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ENTREVISTA | Ruth Dreifuss (expresidenta de Suiza)

“Las mujeres ya no están dispuestas a ser consideradas como un animal que los hombres cazan”

Ruth Dreifuss, primera presidenta de Suiza.

Ana Requena Aguilar

Último país europeo en aprobar el derecho al voto femenino. Es la típica pregunta de trivial y si dices Suiza te apuntas un quesito. Pero más allá de un juego de mesa, y en plena ola feminista, pensar que las mujeres suizas no pudieron votar hasta 1971 (hasta 1990 en el último cantón) impresiona. 'El orden divino', una película de la directora Petra Volpe, retrata, también con humor, la sociedad suiza de aquellos momentos previos a la aprobación del sufragio y la lucha de las mujeres suizas por su derecho al voto, pero también por su emancipación económica, personal y sexual. 

Entre esas mujeres estaba Ruth Dreifuss (San Galo, 1940), que más tarde, en 1999 se convirtió en la primera presidenta de Suiza. Miembro del Partido Socialista, asegura que sigue habiendo muchos obstáculos para la plena participación de las mujeres en la política, el mercado laboral o la economía. Dreifuss ha pasado por el preestreno en España de 'El Orden Divino'.

¿Cómo es posible que el voto femenino no se lograra en toda Suiza hasta comienzos de los años noventa?

Sí, Suiza fue uno de los pocos países donde los hombres votaron la pregunta de si entregar el derecho de voto a las mujeres. Tardamos tanto porque necesitamos mucho tiempo para convencerles. La otra razón es que Suiza es un país conservador, que tiene una visión tradicional de los papeles de mujeres y hombres. Fue una larga discusión ene el país. Los primeros intentos de otorgar los derechos a las mujeres son del siglo XIX. Tuvimos una huelga general en 1918 por este motivo. Fue una lucha de casi cien años.

¿Y finalmente cuál fue la clave para conseguir ese referéndum y que su resultado fuera favorable al voto femenino?

La lucha de las mujeres. Las mujeres hicieron muchas cosas: manifestaciones, movilizaciones, huelgas. En algunas protestas llevaban la imagen de un inmenso caracol para decir lo lentamente que se avanzaba. Hubo también un gran debate poco antes de una de las votaciones en el que se habló de las contribuciones de las mujeres a la vida económica y social, que fue también un modo de mostrar hasta qué punto las sociedades necesitan la plena participación femenina. El primer referéndum fue en el 59 y su resultado fue negativo, pero ahí empezaron los derechos a nivel cantonal. En Suiza, los progresos generalmente empiezan en ciudades, municipios, cantones y luego se extienden a los demás. El último cantón en aprobar el derecho al voto femenino fue en 1991 y lo hizo por decisión del Tribunal Supremo del país. 

Y sin embargo usted alcanzó la presidencia de Suiza, algo que en muchos otros países del entorno, que aprobaron el voto femenino mucho antes, no ha sucedido.

La sociedad, se ve en la película, vivió un momento de cambio social y cultural, como sucedía en toda Europa. Lo interesante es ver que era un movimiento de liberación de la sexualidad, de apertura a los estudios, al empleo remunerado, un cambio en el interior de las familias, y lo que nos pasó fue parte de un movimiento general. Los cambios sí se dieron rápido porque, después de conseguir el voto y de cambiar la Constitución, la tarea fue la de revisar todas las leyes, cambiar las que eran discriminatorias: el derecho de familia, la ley del divorcio, los seguros sociales...

Hubo realmente una revisión completa para identificar elementos de discriminación de género, es algo que se hizo ente los 70 y los 80 y trajo cambios muy importantes a nivel de leyes; el cambio de la sociedad es otra cosa, va a otro ritmo y aún estamos en ello.

Usted que ha desempeñado varios cargos políticos de alto nivel, ¿dónde está la resistencia, qué problemas permanecen para que la paridad siga siendo un reto y no una realidad consolidada?

Sigue habiendo obstáculos reales en la vida cotidiana que hace que las posibilidades reales de las mujeres de acceder a puestos de responsabilidades sean más complicadas. En política tenemos la posibilidad de desarrollar métodos para facilitar esto, por ejemplo, mi partido, el Partido Socialista, dice que de cada dos representantes en el Gobierno, al menos uno debe ser mujer. 

Pero más allá de eso, ¿no tenemos un problema con el propio concepto de poder, con su reparto, con cómo se reparten los cuidados?

Exacto y esos son los problemas más difíciles. La política debe encargarse también de eso, por ejemplo, la puesta a disposición de servicios para las familias, para los niños, las cuotas en las empresas, la igualdad salarial. Ahora en Suiza estamos discutiendo, por ejemplo, sobre la transparencia en los salarios y la obligación de hacer estudios en las empresas sobre brecha salarial. En política no tenemos paridad en Suiza y tenemos que luchar por eso pero la política es un campo más transparente y abierto y que tiene más instrumentos de promoción que la economía privada, que es donde veo el gran problema.

En Suiza decidieron los hombres sobre el voto de las mujeres, pero en Irlanda hace solo unas semanas mujeres y también hombres decidieron en un referéndum sobre el derecho al aborto. Su resultado positivo también ha sido histórico. ¿Cree que estamos ante una nueva ola, un nuevo impulso de los movimientos feministas y de mujeres?

Sí, sin duda. El movimiento #MeToo es, en mi opinión, muy importante: es la primera vez que la situación de poder de los hombres sobre las mujeres, consideradas como personas que no pueden realmente decidir si quieren o no una relación o un tipo de relación sexual concreta, cambia. Cambia ese concepto de caza, de que las mujeres son algo para cazar. Las mujeres ya no están dispuestas a ser consideradas como un animal que los hombres cazan. 

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