Las razones por las que se inundan las estaciones de Metro de Madrid cada vez que llueve con fuerza
Cuando llueve miramos al cielo, pero muchos madrileños no tardan mucho en preocuparse por lo que va a pasar bajo el suelo. En el tramo de la línea 5 que va de Pirámides a Oporto, muy especialmente en Marqués de Vadillo, las incidencias técnicas son prácticamente habituales ante fuertes lluvias como las que han azotado la capital este jueves. Así, Madrid se ha convertido en uno de los pocos lugares donde es posible asistir a una tromba subterránea.
La circunstancia se da en otras paradas del suburbano: Laguna, Plaza de España, Batán, Canal, Cuatro Caminos, Mar de Cristal o Banco de España. Ni siquiera es necesario que se produzcan precipitaciones torrenciales, como sí ha ocurrido en esta histórica jornada de lluvias. Hasta seis líneas sufrieron cortes en diciembre por unas cantidades de agua acumulada que no alcanzaban el mínimo para que la Aemet emitiera una alerta amarilla.
Para intentar entender por qué las estaciones más afectadas son las que son, pero también para buscar soluciones, tres profesionales abordan la problemática en declaraciones a Somos Madrid: fuentes de Metro (servicio dependiente de la Comunidad de Madrid), un urbanista en la oposición municipal de Cibeles y un ingeniero independiente especializado en estructuras subterráneas.
La ubicación geográfica, un factor clave
Desde Metro de Madrid explican a este diario que la red está “preparada y dimensionada” para drenar el agua de la lluvia con un amplio sistema de pozos de bombas pluviales, fosos y sumideros, que salvo “situaciones excepcionales de lluvias torrenciales” funciona con normalidad en las 302 estaciones.
“Las incidencias por inundaciones en el servicio de Metro son episodios muy puntuales ocasionados por la caída de fuertes chubascos en un corto espacio de tiempo. En estas situaciones, el correcto funcionamiento de los drenajes de vía y de los pozos de bombeo permite normalizar el funcionamiento del servicio en el menor tiempo posible”, detallan. Fuentes del suburbano agrupan en tres categorías las paradas con más riesgo de incidencia:
- Estaciones ubicadas en puntos bajos de la ciudad, debido a la incapacidad de absorber el agua de las instalaciones colindantes. Tanto los accesos como los pozos de ventilación funcionan como “grandes colectores” de esa agua y, si el caudal de agua es muy elevado, los pozos de bombeo no pueden sacarla al mismo ritmo que entra.
- En partes de la red ubicadas junto a parques o jardines, ya que el agua de lluvia puede incluir arena o suciedad que provocan mayor dificultad en el funcionamiento de los sistemas de evacuación de agua.
- En puntos de la red que transcurren en superficie, ya que cuando se producen precipitaciones torrenciales la plataforma de vía recibe una gran cantidad de agua de la lluvia en sí, así como agua y arrastres de las zonas colindantes.
Desde el servicio de transporte recuerdan que “Metro cuenta con un plan de acción para hacer frente a las incidencias climatológicas”. Además, prevén reforzar “la revisión y limpieza periódica de los sumideros de los accesos y el control de los pozos de bombas pluviales o fosos, entre otras instalaciones”. Aseguran que llevan a cabo “inspecciones periódicas del estado de los túneles y de los pozos de ventilación”.
Asignaturas pendientes
El geógrafo Antonio Giraldo es el portavoz de Urbanismo, Medio Ambiente y Movilidad del PSOE en el Ayuntamiento de Madrid. “Es probable que la cuestión orográfica, la ubicación de las estaciones y factores como la pendiente en la que se encuentran, tenga algo que ver en algunos casos”, señala de entrada. Pero apunta a un problema más transversal: “El sistema de evacuación de aguas de la ciudad no está pensado para episodios torrenciales, ni aunque sean puntuales”. Así, este plan “permite evacuar grandes cantidades de agua, pero no en periodos de tiempo muy cortos”.
