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Barcelona y el diálogo para la paz

Representantes de la plataforma 'Prou Complicitat' en una protesta ante el Ayuntamiento de Barcelona en 2021

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No pasa un día sin que haya que denunciar y deplorar nuevas muertes de civiles en Cisjordania. Ya sea en el curso de intervenciones del ejército israelí en ciudades y campos de refugiados o en asaltos “punitivos” de colonos contra la población palestina. 

El conflicto entre Israel y Palestina nos asoma al abismo. La formación del nuevo gobierno de Benjamín Netanyahu, con destacados líderes de extrema derecha, abiertamente racistas y abanderados de la colonización y de la anexión total de las “tierras bíblicas”, agrava el peligro de desembocar en un auténtico baño de sangre. Hay que poner toda la energía, pero también toda la inteligencia política, en evitar que se consume la anexión que se insinúa en el horizonte.

La sociedad civil catalana se ha mostrado muchas veces solidaria. Las calles de Barcelona se han llenado de manifestantes cuando las bombas caían sobre la asediada Franja de Gaza. Es más, el pasado mes de junio el Parlament de Catalunya aprobó – con los votos favorables del PSC, de ERC, de los comunes y de la CUP– una contundente resolución que denunciaba “la práctica de una política de apartheid sobre la población palestina por parte del Estado de Israel”. Una toma de posición que daba la medida de la sensibilización de un amplio abanico de fuerzas políticas, en tantos temas discrepantes, pero capaces de alcanzar un consenso en este punto. 

La agravación del conflicto aconsejaba dar nuevos pasos, y es normal que entidades comprometidas con la causa palestina los reclamasen de las instituciones. El convenio que nos hermanaba desde 1998 con Gaza y Tel Aviv permitía imaginar algunas iniciativas, aprovechando la proyección de Barcelona como capital mediterránea históricamente comprometida con la democracia, el respeto a los derechos humanos y la paz. La unidad alcanzada en el Parlament garantizaba un amplio apoyo social a cuanto pudiese hacerse desde la diplomacia de las ciudades

Tel Aviv ha sido el epicentro de las masivas protestas contra la peligrosa deriva iliberal del gobierno de Netanhayu. Entre los sectores de la sociedad israelí más conscientes y activos contra tal deriva crecen las voces que la conectan causalmente con la misma ocupación de Palestina y el trato recibido por la población palestina. El alcalde laborista de Tel Aviv, Ron Huldai, ha llegado a declarar públicamente que Israel corre el riesgo de “convertirse en una teocracia fascista”. La evolución de los acontecimientos acabará por mostrar que no habrá democracia en Israel si no hay justicia para Palestina.

Nos parece que cortar las relaciones con la ciudad que está encabezando esta toma de conciencia manda señales confusas y no es lo más acertado.

La decisión de la Sra. Colau se tomó a sabiendas de que sólo su propio grupo municipal la compartiría. El gesto carece, pues, de la potencia del consenso. Más bien debilita y resquebraja la unidad de acción del conjunto de la izquierda catalana respecto a este conflicto, una unidad construida desde el diálogo y el respeto, por lo que siempre hasta ahora se ha procurado evitar hacer electoralismo a su costa. 

Barcelona no es una ciudad-estado pero, por su prestigio y logros previos, dispone de una cierta capacidad de tender puentes y ejercer informales buenos oficios. Hay que reconstruir la capacidad de actuación de nuestra ciudad en la arena internacional, poniéndola al servicio de la defensa y promoción de la paz, el respeto a los derechos humanos y al derecho internacional. Este es el mejor servicio que nuestra ciudad puede prestar a una solución justa para Palestina. Esta es nuestra convicción y, por ello, nuestro compromiso. 

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