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Lo rural saldrá fortalecido tras la pandemia como “referente de lo perdido”

San Pedro de Ernes, en Negueira de Muñiz (Lugo).

EFE

Madrid —

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Apenas un año después de que la España vacía alzase la voz para reivindicar una gran alianza contra la despoblación y un trato territorial igualitario, la pandemia del coronavirus ha transformado la visión de lo rural y ha convertido el campo en el “referente de lo perdido”.

Jesús Martínez Paricio, catedrático de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) afirma en una entrevista con Efe, que tras la COVID-19, la vida rural saldrá más robusta: En momentos de gran tensión como los actuales se busca “la referencia de lo que no se tiene, de lo que se ha perdido”.

Y en esa “añoranza momentánea, se olvida lo negativo” que puede tener el mundo rural y que, por supuesto, es mucho menor que el drama actual originado por la crisis económica y social, explica Martínez Paricio, quien asegura que una vez “pasado y superado el temor”, volveremos a la tendencia de forma irreversible.

En esta vuelta a la nueva normalidad, vivir en la España vaciada ha sacado algún provecho como la exención del cumplimiento de las franjas horarias en los pueblos de menos de 5.000 habitantes para las salidas a la calle o el hecho de que las personas con un pequeño huerto salgan a cuidarlo desde la fase 0 de confinamiento.

En este punto, el catedrático incide en que algunos estilos de vida del mundo urbano y rural poco atractivos, “pueden y deben ser rechazados”, porque vivir “no es una dicotomía en términos de bueno y malo”, sino que existe una gama enriquecedora entre los extremos.

A su juicio, ambos mundos albergan parte del otro: en el urbano se asumen conductas donde se descubre la importancia del tiempo propio y se intente mantener el ritmo de vida adecuado, y en el campo se aceptan a veces estilos de vida más propios de ciudades.

Por eso, Martínez Paricio aconseja “asumir y vivir tanto lo atractivo, como lo rechazable, y reducir, si es posible, lo negativo en el campo y en las ciudades”.

En los primeros días del confinamiento, la proximidad de grandes urbes a poblaciones rurales fue visto como una “desgracia” por la cercanía al foco vírico, y ahora, en la vuelta a la nueva normalidad renace el temor ante la cercana llegada masiva de visitantes a segundas residencias.

En situaciones de “normalidad” la cercanía en espacio y tiempo supone ventajas, argumenta el experto, pero en épocas de “excepción”, la respuesta lógica es ver “en el otro el riesgo y la amenaza”, y afirma que el paso del tiempo no lo borrará de manera inmediata, pero poco a poco se irá olvidando.

El rechazo al “extraño” estará fundamentado en la capacidad para “ser portador de todos los males imaginados”, aunque habrá quien los reciba como “salvadores de sus intereses particulares”, mientras que, una mayoría silenciosa, los observarán con curiosidad momentánea para después seguir a lo suyo.

Martínez Paricio también advierte de la posible “radicaliación” de “comportamientos de rechazo” y pide prestar atención y cuidado en estos casos.

Respecto al tema candente sobre si la desescalada debe o no ajustarse a las peculiaridades de cada provincia, pueblo o isla, Martínez Paricio destaca que “el control entre provincias puede ser más fácil”.

¿Mantener los límites administrativos tiene sentido en situaciones extremas?, “no”, sostiene el experto, porque dichos límites no son capaces de reducir y, menos parar, este desastre biológico, como tampoco pueden frenar las consecuencias de desastres naturales, tecnológicos o provocados por el hombre.

Martínez Paricio aboga por buscar lugares que respondan a la lógica, como espacios geográficos semejantes, con recursos semejantes, y sugiere aplicar “criterios racionales” en cuestiones importantes, anteponiendo siempre la protección de la población sana ante riesgos que supone el contagio por la movilidad.

En situaciones de emergencia social y sanitaria, pondera la información rigurosa y detallada de la evolución, a la par que defiende noticias comprensibles y veraces comunicadas por personas a las que se les “reconozca autoridad”.

Sin embargo, incide en que una vez que haya disminuido la inseguridad -real, objetiva, subjetiva o la más determinante- los comportamientos esenciales volverán a salir de su reclusión forzada.

En la vuelta a la normalidad, el catedrático “confía y desea” que persistan algunas de las conductas solidarias manifestadas de manera espontánea durante los meses de reclusión, aunque es consciente de que se reducirán por razones lógicas, y pide también estimar como se debe a los que permanecían ocultos en el esquema de valoración social.

(Recursos de archivo en www.lafototeca.com 12321201 y otros)

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