El complot
A los que siempre han mandado en España, a la rancia caspa patria, se le ha hecho muy largo el gobierno progresista que trataron de tumbar desde antes de formarse. ¿Recuerdan al diputado de Teruel Existe, Tomás Guitarte, escoltado por las fuerzas de seguridad para que pudiera votar, dado que daba su apoyo a Sánchez? No hay nada mejor que organizarse y ahora lo han hecho bien, o esa impresión da: todos unidos para llevar a Feijóo a los altares del mando y que gestione para ellos como piensan debe ser y casi siempre ha sido.
Hasta Juan Carlos de Borbón se ha apuntado o eso parece entre desmentidos y confirmaciones que son claros globos sonda. Si gana Feijóo vuelve de forma definitiva a España: vota Feijóo, se dice implícitamente. Aunque le fastidie la fiesta a la nieta, a la madre de la nieta y al padre de la nieta, hijo y heredero suyo.
Apesta a complot. Habrán visto que, en los debates, incluso en las mascaradas de debate, la derecha obvia asuntos de tanta trascendencia como la pandemia y la guerra que el Gobierno afrontó con las zancadillas de PP, Vox y Ciudadanos mientras pudo. Y es fácil usar la demagogia de lo cara que está la cesta de la compra y la vida en general sin aportar al análisis esos condicionantes y, sobre todo que nuestros becados -bancos, eléctricas, grandes empresas- se lo llevan crudo mientras la gente corriente pasa apuros. Lo dijeron en el Debate a 7 de TVE. La izquierda periférica, incluso la derecha periférica, esa realidad que existe y no pueden borrar por más que lo intenten. Se podría hacer más, se debe, el Gobierno lo ha hecho con algún freno por las pesadas mochilas del PSOE.
La España de la trampa -nunca mejor representada hoy que por el Feijóo de las falacias y sus secuaces- acaricia el éxito. La derecha del PSOE ve con los mejores ojos la idea. Según Antón Losada -profesor, al fin y al cabo-, un 30% de quienes en su partido eligieron a Sánchez en 2019 están ahora muy enfadados con él, al punto -se deduce– de votar a Feijóo. Parece un cambio drástico, pero no, lo han evidenciado con claridad.
Vale, entre todos y algunos más se cargaron a Podemos pero a la periferia no pueden, nunca lo han conseguido. Ni Franco lo logró con sus expeditivos métodos. La extrema derecha extrema cuenta con muchos de sus herederos. Ahora son otras las formas, de momento al menos, pero es ésa la gran espina clavada en el bipartidismo del atado y bien atado. Si lo dudan, vean cuándo y cómo aparece Felipe González en momentos clave.
Pocos hechos más graves para esta maltrecha democracia que la mascarada del cara a cara electoral entre Sánchez y Feijóo en Atresmedia, con moderadores inexistentes y los altavoces que se aprestaron a proclamar vencedor al candidato que mentía como un bellaco. Con gran éxito de público.
Es muy grave. Degradante para una sociedad. Una simple deducción lógica obliga a pensar qué hará con el poder quien para ganarlo pervierte la verdad al extremo que lo hizo Feijóo. Por ello, el Debate a 7 de TVE, perfectamente moderado por el periodista Xabier Fortes, volvió a situar a la audiencia ante los hechos escuetos: lo del 23 de julio son unas elecciones, no un casting para el premio mentiroso del año; España sigue siendo plural y descentralizada por más que quieran amarrarla. El señorito ultra y la portavoz de Feijóo, con su escenografía gestual intimidatoria, parecían de otro lugar y otro tiempo. Lo peor es que se trata del que quieren imponer engatusando hasta a sus propias víctimas.
La contumaz derecha -el adjetivo les sonará a los herederos del Régimen- evidencia las bilis que los partidos catalanes y vascos les producen, los representantes de ciudadanos catalanes y vascos. Pero cuando están presentes sabemos que existen otras preocupaciones sociales que las que marca la agenda agitadora de la derecha. Y también que, desde la Transición, nadie ha logrado consolidar ese marmóreo monolito del bipartidismo pleno con el que sueña la carcunda, española destinado de forma preferente a gestionar para su bien los fondos públicos.
¿Se han reunido? ¿Han planificado los pasos? ¿Es casualidad? La verdad es que esta gente se reúne mucho y habla mucho y wasapea y se explaya en foros, e igual lo uno lleva a lo otro. Lo cierto es que, visto desde afuera, el trabajo conjunto es impresionante. Minucioso, con el reparto de papeles que precisa cualquier equipo eficaz. El que prepara la técnica de acribillar a mentiras, el que lo ejecuta sin escrúpulos, el que le da audiencia y calla el abuso, el que traduce a buenaventura la desvergüenza de engañar a los ciudadanos (sus destinatarios) sobre asuntos fundamentales que les afectan.
Puede ser interesante el debate a cuatro con la silla vacía de Feijóo que no caza más que en casa y si le preparan las postas. Pero no tanto como el de la España real que no es ni la de cuatro, ni la de dos. Un día los ciudadanos entenderán que es la de varios millones, la de todos. Si no se hubiera invertido tanto en ignorancia y odio, la mayoría lo sabría y obraría en consecuencia. Aún puede hacerlo. El Debate a 7 de TVE tuvo un 18,6% de audiencia, ganas de informarse tras el cara a cara tan descarado. Más gente de la que creen empieza a darse cuenta de qué nos jugamos.
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