en el Moda Shopping. Aunque antes de adentrarse en sus respuestas, es importante situar la estampa de un lugar que no ha parado de perder vida desde que se anunció su clausura. O incluso antes. Pasillos despejados, establecimientos vacíos (los menos) o cerrados a cal y canto (la mayoría). Algunos a medio camino: tiendas de ropa en liquidación y una de objetos de decoración cuyas propietarias están guardando en cajas, con cuidado y con tristeza, los pocos productos que quedaban en exposición.

Pero volvamos a los primeros coletazos de coworking en el entorno. Un grupo de cuatro chicas que pasea por los pasillos reacciona de manera dispar al ser informada del fin de Moda Shopping. Dos de ellas no lo sabían, las otras dos ya tenían constancia y no se muestran particularmente impactadas: “Lo que sorprende viendo la gente que hay es que durase tanto tiempo”. Se dedican al márketing digital en el propio recinto, en una zona ya utilizada desde hace un tiempo para que varias compañías compartan espacio de trabajo: “Parece que pronto tendremos nuevos compañeros”, bromea una de las jóvenes.

Crónica de un cierre ¿buscado?: “Para mí es la muerte”

Exponen también que no les da tantísima pena porque “la mayoría de las tiendas son cadenas”. Sin embargo, no son pocos los establecimientos familiares y modestos que todavía resisten. Dos de los más paradigmáticos son la copistería La Jirafa y el centro de estética Zenya Center. Sus dueñas, Elisa y Ana, se han organizado en la plataforma Afectados Mapfre para frenar el cierre o al menos recibir a cambio una compensación justa por parte de la compañía.

Sus historias son las de dos mujeres que han consagrado sus vidas a sacar adelante unos modestos negocios, y que ven como de la noche a la mañana su presente y su futuro se tambalea. Ana lleva 18 años instalada en Moda Shopping. Los padres de Elisa abrieron La Jirafa poco después de que el centro comercial echase a andar. Luego se marcharon a otra ubicación, pero regresaron en 2019. Los propietarios les prometieron una gran inversión en el centro comercial que lo convertiría en un enclave de referencia dentro de una zona en expansión de la capital. La realidad ha acabado siendo muy distinta: “Llevamos meses de muchísima incertidumbre en los que sentimos que no nos están diciendo lo que pasa de verdad”.

Ana habla de una campaña de desinformación para camuflar las verdaderas intenciones de la propiedad: “Han salido noticias diciendo que nos han indemnizado, o que estamos de capa caída por el covid. Es mentira. Mapfre lleva años sin alquilar locales, y eso que sabemos de primera mano que han recibido solicitudes. A la vez, han ido dejando sin contrato a negocios que ya estaban instalados. A muchos les renovaban por periodos muy cortos con excusas como que había programadas obras de renovación. Con esto han conseguido que los comerciantes se fueran yendo y Moda Shopping se haya quedado cada vez más vacío”.

Esta autónoma defiende que los intereses de Mapfre en el edificio “han contribuido a hundir los negocios”, a la vez que a las personas que todavía resisten “no nos dan alternativas”, o al menos ellas las consideran manifiestamente insuficientes. En el caso de Ana, cuyo contrato vence en 2025, le ofrecen un nuevo local para ese año. “Pero yo no puedo cerrar hasta entonces, perdería a toda mi clientela. ¿Le digo a la gente que durante ese periodo no pueden hacerse las uñas? Para mí es la muerte”, asegura.

Además, en su caso los efectos sobre la facturación llevan meses haciendo mella. Desde que recibieron la primera notificación sobre un posible cierre, allá por noviembre, no ha podido ofrecer tratamientos de estética a largo plazo ante la posibilidad de no culminarlos. “Y la mala gestión, el abandono del centro comercial, lleva mucho más tiempo. Yo llevo perdiendo dinero cuatro años porque desde mucho antes del covid lo están dejando morir”, afirma Ana. Cuenta que duerme muy mal desde hace meses y sufre problemas de salud debido al estrés y la ansiedad que todo este proceso le está provocando.

La última oferta que Mapfre ha puesto sobre la mesa les parece igual de “surrealista”: que los (pocos) negocios que así lo deseen puedan quedarse en el inmueble con el centro comercial ya cerrado y mientras se ejecutan las obras para transformar su uso, hasta que venzan sus contratos. Ana y Elisa exigen en cambio “indemnizaciones justas” dado que las condiciones de dicho contrato han sufrido modificaciones sustanciales por las actuaciones de Mapfre. Ya han puesto el asunto en manos de sus abogados. “Saben que a efectos prácticos nos tenemos que marchar así que están esperando que lo hagamos por nuestra cuenta para no darnos nada a cambio”, protesta Elisa. Somos Madrid ha tratado de ponerse en contacto con la gerencia de Moda Shopping para contar con su visión de estos hechos, pero de momento no ha obtenido respuesta.

