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ENTREVISTA | Miguel Valcárcel

“Los profesores deberían rendir cuentas cada año a las universidades que les pagan”

Valcárcel cree que "no hay mayor privilegio que dar clase y que los estudiantes te valoren".

Daniel Sánchez Caballero

Con más de 45 años en la universidad a sus espaldas, Miguel Valcárcel (Barcelona, 1946) ha pasado por casi todas las instancias. Es catedrático de Química, lo que le ha dado un nombre desde la Universidad de Córdoba, pero también le ha dedicado muchos años de su vida a la evaluación del profesorado universitario.

Valcárcel fue miembro fundador de la Aneca (Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y la Acreditación), ha pasado por el Cneai (la rama que evalúa la investigación) y estuvo en la primera comisión del Plan Nacional de Universidades. Desde su dilatada experiencia, se muestra crítico con la evaluación del profesorado universitario por escasa, mal planteada y no tener consecuencias.

¿Se evalúa correctamente a los profesores?

No. Ha mejorado, pero no se evalúa correctamente. Me refiero también a una comparativa internacional. No ha habido una adaptación de las necesidades de los 80 ó 90 al siglo XXI.

¿En qué sentido?

Uno de los fallos garrafales en la evaluación del profesorado es que no se hace de manera integral. A un profesor no se le puede evaluar por trocitos como se hace ahora [docencia por una parte, investigación por otra]. La segunda cosa que debería tenerse en cuenta es la instancia de lo cualitativo versus lo cuantitativo. Para facilitar la evaluación todo se convierte en números, y eso es un error.

En docencia, en investigación y en transferencia se evalúa al peso y perjudica al buen profesor. La tercera cosa es que la polémica de buen profesor y mal investigador es una mentira. Encuestas de varias universidades establecen correlaciones bastante altas en que coincide el buen investigador con el buen docente. No hay mal investigador o buen docente o viceversa, hay buenos profesionales o malos profesionales. El buen profesional imparte su docencia bien y hace su investigación bien.

Comentaba que no se evalúa correctamente pensando en lo que se hace en otros países. ¿A qué se refería?

En España tenemos olvidada la rendición de cuentas y es algo esencial en las universidades europeas, americanas y japonesas. El profesor debe rendir anualmente cuentas del trabajo hecho. No para promociones o acreditaciones, sino para rendir cuentas a la institución que le paga. Es muy importante que la evaluación de esta rendición de cuentas no sea exclusiva de la propia universidad. Deben participar agentes externos expertos.

Objetivamente, la investigación, al menos en la parte de técnicas científicas, tiene referencias externas (índices de impacto en las revistas, etc.). Sin embargo, la docencia solo tiene referencias internas. Esto es una catetada que debe romperse. La solución es que el profesor primero haga una apuesta de lo que va a hacer durante el año, que apruebe el decano, y después una rendición anual de cuentas y una evaluación externa o mezclada. Así podrán convivir en la universidad profesores que se dedican más a la investigación, más a la docencia o a medias.

Para evaluar y rendir cuentas hay que fijar primero qué queremos que sea un buen profesor. ¿Cómo deberían ser, en su opinión?

Es una persona que trabaja en la universidad para que esta cumpla sus objetivos, que deben estar bien definidos. Su actividad tiene que dividirse en cuatro tareas fundamentales: docencia, investigación, transferencia de conocimiento y tecnología y gestión (alguien debe hacerlo).

En este tetraedro, el profesor una veces es más docente, otras menos, no siempre ejerciendo de gestor o investigador, pero siempre compensándolo. A mí la docencia es lo que más me satisface. El contacto directo de los estudiantes es el feedback más importante que me ha dado la profesión. Pero en la docencia no se pueden buscar medallas, es algo íntimo de satisfacción con uno mismo.

¿Y qué es un buen docente entonces?

Aquel profesor que tiene como objetivo no cumplir una obligación si no hacer lo que más le gusta, transmitir, estimular, incidir más en actitudes que en aptitudes en los estudiantes, formar con ellos una conspiración para la mejora continua. El mensaje docente llega mejor si hay un buen rollo entre el profesor y el estudiante, lo cual no quiere decir que tenga que aprobar a todo el mundo.

