Más matices
Este martes, en una biblioteca de Oxford, la escritora Elif Shafak habló del poder de la literatura en las “democracias heridas” como Turquía. La autora, que acaba de publicar su última novela ambientada en Irak y el Reino Unido, estaba rodeada de manuscritos de grandes escritoras traídos para la ocasión: un libro juvenil de Jane Austen, una página de Mary Shelley, los trocitos que quedan de los poemas de Safo.
La conversación tenía que ver con el poder de las mujeres como guardianas de la memoria y voces críticas en contextos donde están silenciadas. A Shafak no le gustan los artistas que intentan adoctrinar o escribir con una misión política, pedagógica, pero decía que si vienes de un país como Turquía no te puedes permitir “el lujo” de callar.
En su caso, tuvo que pasar por un juicio por “insultar la identidad turca” en el que se trató a los personajes de una de sus novelas como si fueran personas reales. Puede parecer “surrealista”, como decía ella, pero ya no lo es en un país con cada vez menos libertades. Para entender la persecución de escritores, periodistas, políticos, amigos y enemigos y la deriva autoritaria de Erdogan, nada mejor que el libro recién publicado por nuestro periodista Javier Biosca Azcoiti, Sentirán el aliento de Turquía en la nuca.
Shafak, que nació en Francia, se crió en Turquía, pasó su adolescencia en Madrid y ahora vive en el Reino Unido, tiene ahora la protección de su fama, su residencia e incluso el idioma que utiliza. Dice que se siente más “libre” al escribir ahora sus novelas en inglés. Su misión es sutil, pero esencial.
Incluso en los contextos más difíciles, las novelas ayudan a “humanizar” a personas acostumbradas a la “deshumanización” alentada por los políticos más despiadados en sus insultos a los rivales o a los percibidos como enemigos. Erdogan es un ejemplo, pero también lo son en sus mensajes Putin y Trump. Las novelas, insistía la autora, ayudan a contar las historias “con matices”, lo que nos puede acercar un poco más a la verdad y combatir contra la peligrosa simplificación que acaba en frustración y apatía.
La humanización y el énfasis en los matices son dos armas clave contra la división de las sociedades, que fomentan y explotan los líderes más autoritarios porque juega a su favor. Turquía es un caso extremo, pero hay lecciones que aprender. Con mucho énfasis, Shafak recordó el riesgo de no fiarte ni de tus vecinos que acaba beneficiando a los autoritarios. La democracia no sólo consiste en votar, sino en preservar la sociedad civil y una donde las etiquetas políticas dividen a las comunidades es cada vez más frágil.
Su discurso es poderoso y en este agitado momento escuchar a quienes han visto el deterioro de las normas en su país es especialmente útil. Comparto su apreciación sobre el poder de la ficción, pero cuando hablaba yo me preguntaba por qué casi nadie habla así del periodismo, como vehículo para humanizar y para contar la realidad con matices. Debería ser así y hay grandes ejemplos de ello, pero también son muy habituales el miedo o el desinterés por los matices que contradigan un relato o un titular contundente.
Con todo lo que hemos hablado estos días en especial de X y las cruzadas de Elon Musk, un dato para pensar es el de las personas que piensan que los medios y los periodistas contribuyen a la división de la sociedad más que las redes sociales (sólo los políticos salen peor parados), según un estudio publicado este jueves por el Instituto Reuters para el estudio del Periodismo de la Universidad de Oxford que incluye ocho países, entre ellos España, donde la desconfianza en los medios es muy pronunciada.
Esto cuadra con otros datos de la encuestadora More In Common sobre la DANA que muestran que un 45% de los ciudadanos desconfíaban de “los medios en general” para informarse sobre qué estaba pasando en Valencia.
Algo estamos haciendo mal. Y tal vez sirva pensar un poco más en lo que consiguen los buenos novelistas con algo mucho menos interesante que la realidad.
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