Vecinas abren un grupo de WhatsApp para cambiar entradas de una piscina pública y les acusan de ser un “cártel de familias”
Conseguir entradas para las piscinas municipales de Madrid se ha convertido, en algunos casos, en una gincana digital equiparable a las colas virtuales de las giras internacionales de las estrellas del rock. La piscina de Peñuelas (barrio de Acacias, Arganzuela), se lleva la palma. Ofrece un entorno muy agradable, con arbolado adultos y césped, pero se ha demostrado claramente insuficiente para las 150.000 personas del distrito de Arganzuela y los vecinos del distrito Centro, especialmente de la zona de Embajadores-Lavapiés, a las que también da servicio de facto.
Para intentar conseguir una entrada hay que ponerse una alarma en el teléfono a las 15.00 y entrar corriendo a la aplicación (a esa hora salen a la venta las del turno de tarde de dos días después). A las 15.01 ya no queda ni una sola de las 585 entradas que componen el aforo de la instalación. A partir de ese momento, solo estarán en taquilla un 5% de las entradas, para mayores de 65 años y personas con discapacidad.
La situación de escasez llevó a R. (prefiere no aparecer con su nombre completo) a abrir un grupo de WhatsApp que pusiera en contacto a los vecinos para tratar de optimizar los recursos y evitar que se desaprovecharan entradas. “Hice el grupo porque soy madre y maestra, y el año pasado ya había observado que, cuando queríamos ir a la piscina, no quedaban entradas. Se comentaba en diferentes entornos del barrio, como el colegio, donde se daba la situación de que a la gente le surgían asuntos de última hora y le sobraba alguna entrada que, o se intercambiaba o se desaprovechaba. Este año pasaba igual”.
Además, R. había estado colaborando con la asociación Hola vecinas, que lleva a pequeños de familias de bajos ingresos a la piscina para enseñarlos a nadar, y pensó en preguntar en su círculo por entradas sobrantes para cederlas. La experiencia de Hola vecinas, a quienes dedicamos un artículo, es significativa, para la situación de Peñuelas. El fin de semana pasado consiguieron adquirir entradas para todo el grupo en la piscina de San Fermín (Usera) pero en Arganzuela es impensable.
Así fue madurando en la cabeza de R. la idea de crear el grupo, “la función es intercambiar, donar o comprar por el mismo precio”, explica R. Pronto creció hasta 400 personas participantes, que se han autoorganizado para dotarse de normas de funcionamiento, pero no ha cambiado su naturaleza.
El pasado viernes los participantes en el grupo asistieron con asombro a la aparición de un cartel en la propia piscina que acusaba a “un cártel de padres y madres” de acaparar de forma organizada las entradas de la piscina para repartírselas. Aunque duró poco, el hecho fue recogido ese mismo día en un artículo del diario ABC que llevaba al titular la expresión “cártel de padres”. Incluso ha surgido algún meme con la imagen de la serie televisiva sobre Pablo Escobar, aludiendo a esta situación, que se ha movido en redes sociales.
R. lamenta de que algunos mensajes posteriores al famoso cartel y a la noticia tengan tintes anti-familia en vez de centrarse en el problema de fondo: la falta de piscinas para todos los vecinos. Ella misma participó en la sección de Lavapiés de la Termometrada – donde se registraron algunas de las temperaturas más altas de la jornada–. “No hay árboles, no hay espacios para resistir el calor, no entiendo que se centre el discurso en culpabilizar a las familias y vecinos que nos organizamos para que se aprovechen mejor los recursos públicos” , dice.
Carola es vecina de Lavapiés y una de las usuarias del grupo, que conoció cuando intentó devolver su entrada porque le había surgido un imprevisto. “Llamé al propio centro para hacerlo porque sé la escasez que hay y me dijeron que no se puede –los empleados son fantásticos, pero no hay forma– entonces conocí el grupo y entré. Lo lógico sería que el Ayuntamiento hiciera un servicio de devolución de entradas, pero, si no es así los vecinos nos organizamos”, explica Carola, que es usuaria individual de la piscina, sin niños a su cargo, y que expresa el miedo a que el Ayuntamiento trate de ampliar el aforo de la piscina talando parte de los árboles que hacen de Peñuelas un oasis urbano.
Curiosamente, el cartel de la discordia y algunas voces del grupo de intercambio de entradas con las que hablamos coinciden en un punto. Quizá, nueve entradas por persona en el entorno de escasez en el que nos movemos sea excesivo. Y, sobre todo, se pone sobre la mesa el problema de la brecha digital, que ya suscitó protestas la temporada pasada y dificulta el acceso a los servicios públicos a quienes no dominan el castellano, no manejan dispositivos electrónicos o no disponen de una tarjeta bancaria con la que realizar el pago telemático.
El aumento de las temperaturas es ya un problema insoslayable en nuestras ciudades que requiere de actuaciones políticas que lo confronten con decisión. El calor se hace notar de forma más acusada en las zonas céntricas –con más asfalto y áreas verdes– donde el efecto isla de calor es más frecuente y muchas veces el parque de viviendas es antiguo y está peor preparado para afrontar las olas de calor. En medio de este desajuste entre la velocidad de la acción pública y la realidad, surgen iniciativas ciudadanas como el intento frustrado de crear un refugio climático en un solar abandonado del barrio de Lavapiés o un grupo de intercambio para que no se desaprovechen las entradas de la piscina municipal.
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