Carlos Maleno: “Para mí escribir no es un acto de comunicación, sino un modo de ordenar la realidad”
“Las estrellas”, tercera novela de Carlos Maleno (Almería, 1977), publicada por Sloper, escapa a toda definición. Es un libro extraño, que nunca discurre por los cauces esperados, pero por eso mismo estimulante y absorbente. También en sus respuestas el escritor se sale de los lugares comunes, pese a que afirma que no se le dan bien las entrevistas. La obra de Maleno ha sido traducida y publicada en EE.UU. y Reino Unido.
Has escrito una novela donde el lector nunca siente el suelo bajo sus pies. ¿Esto es resultado de una gran elaboración de la trama o, al contrario, de mucha espontaneidad?
Me interesa mucho la estructura. Que una novela no sólo sea cuestión de forma y de idea. Busco que la estructura tenga un peso grande. En el caso de “Las estrellas” me sentí sobrepasado. Y creo que eso se transmite al lector.
¿En qué sentido sobrepasado?
Alguna vez me han preguntado si es que me gusta recrearme en la sordidez, y la verdad es que para nada. Soy una persona muy tranquila, pero también muy observadora y cuando uno tiene la valentía de observar algunas cosas más allá de la apariencia, aparece la sordidez. Y cuando te planteas escribir sobre eso, tienes que desnudarte. Si no, es una estupidez, pierdes el tiempo. Como decía Kafka, toda literatura importante debe ser una expedición a la verdad, y la verdad siempre es cruda. Y en ese proceso, que es un viaje interior, a veces te ves sobrepasado.
El resultado es una novela fragmentada, difícil de definir.
Siempre me interesaron las novelas dentro de novelas, o los cuentos dentro de novelas. Me gusta que varias tramas desemboquen en la principal.
“Las estrellas” es también ecléctica en cuanto a géneros: Hay toques de thriller, de novela negra… pero no es una cosa ni otra.
La historia empieza en un punto y a partir de la segunda parte se convierte en una persecución, que no deja de ser una búsqueda.
Uno termina de leerla con la sensación de que la vida es un caos en el que el único polo de atracción es la fatalidad, encarnada en el personaje de Hans.
Aunque no es el protagonista, todo pivota en torno a Hans. Me interesaba esa maldad que en realidad no entiende ni de bien ni de mal. Él cree que las cosas son así, que la violencia se justifica en el orden natural de las cosas, que si existe una justicia divina, ésta no tiene que ser justa. Lo equipara con la violencia en la naturaleza: para ella el sufrimiento de los seres vivos es algo superfluo. Lo importante es que un animal sirve de sustento a otro en la cadena alimenticia. Esa es la justificación de Hans para usar la violencia.
Y en medio de una historia tan cruda aparece a veces lo fantástico, lo inexplicable.
Siempre me ha gustado dejar pinceladas sobrenaturales. No se sabe si son imaginaciones de los personajes, sueños, o forman parte de la historia. Es una manera de desconcertar al lector. En la vida también pasan cosas inesperadas, extrañas, que seguramente tendrán una explicación, pero no se la vemos.
Alguna vez has dicho que lo tuyo con la literatura es un amor desdichado.
No sé, quizá lo he dicho. Uno tiene su trabajo, su modo de ganarse la vida y, desgraciadamente, aunque a uno le vaya más o menos bien publicando, siendo traducido, nunca puedes vivir de esto. Y la literatura, como cualquier arte que uno se tome en serio, es bastante absorbente.
¿Por qué someterse entonces al proceso de escribir una novela?
A uno no le queda más remedio. Algo se va gestando en tu cabeza, historias, recuerdos, imágenes, y va transformándose, el libro se va formando. Supongo que hay que tener una mente así, que por eso escribes. Al final no queda más remedio que deshacerse de eso. Pero tampoco es un sufrimiento.
¿Hay una necesidad de comunicación?
Yo pienso que no. Quizá una necesidad de plasmar, ordenar lo que llevas dentro. Que se publique o no… bueno. Supongo que la mayoría de gente que escribe pensará distinto, pero al final se trata de ordenar. Puedes hacerlo con un diario, plasmando hechos reales, o usando elementos imaginarios, como en la ficción. Pero no es un acto de comunicación.
Empezaste a publicar en 2014, con “Mar de Irlanda”. ¿Ya escribías desde antes o la escritura una dedicación, digamos, más reciente?
Siempre he sido un gran lector, desde la adolescencia. Los libros siempre para mí han sido un aliado. Desde que estoy más cerca de la cocina literaria quizá me he desengañado un poco en cuanto al valor de la literatura en algunos aspectos: el proceso creativo, el conocer al autor. Nunca antes me dediqué a escribir, ni me planteé ser escritor. Un día empecé, por pasar el tiempo, y tuve la suerte de que me publicó Sloper y luego me tradujo Dalkey Archive Press. Pero no dejo de verlo como una afición.