Diferencias de género en Educación
En las dos últimas entradas hemos analizado la brecha de género en el mercado laboral, tanto a nivel de participación laboral como de condiciones laborales. En este artículo nos vamos a centrar en cómo son las diferencias en términos educativos. Ya en 1998 el porcentaje de mujeres entre 25 y 50 años con estudios universitarios superó la proporción de hombres con dicho nivel educativo. Actualmente, el 42% de las mujeres entre estas edades ha completado estudios terciarios, frente a un 35% de los hombres (y la brecha continúa aumentando).
Antes de nada, es bueno contextualizar el sistema de educación español en comparación con otras economías europeas. En España tenemos un panorama educativo dominado por la dualidad (forma de “reloj de arena”). Por un lado, el número de personas que no llega a completar Bachillerato o una FP de grado medio (es decir, aquellas que no tienen educación secundaria superior) es altísimo (44,5%), muy por encima de la media de la UE-15 (29,6%) y a años luz de Alemania (19,7%). Paralelamente, el número de personas que completan estudios universitarios es relativamente alto (31,7%), superior a la media de la UE-15 (27,3%) y a países como Francia, Alemania o Italia. En otras palabras: en un número muy alto de casos o bien no se hace Bachillerato o FP o bien se hace y después se pasa directamente a completar estudios universitarios, siendo relativamente pocas las personas que dejan de estudiar al nivel de la secundaria superior. Esta dualidad se mantiene tanto en hombres como en mujeres.
Las diferencias de género en educación en España se ven con mucha más claridad cuando segmentamos por grupos de edad, tal y como hace la gráfica que mostramos a continuación. Observamos una dinámica muy clara: las generaciones de mujeres de menos de 45 años están mejor formadas que los hombres (una diferencia que se incrementa a medida que miramos personas de menor edad), la generación de entre 45 y 54 años tiene niveles educativos por género similares y entre las de personas de más edad, los hombres alcanzaron niveles medios de formación más elevados.
Destaca el caso de las personas entre 25 y 29 años, donde hay una diferencia de 13,5 puntos porcentuales (pp) en la proporción de mujeres con educación universitaria y el porcentaje de hombres con dicho nivel educativo. Paralelamente, en ese mismo grupo de edad hay una diferencia de 11,6 pp en aquellos que no tienen secundaria superior. Esto muestra una vez más la clara dualidad de nuestro sistema educativo: las diferencias en el porcentaje de personas que no completan educación secundaria superior se trasladan directamente en diferencias en la proporción de personas que completan estudios universitarios.
En las siguientes gráficas comparamos estas cifras con diferentes países europeos. En general, en prácticamente todos los países grandes europeos encontramos una tendencia similar, las mujeres jóvenes están más educadas que los hombres, mientras que en generaciones más mayores los hombres tienden a tener mejor nivel educativo. El caso de España es especialmente notorio: la diferencia en el porcentaje de hombres y de mujeres que han completado como mínimo secundaria superior es la más alta entre las grandes economías europeas para todas las generaciones menores de 45 años. Para generaciones mayores, España está más bien en la media en términos de gap de género en educación.
Para educación universitaria la brecha de género es superior en Bélgica y Suecia, pero España sigue teniendo una diferencia muy grande entre generaciones menores de 45. Igual que en el caso anterior, está diferencia se disipa rápidamente según miramos grupos de edades más avanzadas.
Hemos visto que las mujeres españolas jóvenes se forman más que los hombres, y que esta brecha es mayor a la que encontramos en otros países. Se nos ocurren diversos motivos para explicar este fenómeno. En primer lugar, los trabajos que antes de la crisis tenían un salario relativamente elevado y no requerían formación secundaria superior o universitaria se concentraban en sectores típicamente masculinos (manufacturas, construcción). Por ese motivo, era más probable que los hombres jóvenes dejarán de estudiar para trabajar. Otra razón, podría ser que, dado que existe una brecha salarial importante (o la percepción de que la hay), las mujeres tiendan a formarse más para compensar por este fenómeno. Es decir, intentan compensar la discriminación en el mundo laboral con un mayor esfuerzo en la etapa educativa.
