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¡Salud! es lo que deseamos a la gente que queremos porque, sin ella, todo lo demás es mucho más difícil. Cada sábado, nos acercamos a este asunto universal a través de un boletín que presta especial atención a la sanidad pública, da un cariño a las buenas noticias (que falta nos hacen) y deja en tu bandeja de entrada información de servicio público para malestar menos y vivir mejor.

El cáncer de mama no es un “añito malo”

La estatua Intra-Venus, a las puertas del CNIO (Madrid), de la artista Marina Vargas

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Mujeres pacientes de cáncer de mama van a concentrarse en unas horas en varios puntos de España para recordar que la enfermedad “no es rosa” sino un “abismo”. El número de diagnósticos anuales de este tipo de cáncer, más de 36.000 solo en España, es abrumador. Conocer a una persona en un proceso oncológico como este–que sea tu pareja, tu vecina, tu madre, tu hermana o tu amiga– cada vez es más común. Que seas tú misma. 

Te cuento esto porque el manifiesto que van a leer las convocantes dice algo que me ha hecho pensar: “el cáncer de mama no es un añito malo”. A fuerza de que pasa tanto, de que está tanto entre nosotras, ¿estamos quitando peso a la gravedad de la enfermedad? Le he dado vueltas en los últimos días. Las pacientes –me decía una amiga con mucho criterio y mucho sobre la espalda– necesitan relatos de supervivencia. Necesitan saber que la tasa de supervivencia es muy alta, casi un 90%, porque ante un diagnóstico y toda su incertidumbre un par de números son un ancla de emergencia. 

Pero, ¿y las mujeres que no han sobrevivido? ¿y las que están en un proceso metastásico? ¿solo estamos mirando una porción de la realidad del cáncer de mama? Al año fallecen 6.677 mujeres por este tipo de cáncer. 18 al día, según la fundación CRIS contra el cáncer. Una de cada tres diagnosticadas, además, en un estadio temprano terminan después desarrollando metástasis. ¿Cómo no va a ser esto una crisis descomunal de salud pública?

La premio Pulitzer Anne Boyer es una superviviente de cáncer de mama triple negativo, de los más agresivos, y escribió un libro poderosísimo del que ya hablamos en esta newsletter hace unos meses. Recupero algo que contó entonces y me ha hecho acordarme de ella: “Parece que tienes que decir que el cáncer fue un regalo porque corres tus carreras, bebes tu batido y haces tu trabajo. Y todo el mundo habla de lo valiente que eres y de cómo tu actitud positiva te va a mantener con vida. Todos lo sabemos. Está en todas partes y la gente vive ese estereotipo porque quiere vivir. Quieren que les aprueben. Quieren amar. Así que la rabia, el lado oscuro, la decepción y la pérdida no se expresan plenamente porque no entran en el estereotipo”. 

Lo del “añito malo” es una parte más de ese relato falaz que no encaja con las experiencias de muchas pacientes. “¿Cómo te incorporas a una vida laboral de 40 horas a la semana cuando tu cerebro no puede? Como estás viva, el mandato es tirar p'alante como puedas, volverte a subir al carril del sistema porque no queda otra”, se pregunta María Mejía, una paciente oncológica que está tratando de volver a su vida laboral con muchas dificultades. De este pilar de la vida tras la enfermedad, el regreso al trabajo, tampoco se habla y podrían correr ríos de tinta. Una encuesta pionera realizada en Catalunya se ha fijado por primera vez en esta realidad.

El momento es óptimo: el Gobierno –digamos con más propiedad la ministra socialista de Seguridad Social, Elma Saiz, porque al Ministerio de Trabajo no le gusta la idea– ha abierto el melón de plantear una incapacidad temporal “más flexible”. Tras unos días de polémica, Saiz quiere desterrar el término “bajas flexibles” y dice que lo que está sobre la mesa es volver gradualmente al puesto de trabajo “una vez se ha producido la sanación” y se da el alta. 

Esta misma semana la periodista Sara Carbonero dijo que siempre sería una paciente oncológica, porque esa condición no se acaba con la recuperación. No dormir la noche anterior a tu revisión rutinaria o temblar en la sala a la espera de que digan tu nombre para entrar en la consulta no entra en el “añito malo”, ni en los lazos rosas ni en las sonrisas de los anuncios. 

Te recomiendo también este relato en primera persona de Violeta Assiego sobre las presiones estéticas que soportan las mujeres con cáncer de mama, como dar por hecho que querrás reconstruirte la teta, y la “pérdida de la feminidad”, un mandato patriarcal más. Esto nos da para otra newsletter. O cinco. 

Mientras estabas a otras cosas...

  • Hay una loca carrera por abrir facultades de Medicina en España, pero estas decisiones no cuentan con el aprobado ni de Sanidad ni de los decanos.
  • La lista de espera para operarse en la sanidad pública ha bajado ligeramente por primera vez desde la pandemia aunque sigue en máximos históricos: en junio había 848.340 personas aguardando. 
  • ¿Por qué nos encanta el pan? La respuesta está en un cambio genético que permitió a nuestra saliva digerir el almidón hace 800.000 años. Casi nada. 

Lo de la mascarilla

El regusto a 2020, sin estar en 2020, me ha llegado al paladar. El Ministerio de Sanidad y las comunidades autónomas tenían que debatir esta semana una nueva estrategia de medidas comunes para actuar en la temporada de virus respiratorios. La temporada de gripe empieza ya. 

Aquí están las claves del plan

Y lo que pasó después.

El documento, que insta a usar gradualmente la mascarilla según empeoren los contagios, había sido elaborado por técnicos del Ministerio y de ocho comunidades y había sido aprobado por la ponencia de alertas (donde están todas las regiones) solo unos días antes. Pero cuando llegó al nivel de los directores generales, pasó lo que pasa muchas veces: el criterio técnico no es el político. El encuentro terminó sin consenso y con comunidades del PP, como Madrid, diciendo que el plan estaba “inmaduro” y había sido “improvisado”. En unos días Sanidad volverá a intentarlo. 

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