Batalla científica sobre el cigarrillo electrónico: eficaz para dejar de fumar y también amenaza para la salud
Los cigarrillos electrónicos llevan varios años en el punto de mira de diversas instituciones sanitarias a nivel internacional. A finales de julio, la Organización Mundial de la Salud alertó sobre el efecto negativo de estos dispositivos en la lucha contra el tabaquismo y a principios de mes, el Ministerio de Sanidad español lanzó una campaña en la que los compara con el tabaco. Mientras tanto, las autoridades sanitarias de EEUU han recomendado la prohibición de los cigarrillos electrónicos de sabores, tras dispararse su uso entre los adolescentes. Sin embargo, en otros países, como Reino Unido, se está promoviendo su consumo como un método eficaz para dejar de fumar.
La disparidad de estrategias políticas obedece, en cierta medida, a la falta de consenso científico sobre las consecuencias del consumo de cigarrillos electrónicos a largo plazo. Mientras que la mayor parte de los expertos en prevención consideran que estos dispositivos siguen siendo un riesgo para la salud pública y que solo es otra forma de mantener enganchados a los antiguos fumadores y de atraer a nuevos consumidores, algunos investigadores defienden que es un método eficaz y seguro para dejar de fumar, ya que proporciona cantidades suficientes de nicotina, pero sin las sustancias más dañinas y cancerígenas del tabaco.
El debate de los últimos años se ha centrado en establecer si los riesgos asociados a estos productos y el posible aumento en el número de fumadores que lleva asociado compensan las mejoras en salud global que se podrían producir por el hecho de sustituir el tabaco por los cigarrillos electrónicos, una estrategia conocida como reducción de daños.
La hipótesis de la 'reducción de daños'
En este sentido se expresaron el pasado año 72 investigadores en una carta dirigida al director general de la OMS. En la misiva, los investigadores instan a la organización sanitaria a dar más peso a los beneficios de los dispositivos electrónicos, alegando que “la incertidumbre sobre los efectos a largo plazo no debería ser una razón para la parálisis”.
Uno de los firmantes de la carta, el profesor de la Universidad Queen Mary de Londres, Peter Hajek, publicó a principios de este año un estudio en el New England Journal of Medicine (NEJM) que concluye que los cigarrillos electrónicos son casi el doble de efectivos para dejar de fumar que otros productos de nicotina convencionales, como parches o chicles.
Reino Unido decidió en 2012 comenzar a promover el uso de CE para reducir el tabaquismo y la tasa de fumadores de tabaco ha descendido cinco puntos porcentuales desde entonces, hasta situarse en un 15%, según los últimos datos de la Oficina Nacional de Estadística. Sin embargo, esto ha traído consigo el aumento en el número de usuarios de los cigarrillos electrónicos, cuya tasa ha aumentado más de un 70% en los últimos cuatro años, hasta situarse en el algo más del 6%.
Riesgos a largo plazo
Otro de los puntos polémicos del uso de cigarrillos electrónicos como método para dejar de fumar se encuentra en su eficacia a largo plazo, ya que el estudio de Hajek también mostró que el 80% de los participantes que habían dejado de consumir tabaco gracias al cigarrillo electrónico seguían utilizando estos dispositivos un año después.
Aunque existe cierto consenso sobre el hecho de que los cigarrillos electrónicos tienen menos sustancias tóxicas que el tabaco, los científicos también reconocen que estos dispositivos no son inocuos y en otro artículo publicado también en el NEJM, varios investigadores plantean sus dudas sobre los riesgos de mantener la adicción a la nicotina y las “consecuencias desconocidas para la salud a largo plazo”.
“Existe cierta confusión social acerca del perfil de seguridad de estas nuevas formas de tabaquismo, ya que se intentan introducir como formas de fumar de 'bajo riesgo' o incorporando los conceptos de reducción de daños”, aseguraba Juan Antonio Riesco, neumólogo del Hospital Universitario de Cáceres, durante el Congreso SEPAR 2019 celebrado el pasado mes de julio y donde el especialista ofreció una ponencia sobre cómo los CE también son un factor de riesgo para desarrollar diversas enfermedades pulmonares.
También el presidente de SEPAR, Carlos Jiménez, asegura que, a pesar de que “no sabemos nada de los daños a la salud que pueda generar el consumo a largo plazo de cigarrillos electrónicos, sí sabemos que en el vapor hay sustancias tóxicas que facilitan la aparición de infecciones pulmonares y otras que pueden producir cáncer”.
