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Cómo ver películas anteriores a los tiempos de la corrección política

Friends

Sabina Urraca

1. Siéntese, túmbese.

2. Ponga la película.

2.1. BREVE INCISO: Realmente, esta columna podría llegar hasta aquí -¿es necesario algo más, aparte de ver una película, para ver una película?- pero el otro día tuve una conversación con una mujer amante del cine que me aseguró que se negaba a ver películas de Almodóvar, porque, desde que revisionó Átame, había quedado horrorizada ante los valores machistas que transmitía. Esta mujer se estaba negando el acceso a cualquier producto cultural contrario a sus ideas. Dos días después, otra mujer me aseguró que había decidido ver únicamente películas que pasasen el Test de Bechdel. Respetando las decisiones de estas dos mujeres, no puedo evitar sentir un escalofrío antes de continuar este texto.

3. Disfrute la película. No importa que esté viendo la serie Friends, la película clásica Gilda o La Sirenita (obviamente, no es baladí la elección concreta de estas tres películas). Seguro que habrá momentos en cada una de ellas que serán capaces de producirle cierto solaz, ya sea por primera o por quincuagésimo tercera vez.

4. A medida que avanza la trama, si es una persona mínimamente crítica y consciente, con la mente afinada a los tiempos y las luchas que corren, se percatará de pequeños detalles (en algunas ocasiones no tan pequeños) y conversaciones de los protagonistas que de alguna forma alteran a la persona recta, justa y preocupada por el bienestar y la corrección moral que habita en usted.

5. Tras percatarse de estos detalles disonantes, sentirá un pequeñísimo asomo de indignación mezclada con sorpresa. ¿Cómo es posible que esos detalles homófobos, xenófobos, machistas y perpetuadores de un esquema patriarcal le hayan pasado desapercibidos hasta ahora? La respuesta la encontrará en el siguiente punto.

6. Si hurga un poco más en sí mismo y se recuerda viendo por primera vez ese producto audiovisual que ahora dispara sus alarmas morales, se percatará de que la razón por la que ahora le indigna y hace años pasó desapercibida ante sus ojos es simple y sencilla: hace años, cuando usted vio la serie, también era así. Yo no diría que vivía engañado, ni que tenía una venda ante los ojos, ni siquiera que, como suele decirse, “no se había puesto las gafas del feminismo”. Simplemente, los tiempos eran distintos, usted era más joven y sabía menos cosas. Afortunadamente, las personas, al igual que los productos audiovisuales, evolucionan.

7. Permítanme que haga un breve inciso para ponerles un ejemplo personal: Hace años, contando yo con 18, le comenté a una amiga de mi misma edad que me había acostado con una novia que me había echado. Eran tiempos emocionantes, de gran transgresión, y sentí un chispazo de poder al decirle que “habíamos follado”. Ella, muy segura de sí misma, se rió, diciéndome: “Pero si las lesbianas no follan”. Esta frase, de haber sido pronunciada actualmente en un debate televisivo, habría hecho saltar las sirenas de la indignación, y el dedo acusador de la LGTBfobia habría aplastado a quien osara pronunciar aquella muestra de ignorancia cerril. La chica que pronunció aquella fatídica frase sigue siendo mi amiga hoy en día, ya tiene bastante claro que dos mujeres sí que pueden follar, y por nada del mundo se me ocurriría reprocharle aquella frase de hace mil años, por la simple razón de que en aquel entonces apenas comenzábamos a tener los conocimientos ni las herramientas necesarias para pensar de otra forma. Ahora, cuando hablamos de aquella conversación del pasado que las dos recordamos, la observamos con la justicia de saber que aquellos eran otros tiempos. No le exigimos a nuestros yoes del pasado una corrección política ni una amplia conciencia hacia la sexualidad LGTB porque éramos dos micos de 18 años en un momento en el que pensar así no era extraño (lo cual no legitima este modo de ver las cosas; simplemente lo coloca en un marco temporal que facilita su comprensión).

8. Miren el miedo a ser gay de Ross, el guantazo a Gilda y la facilidad de La Sirenita para vender su voz por amor con un poquito de perspectiva histórica. Analícenlo, claro que sí, y abran bien los ojos para percatarse de ello. Piensen que, a pequeña escala, exigir que Chandler no se avergüence de su padre trans es como ver Mujercitas, entrar en cólera porque las protagonistas no llevan pantalones y tienen que quedarse bordando en casa, y pedir que dejen de emitir la película cada año en televisión.

En cierta manera, agradezcamos que exista Friends, que exista Disney, que exista Gilda. Aparte de poseer, cada una a su particular manera, genialidades que pueden hacernos disfrutar, estos productos culturales son, de alguna forma, estratos en la gruesa corteza de nuestra cultura que, sabiamente excavados y observados con ojos de arqueólogo, podrán darnos datos sobre cómo fuimos un día.

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