A Fuencarral no la reconoce ni la madre que la parió
Cuando, hace 16 años, abrió el actual Mercado de Fuencarral, la noticia corrió como la pólvora entre los jóvenes de la capital de España. Una agresiva campaña publicitaria protagonizada por indies -luego se les llamaría modernos- usaba el lema “Odio los centros comerciales” para publicitar un centro comercial. Pero no era un lugar cualquiera. Se trataba del punto de llegada para una calle repleta de comercios que cazaban las últimas tendencias al vuelo.
En los noventa, los jóvenes que llegaban de Madrid y querían estar a la última sabían que tenían que pasarse por Fuencarral y sus tiendas, locales que diseñaban su propia ropa o la importaban de EE.UU. y, sobre todo, Reino Unido, que por aquel entonces imponía la estética britpopera a las tribus urbanas más in.
El recién abierto Mercado de Fuencarral -que antes había sido un centro de ocasión y hoy va camino de su desaparición- se convirtió en destino obligado para todos aquellos que empezaban su camino desde Gran Vía, comenzando por la tienda Tipo de su acera derecha y acabando en el metro de Tribunal. En su interior, locales que no se podían encontrar en ningún otro lugar de España, cafés a la última, revistas de tendencias amontonadas que volaban en pocas horas...
El edificio, que entonces simbolizaba las virtudes iconoclastas de toda la calle -en la que también pervivían comercios de toda la vida como ferreterías, tiendas de alimentación, zapaterías o locales de enmarcación- fue aguantando con el paso de los años mientras Fuencarral mutaba. La peatonalización del año 2009 fue el giro definitivo. Los vecinos temían que el lugar se llenara de prostitutas, pero en lugar de eso el precio del metro cuadrado se elevó hasta el infinito: los propietarios de toda la vida vendieron sus negocios y los que los tenían alquilados tuvieron que marcharse a otra parte al no poder pagar el coste de las nuevas mensualidades. Cosas de la gentrificación.
Hoy, las franquicias de las grandes marcas de ropa, calzado y restauración han copado por completo la que un día fue la calle más indie de todo el país. Para encontrar lo que antes ofrecía Fuencarral, las tribus urbanas del momento giran a la izquierda para explorar por Colón, Espíritu Santo, Velarde o la Corredera. Hoy, el tránsito desde Gran Vía hasta Tribunal no tiene nada de especial. Hoy, Fuencarral no se diferencia nada de cualquier otra calle comercial de cualquier otra capital del mundo.
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