No hay que bajar el nivel de exigencia, pero sí atender todas sus necesidades respecto a la materia. Ser asequible hoy en día no son las tutorías y esas chorradas que se inventan para controlar al profesor, son más eficientes las redes sociales o los emails, que se respondan las cosas cuando es necesario. Un profesor debe ser una persona dedicada a formar integralmente a los estudiantes, no alguien que cumple una obligación.

En España hace 20 años –ahora menos– se hablaba de “carga docente” y “actividad investigadora”, lo cual da una idea. Y esto en una institución docente. Es vergonzoso. No hay privilegio mayor desde mi punto de vista que poder dar clase y que los estudiantes te valoren.

¿Cree en las encuestas de los alumnos como método de evaluación?

Creo que tendrían que tener una modificación. No se hacen con garantía. El hecho de que no haya consecuencias hace que los estudiantes pasen. El día de las encuestas, que suele estar anunciado, hace que los estudiantes que no sean de la cuerda del profesor no vayan a no ser que quieran perjudicarle. Me parece que es un dato solo, pero usar un dato solo no es adecuado. Docentia [el programa que se utiliza para evaluar al profesorado y es voluntario] es incalificable, un verdadero asalto para el profesor que se quiera evaluar para la acreditación y no responde correctamente a la realidad.

Usted habla de incentivar al buen profesor. ¿Solo incentivar, en positivo?

Si la evaluación docente se hace y no tiene consecuencias, mejor no hacerla. Y si las hay, tiene que haber consecuencias negativas y al mismo tiempo un programa de incentivos a la docencia. En vez de evaluar a pie de tierra, hay que evaluar a vista de pájaro. No hay que mirar tantos detalles que no se tienen en cuenta.

La evaluación debe ser global, con una visión genérica, no entrar en detalles de si le faltan tres horas de clase. Lo que es más importante, que el profesor cuando se le evalúa sienta que está en un sistema justo, sienta que se valora su labor. Ese mensaje no lo da Docentia, por ejemplo.

¿Hablamos de incentivos económicos?

Sí. El poder adquisitivo de los profesores ha caído un 30%, y sería positivo. No es para toda la vida, quede claro. Volvemos a la rendición anual de cuentas. La universidad se puede inventar unos tramillos e ir dando y quitando en función de la evaluación.

Siempre es impreciso generalizar, pero ¿tenemos un buen cuerpo docente en España?

Los que nos estamos jubilando representamos un modelo de universidad que ya no es coherente con las necesidades actuales. Mi opinión es que la gente que está entrando son el futuro y hay que formarlos bien, incentivarlos. La situación es perfectamente comparable respecto al nivel internacional. Tenemos gente en España de esa edad (30-40) geniales, competitivos, que pueden transformar la universidad española. Ellos son el futuro y hay que darles las herramientas para que lo consigan. Los mayores tenemos que no intentar cortarles las alas, sino todo lo contrario.

Con la tasa de reposición al 0% durante varios años, las universidades han ido supliendo profesores titulares y catedráticos con profesores asociados. ¿Ha afectado a la docencia?

Muchísimo. En el caso de los contratados depende del tipo de contrato y persona. Si es joven, está haciendo la tesis o la ha terminado, perfecto. Es un potencial profesor en el futuro. Pero si es un profesional que dedica una hora o dos por la tarde a dar clases, malo. No es malo cuando dan cursillos para contar su experiencia, sino cuando tienen que hacerse cargo de una asignatura entera. A los buenos hay que incentivarles, apoyarles para que continúen y evaluarlos adecuadamente para que empiecen a subir escaloncillos dentro de la universidad.

¿Por qué las universidades valoran más la investigación?

Tiene una ventaja, que tiene números. Multiplicas el índice de impacto por no sé qué y tienes un número. La docencia no tiene números. La investigación también da más renombre a la universidad. Se valora más y es una vergüenza.

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