Espejo de lo que pudimos ser: una crítica a la exposición sobre Ajoblanco
Lo primero que hay que decir es que en el nuevo – ya no tanto – Conde Duque, las exposiciones están deficitariamente anunciadas. Con mucho menos rastro exterior de lo que solían tner antaño. Salvados estos problemas generales y detalles de infraestructura, como el hecho de que los diversos vídeos que el visitante se encuentra no tengan indicada la duración, Ajoblanco. Ruptura, contestación y vitalismo (1974-1999) es una muestra magnífica.
En un ordenado espacio panelado, la exposición ofrece un torrente de letras e imágenes que envuelven temáticamente al público. El corpus principal de paneles pertenece a la primera época (entre 1974 y 1980). Sugerencias que permanecen provocadoras pese a los años, o quizá a causa de su paso.
En uno de los laterales, tras una vitrina y perfectamente alineados, se encuentran los números de la revista. Las primeras portadas de corte más cercano a la prensa marginal y los fanzines (el número cero se hizo en copistería); las siguientes, sobre todo las de los noventa, menos sorprendentes, aunque cargadas de intención en el diseño. En las primeras saltan a la vista los ecos de la contracultura americana y el revival libertario; en las segundas, las miradas fotografiadas por Jordi Esteva. En las primeras mandan los temas – las comunas, la antipsiquiatría, el anarquismo – ; en las segundas, las personas.
Lo cierto es que ver todos los números ordenaditos, dossieres incluidos, hace darnos cuenta del paso de revista en los márgenes – a pesar de lo cual llegó a vender 100.000 ejemplares en su primera época – a revista interesante pero hecha desde dentro.
Como en toda exposición bibliográfica, queda la frustración de no poder agarrar los Ajos y abrirlos, aunque la abundancia de lectura en la exposición aplaca, en esta ocasión, el mono de inmersión.
El corazón del montaje son los paneles, con reproducciones de páginas del Ajoblanco de los años setenta. Encontramos sus manifiestos, su compromiso anarquista, artículos escritos desde lo colectivo…. Hay fotos increíbles, como la de un Fernando Arrabal desnudo y empalmado, entrevistas absurdas como la de Jaume Sisa, personajes periféricos como Ocaña, recuperaciones de Durruti, el especial sobre las fallas que les valió el secuestro de Fraga…
Si las imágenes desvelan lo que era Ajoblanco, los audiovisuales sacian perfectamente las ansias de conocer cómo se hizo la publicación. Dos piezas documentales – una por cada etapa – en pantalla grande y de larga duración, con responsables y colaboradores de la época. En algunos casos, hay que decirlo, da la sensación de que ciertos nombres de la cultura, hoy acomodados, miran a su yo joven con una condescendencia que se entiende mejor desde su posición actual. Por cierto, como curiosidad, no esperen ver entre ellos a Pepe Ribas, mítico director de la publicación. También hay piezas del archivo de RTVE en pantallas pequeñas, con viejos programas de Informe Semanal o Aplauso, que ayudan a contextualizar la publicación junto a otras, como la también mítica Star.
En resumen, es imperativo pasarse antes de septiembre por el Conde Duque y recrearse en las páginas de la Transición que no pasaron las pruebas de acceso a la historia oficial en materia de sociedad, cultura y periodismo. Una exposición que mueve a la reflexión y nos hace preguntarnos si existe hoy la publicación crítica con el sistema que será susceptible de una revisión como ésta dentro de 30 años.
Dónde: c/ Conde Duque 9-11 (Sala 1 de eposiciones)
Cuándo: hasta el 21 de septiembre
Cuánto: entrada libre
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