El éxito tampoco es una escapatoria

Incluso con una situación tan precaria a su alrededor, en Moda Shopping también hay brotes verdes. Eso sí, no se van a librar de ser cortados de raíz. Es paradigmático lo que va a ocurrir con Sector 77, la escape room interior más grande de Europa. Llegó hace un año al centro comercial, de la mano de The Freak Factory y Fever. Daniel, uno de sus responsables, relata que la respuesta ha sido muy positiva y han obtenido unos resultados estupendos. Pese a ello, les obligan a marcharse y lo único terrorífico que quedará en el recinto serán los pasillos vacíos.

“No nos han dado ninguna opción, y eso que realmente nuestro espacio pertenece a otro edificio [aunque no hay ninguna pared de separación, una línea en el suelo deja clara la demarcación]. Ya estamos buscando otro sitio y esperamos tenerlo para otoño. Pero las condiciones de tamaño que tenemos aquí son muy difíciles de igualar. Encima la ubicación es estupenda”, comenta Daniel. Sobre este último punto, subraya que “si este centro comercial cierra es que alguien no está haciendo bien su trabajo”. Recuerda en este sentido un hecho muy ilustrativo: “En Navidad pusieron los villancicos y la decoración el 23 de diciembre, cuando ya casi deberían estar pensando en recogerla. Yo creo que eso ejemplifica muy bien la dejadez de los propietarios”.

Según este apasionado de las escape rooms, el proceso que están sufriendo tiene su origen en el poco afán de Mapfre por seguir implicado en el sector: “El centro comercial surgió para dar servicio a los empleados de Mapfre en la zona, es una empresa que no se dedica a estas cosas. Fue creciendo y creciendo, pero en cuanto han visto que el interés en el modelo ha bajado le están buscando una salida, aunque sea a costa de quienes nos lo curramos aquí día tras día”.

La excepción hostelera

Ya desde el mediodía, la zona de terrazas es claramente la que muestra mayor actividad en Moda Shopping. A la hora de comer se vislumbran incluso llenos. En alguna mesa se estará cerrando un trato comercial, en otra se celebra la adquisición de una nueva firma. Puede que en una tercera simplemente se despotrique contra lo flipado que es el jefe. La mayoría de estos establecimientos también están a puntos de parar su actividad, aunque el futuro coworking plantea el mantenimiento de locales de restauración y pueda ser un cese temporal.

En Navidad pusieron los villancicos y la decoración el 23 de diciembre, cuando ya casi deberían estar pensando en recogerla. Eso ejemplifica muy bien la dejadez de los propietarios

De acuerdo a lo que explican varias personas que conversan con este medio, la reconversión va a ser mucho menos traumática para la hostelería del Moda Shopping. También debido a que muchos pertenecen a cadenas, por lo que pueden permitirse reubicar a sus trabajadores (en el peor de los casos prescindir de algunos) hasta que retomen la actividad en el futuro espacio. Quizá a eso se debe que los encargados de negocios de restauración prefieren guardar silencio cuando sale el tema de la clausura.

Tampoco sueltan demasiada prenda los empleados de seguridad. Uno de ellos desliza que les contrata una empresa externa, como suele ser habitual, así que no esperan demasiadas modificaciones. Cree que quizá trasladen a cuatro de las once personas que forman el equipo a las oficinas de Mapfre en el mismo edificio, mientras el resto se mantienen en su puesto actual durante las obras.

Sin embargo, algunas trabajadoras de empresas con varias sucursales sí reconocen su incertidumbre. Es el caso de Ana, dependienta de la tienda de moda Sebago: “De momento estamos en punto muerto y no sabemos si nos reubican o qué va a pasar”. Ana legó a la sede en Moda Shopping, abierta desde 1999, en abril. Antes integraba la plantilla en la de calle Serrano.

Su relato tiene muchas coincidencias con el del resto de personas que aún integran el ecosistema del centro comercial: “Esto es un erial, pero es normal porque desde hace meses más de la mitad de las tiendas están cerradas. Nadie viene a comprar, como mucho a tomar algo al mediodía o a la hora de comer. Si acaso se pasa el cliente habitual que sabe que seguimos aquí, pero no hay tráfico de gente”. Ese cliente que en poco tiempo quedará huérfano y condenado al modelo de centro comercial que tanto ha exportado Madrid de Estados Unidos: el de las afueras, al que es una odisea llegar si no es en coche. Porque los negocios humildes pierden otro espacio en AZCA, la ciudad futura.

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