El ARN mensajero de las vacunas de Pfizer y Moderna contra la COVID ni modifica el ADN ni se fabrica con fetos
La campaña de inmunización contra la COVID–19 comienza el 27 de diciembre en España. La vacuna que llegará es la de Pfizer, desarrollada con la tecnología de ARN mensajero (ARNm), que significa “ácido ribonucleico mensajero”, una técnica novedosa en su uso masivo en humanos que ha generado una serie de bulos sobre sus posibles efectos secundarios o sobre su modo de fabricación. Uno de los últimos ha sido el del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, que ha dicho que la vacuna de Pfizer podría hacer que los humanos se conviertan “en mono o en cocodrilo”, añadiendo además que “sería un problema suyo”, ya que el contrato con el laboratorio establece que no se hacen responsables de ningún efecto secundario.
En qué consiste el ARNm
Como señalan los investigadores Jose M. Jimenez Guardeño y Ana María Ortega-Prieto (King's College of London) en este artículo en The Conversation, las vacunas de ARN mensajero se diferencian de las tradicionales en que que no se inocula ningún patógeno ni fragmentos del mismo. “En su lugar, los científicos crean un ARN [que es material genético] mensajero sintético en el laboratorio, el cual contiene una copia de parte del código genético viral. Este ARN mensajero se introducirá en nuestras células y permitirá a la maquinaria celular poder fabricar la proteína viral directamente, la cual se presentará en la membrana celular y estimulará al sistema inmune”.
Como explica en este otro artículo el experto en vacunas Adam Finn, una vez inyectado el ARNm de la vacuna se traduce en una proteína viral, que nuestro sistema inmunitario detecta. “El cuerpo genera una respuesta inmune en reacción a estas proteínas virales, que no pueden por sí mismas causar enfermedades, y esto proporciona protección contra el desarrollo de la enfermedad”.
Así que lo que se inocula en las personas es ese “mensajero” que distribuye por las células una especie de señuelo para que el cuerpo aprenda a distinguir y cómo defenderse de ese patógeno sin riesgo a que la enfermedad pueda desarrollarse. Y esta es la tecnología que han aplicado las vacunas de Pfizer/Biontech y Moderna. La parte menos positiva es que el suero es poco estable con la tempertura. De ahí que precise mucho frío. En el caso de Pfizer un frío casi extremo de -80 grados. Moderna ha conseguido crear un producto menos exigente y, por tanto, con una logística más sencilla. Pero la fórmula para que actúen es la misma: el ARN mensajero.
Ni siquiera se encuentra con el ADN, es decir, los genes humanos
Los científicos del King’s College enumeran hasta siete razones por las cuales consideran falso que este tipo de vacuna pueda modificar el genoma humano o ADN, con el que ni llega a encontrarse físicamente, y por ende provocar posteriores enfermedades genéticas, que es una de las tergiversaciones que se están leyendo en las redes estas semanas.
Entre los motivos que explican, en primer lugar señalan que cuando el virus infecta nuestras células ya produce millones de ARN mensajeros que no tienen ningún efecto sobre nuestro ADN. Además, es una molécula extremadamente frágil (de ahí lo del frío para conservar) y tras producir la proteína del virus (que estimulará el sistema inmune contra el mismo) desaparecerá.
Aún en el caso de que el ARN llegara a encontrarse con el ADN, lo que no llega a ocurrir, la secuencia de ARN mensajero usada en la vacuna no puede integrarse en el genoma. Pero incluso si llegara a integrarse, continúan, “lo que con más probabilidad pasaría es que tendríamos una célula que empezaría a producir la proteína del SARS-CoV-2 utilizada como antígeno por lo que sería reconocida por el sistema inmune y destruida inmediatamente”.
Como señala Finn, “en las células humanas, mientras que el ADN se transcribe regularmente en ARN, no ocurre lo contrario: el ARN no puede convertirse en ADN y alterar nuestros genes. De hecho, fabricar ADN a partir de ARN –la llamada transcripción inversa– es algo que solo un cierto tipo de virus, como el VIH, puede hacer”.
Los cultivos celulares para producir vacunas desde 1960
Otro de los bulos que han acompañado a la vacuna de ARNm (que usan tanto Pfizer como Moderna) es el que ayudó a extender el cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, en una homilía el pasado mes de junio. Afirmó el eclesiástico sobre estos sueros que “el demonio existe en plena pandemia, intentando llevar a cabo investigaciones para vacunas”, y que “una de las vacunas se fabrica a base de células de fetos abortados”.
Para desarrollar una vacuna hay que mantener vivos los virus que se quieren neutralizar. Y esos virus solo se pueden mantener vivos dentro de células. Para conseguir esas células se realizan cultivos celulares.
Existen dos líneas celulares inmortalizadas que provienen de células extraídas durante el análisis de dos fetos resultado de dos abortos por motivos médicos en 1961 y 1966, como explica el portal Maldita Ciencia. Esas células (que nunca han formado parte de los fetos originales) se han utilizado en investigaciones para vacunas contra la polio, la rubeola o la varicela entre otras.
El Centro Nacional Católico de Bioética estadounidense ha pedido sustituir estas vacunas por opciones alternativas siempre que sea posible. Pero también señalan que en caso de no haber alternativas debe ponerse la importancia de vacunarse para preservar la salud pública y el bienestar infantil por encima del posible conflicto con el origen de esas vacunas.
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