Giraldo matiza, eso sí, que muchas crisis en paradas de la red de Metro no se han producido durante lluvias torrenciales: “Existe también un problema de mantenimiento. Es habitual ver alcantarillas llenas de hojas que no pueden ejercer su labor de evacuación de aguas”. Tampoco ayuda la proliferación de áreas asfaltadas, las cuales “reducen sensiblemente el número de lugares que permitan una mejor filtración”. Cree que las autoridades municipales no han considerado suficientemente estos puntos debido a “la falta de frecuencia de episodios catastróficos”.
En cuanto a un caso tan paradigmático como el de Marqués de Vadillo, achaca las reiteradas afectaciones a “un entorno del Manzanares en el que confluyen varias calles con pendiente hacia abajo, unas zonas que tienden a concentrar mayores cantidades de agua y más todavía si hay problemas para evacuarla”. Recuerda además el factor asfalto en un distrito con un desarrollo urbano tan extendido como es Carabanchel.
Mejorar el subsuelo, pero también la superficie
Un ingeniero especializado en infraestructuras soterradas, que prefiere opinar desde el anonimato, coincide en parte con este diagnóstico. No obstante, en conversación con este medio va más allá a la hora de exigir medidas de acción y prevención: “Hay que hacer un buen cálculo y una estimación certera de las necesidades de bombeo para que funcione el drenaje. El subsuelo no está seco, siempre va a existir un canal de infiltración de agua. Si se dan fallos en el análisis previo o en el mantenimiento pasan estas cosas”.
Se muestra especialmente crítico con los dos últimos puntos que señalan desde Metro: “Las bombas de drenaje no sirven solo para el agua limpia, muchas son capaces de arrastrar sólidos y destruirlos, aunque sean más caras. El arrastre de áridos, hojas y demás no debería ser un problema para el bombeo”. Y como Giraldo, incide en “mantener siempre limpio el alcantarillado” para evitar que las conducciones queden tapadas por la arena o residuos vegetales.
La sustitución de parterres o terrenos arenosos por hormigón genera masas de agua que pueden acabar llevándola a zonas en las que no es deseada y que no están diseñadas para soportar tales cantidades
También proporciona nuevos matices que justifican la particular afectación en “grandes avenidas que actúan como canalizaciones que se dirigen directamente hacia las bocas de Metro”. Es el caso de Banco de España. “Al final la Castellana y el Paseo del Prado eran un antiguo arroyo que incluso alimentaba a la Cibeles”, rememora. “Respecto a los problemas en la línea 5 a su paso por el Manzanares, solo hay que ver la cuenca hídrica de Madrid para comprobar que se ha construido en cotas muy bajas y especialmente en esta zona”.
Este ingeniero tampoco se olvida del papel que juegan “los cambios en las condiciones climáticas” ya que los diseños se plantean “a 100 años vista, pero con datos que has recopilado 50 años atrás”. Aboga por tanto por “rehabilitaciones que vayan acorde a estas transformaciones, con sistemas de bombeo más potentes allí donde sea necesario, en los lugares por los que pase cada vez más agua”.
Menciona un último factor más vinculado con la idea de entender el entramado urbano como un todo que incluye también el subterráneo: “La sustitución de parterres o terrenos arenosos por hormigón genera masas de agua que pueden acabar llevándola a áreas en las que no es deseada y que no están diseñadas para soportar tales cantidades”.
Igualmente, el drenaje de las estaciones no se mejora solo invirtiendo en ellas, sino también “ampliando el número de colectores municipales”. Este término hace referencia a los conductos subterráneos en los cuales vierten sus aguas las alcantarillas. “Si tienes un colector diseñado para 2.000 habitantes y desde hace 15 años viven 3.000 vecinos hay que cambiarlo”, expone. De lo contrario, estos colectores corren el peligro de “entrar en carga”, de recoger más agua de la que por su diseño original tienen capacidad de trasladar. Esto provoca que el agua revierta hacia detrás, lo que puede afectar a las arquetas y dispara el riesgo de inundaciones.
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