Otra serie de razones suele centrarse en que las mujeres tienen, de media y a nivel agregado, capacidades que se valoran más en nuestro sistema educativo, por lo que tienden a suspender menos y, por lo tanto, es más improbable que se desvinculen del sistema educativo. Como vemos en la gráfica siguiente el porcentaje de mujeres que repite curso es inferior al de hombres a lo largo de toda la enseñanza obligatoria y el Bachillerato. En 2º de Primaria, por ejemplo, repite curso el 4,1% de las mujeres frente al 5,2% de los hombres. Hacia primero de la ESO estas cifran aumentan a un 15% de los hombres y un 10,6% de las mujeres. Por eso no es de extrañar que el abandono escolar temprano ('dropout') sea muy superior en el caso de los hombres: uno de cada cuatro no completa el segundo ciclo de Secundaria. Para las mujeres esta cifra es del 18%, siete puntos menos.
También queremos hablar de las diferencias en la tipología de los estudios que hacen los hombres y las mujeres y ver si en otros países son similares. En el gráfico siguiente vemos el porcentaje de mujeres entre las personas que se gradúan con estudios universitarios en distintas ramas del conocimiento. Las carreras con un mayor número proporcional de titulados varones son aquellas que tienen que ver con informática (solo 15% de mujeres) e ingeniería (solo 18% de mujeres). Las que más proporción tienen de mujeres son aquellas que tienen que ver con servicios sociales (83%), educación (casi el 80% de mujeres) y medicina y salud (73%). Encontramos cifras relativamente cercanas a la paridad en las ciencias básicas y una representación femenina algo mayor del 60% en humanidades y ciencias sociales. Destaca el hecho de que esta dinámica está generalizada para prácticamente todos los países desarrollados, aunque se encuentran pequeñas diferencias individuales (en España las artes y humanidades tienen mayor representación relativa de hombres y las ciencias básicas mayor representación femenina que en otros países europeos).
Cabría asumir que una cierta parte de estas diferencias se deban a las diferencias existentes (y profundamente arraigadas) en los países desarrollados en el nivel medio de competencias de lectura (superior en el caso de las mujeres) y de matemáticas (superior en el caso de los hombres).
En las gráficas que exponemos a continuación hemos puesto los ocho países europeos que hemos venido utilizando, así como el promedio de la OCDE, divididos entre hombres y mujeres, y hemos ordenado los 18 grupos resultantes de mayor a menor según los resultados obtenidos en el nivel de lectura y de matemáticas.
En el caso de la lectura, el resultado es una enorme segregación entre hombres y mujeres. No solo las mujeres tienen un mayor nivel que los hombres en todos los países, sino que las mujeres del país con el peor resultado (España) tienen mejor nivel de lectura que los hombres de cualquiera de los otros países.
En el caso del nivel de matemáticas, las diferencias no son tan grandes, pero los hombres tienen mejores resultados que las mujeres en todos los países, con la excepción de Suecia (país que, por otro lado, tiene unos resultados de PISA bastante malos).
Estas fuertes diferencias en las habilidades cognitivas de hombres y mujeres nos dan la pista de que quizás las diferencias en el tipo de carrera que eligen (de media, siempre de media) hombres y mujeres responde a un proceso de especialización según aquello en lo que se tiene una ventaja comparativa. Pero, claramente, este factor es solo un pequeño componente de una ecuación muy compleja, como pone de manifiesto el hecho de que en España y Alemania las mujeres constituyan la mitad de los graduados en matemáticas.
Con este conjunto de datos podemos ver que, pese a que existen diferencias en la tipología de los estudios que realizan hombres y mujeres, el nivel educativo no explica las brechas de género en participación laboral y condiciones en el trabajo. Mas bien, si nos fijamos solo en la educación, las brechas laborales deberían ir en dirección contraria. En todos los grupos de edad menores de 45 años las mujeres tienen un nivel medio de formación más elevado que los hombres, especialmente en lo que se refiere a haber completado estudios secundarios superiores.
Queremos concluir resaltando el fuerte problema que supone la gran dualidad del sistema educativo español (especialmente entre los hombres), que pide a gritos una 'tercera vía' para aquellos que buscan una formación profesional aplicada y de calidad.