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Mal negocio

El presidente del PP, Pablo Casado (i), y el candidato del PP a la presidencia de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco (d), a 11 de febrero de 2022, en Valladolid.
13 de febrero de 2022 22:09 h

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El Partido Popular ha ganado las elecciones en Castilla y León. Pero eso ya estaba amortizado. No se forzó el adelanto electoral para volver a ser el partido más votado en la comunidad porque eso ya estaba asegurado. Pablo Casado buscaba demostrar la validez de su teoría sobre un cambio de ciclo en la política estatal. Para lograrlo necesitaba que Fernández Mañueco obtuviese la mayoría absoluta o un triunfo lo suficientemente amplio para no depender de Vox. Los populares no han conseguido ni una cosa ni la otra. En la vida real y en la política a eso se le suele llamar fracaso.

Presentar como un gran triunfo haber sumado casi el mismo porcentaje de voto que en 2019 y ser de nuevo primera fuerza, pero haber pasado de depender de Ciudadanos a deberse a la extrema derecha, parece un mensaje que no comprarán ni los casadistas más convencidos. Si Casado buscaba despejar cualquier duda que pudiera existir sobre su liderazgo y sus posibilidades reales de ganar unas generales, no parece que lo haya conseguido; puede que incluso haya sembrado más dudas.

El PSOE se quedó sin la remontada soñada. Ha perdido, pero pueden consolarse pensando que podría haber acabado mucho peor si los populares hubieran conseguido lo que pretendían. Unidas Podemos también puede confortarse valorando que han conseguido salvar su representación. Nada más sencillo que buscar excusas en una noche electoral. Aunque mejor harían los socios del gobierno de coalición en dejar de elaborar coartadas para explicar por qué no han podido derrotar a un partido que lleva 35 años en el poder y reflexionar a fondo sobre las razones que le impiden rentabilizar una acción de gobierno mejor valorada que lo sugerido por los resultados. Elección tras elección se confirma que el ruido que PSOE y UP suelen generar en torno a la acción de su ejecutivo únicamente parece beneficiar a sus competidores en la derecha.

Los partidos de ámbito provincial se convierten en el nuevo problema para el bipartidismo. Socialistas y populares han cedido votos a los partidos de la llamada España vaciada. Han pagado el precio de décadas de no saber atender las demandas de muchos de sus votantes en unos territorios abandonados a su suerte. La tendencia puede acelerarse en el tiempo que falta hasta las próximas elecciones generales, con un impacto difícil de anticipar a un año vista. 

Ciudadanos confirma que se trata de una franquicia en liquidación y ya sólo puede aspirar a no desaparecer entre la indiferencia más cruel. La tercera fuerza política en Castilla y León y en España ya no es centro, sino la extrema derecha y lo va a ser durante todo el ciclo que el líder popular pretendía acelerar. Mal negocio para todos excepto para Vox; peor aún para un PP que dependerá de su directo competidor para gobernar porque solo suma con los de Abascal. Si Casado buscaba esto, lo había disimulado muy bien.

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