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Trabajar para el enemigo

Hogar Social Granada despliega una pancarta a las puertas de la mezquita

Antón Losada

Ocho de cada diez victimas del terrorismo yihadista son creyentes musulmanes. De cada diez atentados que perpetran, nueve se producen en países de mayoría musulmana. Los atentados, el terror, la muerte y la tragedia, todo lo que se acaba de vivir en Catalunya, constituyen el día a día de millones de creyentes musulmanes victimas del mismo odio y el mismo fanatismo.

No los matan por ser europeos o defender los valores de las democracias occidentales. Los matan porque en su camino hacia la victoria y la gloria prometida los terroristas asesinan indiscriminadamente a todo aquel que no comparta su idea del islam y del mundo. No es una guerra, es una matanza de ciudadanos inocentes.

Todos aquellos que pretenden entender o analizar sus crímenes desde la lógica de la respuesta a años de dictaduras y guerras, evidentemente patrocinadas por un occidente codicioso del petróleo o el gas, deberían preguntarse cómo encaja en ese razonamiento la evidencia de que asesinan sobre todo e indiscriminadamente a quienes afirman querer liberar.

Todos aquellos que abrazan con pasión la charlatanería de la guerra santa y la guerra contra occidente y los valores que teóricamente representamos debería preguntarse si no es eso precisamente aquello que más anhelan los asesinos. Verse reconocidos como soldados de su Dios en una guerra santa donde sólo sirve vencer o morir.

Resulta estremecedor comprobar con que facilidad los charlatanes de la guerra santa señalan y amplían el circulo de sus enemigos: primeros son los terroristas, luego los islamistas, luego los musulmanes, luego todos esos progres y buenistas idiotas que no entienden que estamos en guerra, luego los gobiernos buenistas y sus votantes idiotas, luego los gobiernos que no movilizan a los ejércitos y empiezan a contraatacar y así hasta que al final sólo quedan ellos.

Existen muchas formas de trabajar para el enemigo. Aceptar y repetir su relato y su lógica siempre ha resultado una de las más efectivas. Nada legitima más al odio que el discurso del odio.

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