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Una asignatura pendiente llamada educación emocional

La observación se ha ralizado entre niños y niñas de tres a sesi años.

Natalia González de Uriarte

¿Quién no le ha dicho alguna vez a un niño “no te enfades” o “¡no llores!”? De hecho son reclamaciones recurrentes de aquellos que se relacionan con menores, padres, madres, abuelas o profesores. Pedirle a los pequeños que no muestren estos sentimientos implica una intolerancia hacia sus emociones muy perjudicial si se repite con frecuencia. Limitar esa experiencia dificulta el aprendizaje sobre ella: si no se admite un enfado o un llanto lo ocultarán, lo evitarán o lo anularán. Y el vacío emocional incapacita a los niños a enfrentarse al mínimo revés.

El enfado en sí no es un problema y sí que no hagan de él o de cualquier otro sentimiento una gestión adecuada. Si estas habilidades no se aprenden en la infancia, se arrastran a la edad adulta. Entonces es mayor el esfuerzo que se debe emplear en corregirlas como mayores son las consecuencias de unas desmedidas reacciones.

El mundo emocional de los niños es complejo, tanto o más que el de los adultos. Sienten enfadado, vergüenza, antipatía, rechazo, ira, miedo o alegría y a edades tempranas confunden estos sentimientos y son incapaces de regularlos y encauzarlos de manera adecuada. Dotar a los pequeños de herramientas o estrategias para ajustar sus reacciones redundará en su bienestar y en mejores relaciones consigo mismo y con los demás.

Herramientas o estrategias para ajustar sus reacciones

Es lo que se conoce como Inteligencia Emocional. Se trata de un conjunto de enseñanzas, reflexiones, dinámicas y metodologías de autoconocimiento diseñadas para el proceso mental que permite a los niños resolver sus problemas y conflictos emocionales por sí mismos, sin intermediarios de ningún tipo.

Las nuevas corrientes pedagógicas ponen el énfasis en esta materia que se va colando en las aulas, pero de manera caprichosa, según decida cada centro. Se trabaja este aspecto, considerado por algunos como la piedra angular del verdadero desarrollo, con diversos materiales y prácticas didácticas pero no está contemplado como competencia básica en el currículo vasco.

La UPV-EHU no es ajena a este nuevo paradigma educativo que emerge con fuerza. De hecho una de sus investigadoras, Natalia Alonso, educadora en inteligencia emocional, acaba de publicar una tesis de resultados reveladores. El estudio concluye que las niñas y niños con mayores habilidades emocionales presentan menos problemas de atención o de retraimiento, así como menores índices de conductas agresivas.

Ante tales evidencias, Alonso no se cansa de promulgar las bondades de la educación en emociones y los beneficios que supondría que la materia empañara de forma trasversal el currículo de diferentes etapas. “Se debe dedicar mayor atención y adquirir un mayor compromiso con el desarrollo de la competencia emocional. El currículo atiende a la dimensión emocional, hace mención explícita a la inteligencia emocional- IE- en algún punto y también se incluye en el currículo de la ESO un módulo sobre educación afectivo-emocional, pero no está en el centro” declara Alonso que considera necesario hacerle un hueco importante en el currículo de las escuelas de Magisterio.

Meses de observación a niños y niñas de escuelas infantiles

Para realizar su estudio, supervisado por la dirección del Departamento de Psicología Social y Metodología de las Ciencias del Comportamiento de la UPV/EHU y que ha contado con la colaboración de Carrol E. Izard, del Human Emotions Laboratory (Universidad de Delaware), la investigadora ha dedicado meses a la observación de niños y niñas de tres a seis años en escuelas infantiles. “Hemos estudiado si saben ponerles nombre a sus emociones, si son capaces de reconocerlas, si captan qué causa o situación puede o suele despertar una emoción, como que alguien te agreda, o te quite algo importante para ti- es muy probable que eso les haga sentir enfadados-. Otro objetivo de la observación era localizar qué estrategias que se les ocurren para regular las emociones”.

Tras la exhaustiva exploración detectaron que los niños con más dificultad en estas habilidades emocionales tendían a retraerse más en las relaciones con los demás, tienen mayor dificultad para mantener la atención y son tendentes a respuestas agresivas. “Lo cierto es que estos resultados que ya encontramos en niños y niñas tan pequeños, puede que se mantengan o aumenten en los años posteriores, por lo que habrá que ahondar más en estudios sobre su evolución para conocer qué consecuencias tiene contar con un buen desarrollo de estas habilidades de la IE desde los primeros años”.

Alonso y el resto de los partidarios de potenciar estas habilidades miran con envidia a la comunidad canaria. En sus colegios se imparte desde este curso la asignatura de Educación Emocional y para la Creatividad, una materia obligatoria y evaluable -la nota cuenta para la media. No hay, de momento, ni ha habido nunca otra igual en España. La reciben los niños de 1º, 2º, 3º y 4º de Primaria. “Se le está empezando a prestar más atención y esto favorece que se impulsen decisiones de carácter político para incluir la emocional entre las competencias básicas. La incorporación en la educación debe realizarse desde los primeros años, desde el primer ciclo de Educación Infantil, y a lo largo de toda la educación. En las primeras etapas los niños han sido ‘menos deseducados’ han escuchado menos veces ese ‘no te enfades’ tan pernicioso, y cuentan además con una enorme plasticidad neuronal para construir redes y asentar bases para aprender sobre el mundo y las relaciones humanas” advierte Alonso.

Una asignatura obligatoria y evaluable en Canarias

Esta investigadora conoce de primera mano las iniciativas desarrolladas en Euskadi en diferentes ámbitos para trabajar la educación emocional. “En Gipuzkoa, la Diputación Foral, desde su Departamento de Innovación, desarrolló una intervención para favorecer el desarrollo de la inteligencia emocional en el ámbito educativo, en el empresarial y en el socio-sanitario”, ha destacado.

Los primeros pasos de un largo recorrido que debería iniciarse desde la infancia ya se están dando. Si se profundiza más o menos en esta línea dependerá de la voluntad política y del convencimiento de los gobiernos de la necesidad de trasformar un sistema educativo para muchos trasnochado. “Trabajar la inteligencia emocional es ameno, tenemos cientos de oportunidades para hacerlo individualmente y con los niños. Pongámonos a ello y disfrutemos de las consecuencias positivas”, recomienda Natalia Alonso.

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