La justicia obliga a Melilla a mover ficha contra sus numerosos símbolos franquistas
Melilla es una ciudad en la que hasta hace cuatro meses el “una, grande y libre” presidía una de sus plazas principales, y donde una estatua de Franco todavía recibe a quien desembarca en el puerto, como aquellos 23 guardias civiles que posaron para la foto en alegre camaradería.
Una sentencia acaba de condenar a la ciudad autónoma por incumplir la Ley de Memoria Histórica. La resolución obliga al gobierno de Melilla a elaborar un catálogo de vestigios franquistas en seis meses, indicando quién es el titular de los símbolos y si estos gozan de alguna protección. Es un posible paso previo a su retirada.
La última estatua en vía pública española que homenajea al dictador está frente al puerto, principal puerta de acceso a la ciudad. “Melilla al comandante de la Legión D. Francisco Franco Bahamonde, 1921-1977”, se lee en la leyenda bajo ese busto. Para defender la estatua el gobierno municipal se parapeta en un argumento que consiste en parcelar la vida de Franco: esa estatua, en la que posa con un sombrero de explorador, estaría allí porque antes de dictador fue comandante de la Legión, al frente de la cual libró a la ciudad del asedio de las tropas rifeñas de Abd-El-Krim, en 1921.
El argumento vuelve a estar de actualidad desde hace unas semanas. “No soy franquista, pero esta estatua es por quienes salvaron a Melilla en 1921”, dijo la semana pasada Juan José Imbroda, presidente de la ciudad autónoma, quien ya advirtió en 2009 de que no la retiraría si no era para reubicarla.
El 20 de octubre, el juez del juzgado de lo contencioso-administrativo número 1 condenó a Melilla a elaborar el catálogo de vestigios de la Guerra Civil y franquistas. La resolución, a la que ha tenido acceso eldiario.es y que aún puede ser recurrida, afea al gobierno municipal que no haya elaborado el catálogo en los nueve años que han transcurrido desde que se aprobó la Ley de la Memoria Histórica, pese a que esta prevé que se retiren “escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la Dictadura”, a no ser que tengan valor artístico.
Eduardo Ranz, abogado especializado en Memoria Histórica, solicitó al gobierno municipal que cumpliera con su obligación legal en febrero de 2015. La administración ni se dio por enterada ni mucho menos contestó, y en mayo de este año Ranz pidió la retirada de toda la simbología franquista. El juez atiende su petición a medias: de momento, la ciudad deberá elaborar un catálogo.
En la ciudad quedan también un sinfín de calles (algunas fuentes dicen que son 46) en homenaje a generales de la dictadura o falangistas: calle General Yagüe, calle Falangista Sopesen, calle Falangista Rettschlag, calle General Moscardó o calle José Antonio Primo de Rivera. Eduardo Ranz acaba de solicitar también la sustitución inmediata del nombre de tres calles (José Antonio Primo de Rivera, Yagüe y Moscardó).
Un monumento al requeté en una plaza modernista
Sin embargo, el mayor símbolo sigue siendo la estatua de la Plaza Héroes de España, presidida desde 1941 por un requeté con la bandera carlista y un león hispano a su lado. Entre febrero y junio de este año se remodeló la plaza para instalar unos bancos modernistas, y aunque se suprimieron el yugo y las flechas, las aspas y la placa en recuerdo del 18 de julio de 1936, allí sigue el requeté. También se eliminó el “una, grande y libre” que coronaba el monumento, después de que Enrique Delgado, que lleva años luchando por la eliminación de los símbolos fascistas en Melilla, lo denunciara en su blog El Alminar. Detrás del requeté, sin embargo, sigue el escudo enmarcado por un águila. Los huecos de las alas se asemejan a las runas sig, el emblema de las SS nazis.
Según Delgado, el valor del monumento es simbólico, y por eso “lo defienden como Numancia”. Se sitúa sobre la antigua ubicación del Café La Peña, que regentaba el concejal Julio Caro y donde se reunían los izquierdistas de la ciudad. El general Maximino Bartomeu leyó allí el bando que dio inicio a la Guerra Civil y cuando echaron abajo el café, se erigió el símbolo de los vencedores sobre las ruinas del emblema de los derrotados.
“Nadie explica qué aporta a la ciudad desde el punto de vista estético o monumental. No tiene defensa”, explica Delgado. En el año 2001, él y otros tres compañeros fueron juzgados por pintarrajearlo. Pedían para ellos hasta año y medio de prisión. El denunciante fue la ciudad autónoma, que pretendía que las pintadas se calificasen como delito contra el patrimonio artístico cuando aquello, según Delgado, no pasa de “pegote”.
La placa de la casa en que vivió Franco
Los avances parecen realizarse con vergüenza. Entre junio y julio de 2015 se sustituyó, sin anuncio previo, una placa de enaltecimiento a Franco en la vivienda que ocupó cuando fue jefe de la Legión. La actual, instalada el verano pasado, dice: “En esta casa vivió en 1924, como jefe de la Legión, el teniente coronel D. Francisco Franco Bahamonde. Como comandante jefe de la primera bandera, de la que fuera fundador, participó en las acciones de socorro a Melilla en 1921”. La sustituida decía: “El Jefe del Estado D. Francisco Franco Bahamonde vivió en esta casa en el año 1924, siendo teniente coronel de la Legión”.
Otro ejemplo es la estatua ecuestre de Franco, retirada en 2010 del Acuartelamiento Millán Astray del Tercio de la Legión por orden del Ministerio de Defensa. Gustavo Cabanillas, un conocido empresario de la ciudad, consiguió que se cediera a la Fundación Gaselec, que preside. La Fundación restauró la pieza, le dio brillo, y ahora la estatua es visitable los sábados, de 11.30 a 12.30, en la Compañía Melillense de Gas y Electricidad. En ese espacio privado está también el monumento a Juan Yagüe, falangista, legionario, africanista y responsable principal de la matanza de Badajoz. A esa estatua le cortaron la cabeza en Soria.
El último intento de modificar el callejero fue en 1991. El PSOE amagó con una leve modificación y ese mismo año perdió las elecciones. En Melilla circula desde entonces una leyenda interesada: “Quien toque a Franco pierde las elecciones”. Lo que ahora determina el juez es que esa tolerancia es ilegal y que seis meses son suficientes para elaborar un catálogo que lleva diez años de retraso.