Otros estudios realizados en los últimos años han mostrado los posibles daños de este tipo de dispositivos, lo que ha llevado a algunos investigadores a asegurar que la relación coste beneficio del cigarrillo electrónico no es positiva y que la estrategia de reducción de daños no es eficaz. Esta fue la principal conclusión de un estudio publicado el pasado año en la revista PLoS One, que asegura que “basado en la evidencia científica existente relacionada con los cigarrillos electrónicos y las suposiciones optimistas sobre el daño relativo que producen en comparación con el consumo de tabaco, el consumo de CE representa actualmente más daño a nivel de la población que beneficio”.
Además, no son pocos los investigadores que desconfían de la estrategia de reducción de daños y la consideran una artimaña de la industria del tabaco para colar sus nuevos productos. En este sentido, un artículo publicado en el British Medical Journal ha mostrado el papel dos importantes empresas tabacaleras en la promoción de esta estrategia.
El consumo se dispara entre los adolescentes
Sin embargo, el principal problema señalado por los críticos no son solo los posibles efectos a largo plazo, sino el hecho de que estos nuevos productos están funcionando como una puerta de entrada para seguir generando adictos a la nicotina, especialmente entre los jóvenes, ya que, según diversos estudios realizados en los últimos años, el consumo del cigarrillo electrónico entre los adolescentes se ha disparado.
En España, los datos provisionales de la encuesta ESTUDES, que se presentará en noviembre, alertan del aumento del uso del cigarrillo electrónico entre jóvenes de 14 a 18 años, ya que uno de cada dos reconoce haber probado estos productos, cuando en 2016 la proporción era de uno de cada 5. Además, la encuesta revela que el 78% de los estudiantes que usaban con frecuencia este tipo de productos también declaraba haber fumado tabaco.
Estos datos han llevado al Ministerio de Sanidad a estudiar cómo adaptar la Ley Antitabaco para que la normativa incluya las nuevas formar de fumar. A pesar de que no están incluidos en dicha ley, en los últimos años, varias reformas legislativas han prohibido su venta a menores, así como su uso en centros pertenecientes a la administración pública, medios de transporte y parques infantiles, además de impedir que se haga publicidad. Sin embargo, se pueden seguir usando en bares, restaurantes y centros de trabajo, y las marcas han buscado resquicios legales para anunciarse.
En Estados Unidos el debate también está abierto y el porcentaje de estudiantes de secundaria que admiten haber usado cigarrillos electrónicos en el último mes pasó de un 2 a un 16% entre 2011 y 2015, según un estudio publicado por la Academia Nacional de Ciencias el pasado año. Aunque tras la aplicación de medidas restrictivas las tasas bajaron en 2016 hasta el 11%, en los últimos dos años los porcentajes se han vuelto a disparar hasta rozar el 21%, según los datos publicados esta misma semana por el Centro de Control de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés).
En total, el número de adolescentes que consumen este tipo de productos en el país norteamericano aumentó en más de 1,5 millones entre 2017 y 2018, unos datos que han llevado al gobierno de Donald Trump a plantearse la prohibición de la venta de la mayoría de los cigarrillos electrónicos con sabores, los más populares entre los menores. “No podemos permitir que la gente se enferme. Y no podemos dejar que nuestros hijos se vean tan afectados”, afirmó el presidente.
Brote de infecciones pulmonares en EEUU
La medida se ha planteado en medio de un brote de infecciones pulmonares relacionado con los cigarrillos electrónicos que las autoridades sanitarias hicieron público la semana pasada. Según informó el CDC, se han detectado más de 800 casos en 46 estados y han fallecido 12 personas.
“Lo que hemos encontrado es que la mayoría de las personas que han enfermado son en general hombres sanos, con una edad media de 19 años”, explicó la directora médica y epidemióloga del Departamento de Salud Pública de Illinois, Jennifer Layden, principal autora de un estudio en el que se describen los primeros 53 casos que fueron identificados en los estados de Illinois y Wisconsin.
Aunque los primeros indicios parecían indicar que todos los casos estaban relacionados con el consumo de aceites de THC comprados de forma irregular, los resultados de las primeras investigaciones no han podido determinar el origen del brote. Los responsables del CDC aseguraron en rueda de prensa que, en algunos casos, los afectados aseguran no haber consumido esta sustancia, por lo que “en este momento, ningún dispositivo, producto o sustancia ha sido vinculado a todos los casos”.
Los investigadores tampoco han podido confirmar si el brote es un fenómeno nuevo y puntual o si las infecciones se llevan tiempo produciendo sin haber sido detectadas. Sin embargo, según Layden, la hipótesis de ser “un fenómeno nuevo” es la que tiene más peso, ya que las infecciones detectadas en mayo y junio de 2019, son superiores a las detectadas en 2018.
En cualquier caso, los responsables del CDC han recomendado a la población que deje de fumar de cualquier tipo de dispositivo electrónico hasta que se determine la causa de estas infecciones pulmonares y un editorial del NEJM asegura que los médicos deben disuadir a sus pacientes de usar estos dispositivos.