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La violencia sexual, entre la ruptura histórica del silencio y el peligro de crear un discurso del terror para las mujeres

Concentración en Madrid contra la puesta en libertad de los miembros de la manada

Marta Borraz

De Alcàsser a 'la manada'. Entre uno y otro han pasado 24 años y otras muchas historias de mujeres agredidas y desaparecidas que han alimentado el relato mediático. Los casos de Rocío Wanninkhof, Sandra Palo, Diana Quer o Laura Luelmo han sido puntos de inflexión para cada generación de mujeres, socializadas en una sensación de alerta constante ante el peligro. El mismo hilo conductor, pero con una diferencia: los últimos casos se han producido en un contexto social de enorme movilización y contestación feminista. Una toma de conciencia colectiva que se abre paso entre el relato del miedo aprendido desde niñas.

Entre estos casos, el de 'la manada', condenada por el Tribunal Supremo a 15 años de prisión por agresión sexual, ha posibilitado una ruptura del silencio sobre la violencia sexual sin precedentes entre masivas protestas de apoyo a la víctima. En este escenario marcado por la conquista del espacio público, ¿cómo no caer en lo que la investigadora Nerea Barjola llama el “relato del terror sexual”?

La autora de Microfísica sexista del poder ha analizado la desaparición y asesinato de Miriam, Toñi y Desirée en 1992, el conocido como caso Alcàsser –ahora de actualidad tras el estreno de una serie documental en Netflix– para concluir que fue el encargado de “difundir a gran escala” ese terror sexual. Muchas mujeres que eran jóvenes en aquella época así lo recuerdan y a ello contribuyó, según la experta, la cobertura mediática, plagada de detalles y en forma de serial. A partir de ahí, explica Barjola, este mismo discurso no ha dejado de reproducirse. “Lo hace a través de narrativas que nos marcan pautas de comportamiento. Sus consecuencias son claras: controlar nuestros cuerpos. El terror trata de coartar la libertad de las mujeres”.

Éste se articula en base a un relato que pone el foco en las mujeres y les envía mensajes constantes de peligro. Forma parte de él el discurso que se les traslada a las niñas desde pequeñas y que acaba derivando en los habituales “ten cuidado”, “avísame cuando llegues”, “¿vienes con alguien?” o “ten las llaves preparadas cuando te acerques al portal”. Ello provoca, según un informe publicado en 2016 por Emakune, el Instituto Vasco de la Mujer, una “discriminación” en sí misma contra las mujeres, que se ven sometidas a un malestar emocional “sistemático”. ¿Puede haber aumentado este miedo en las mujeres a raíz de la visibilización de la violencia sexual de los últimos años?

Para la investigadora y experta en violencia sexual Bárbara Tardón, “es normal” que, a mayor toma de conciencia y mayor percepción de una realidad, explica, “el miedo aumente”. Sin embargo, la autora de la tesis La violencia sexual: Desarrollos feministas, mitos y respuestas normativas globales apunta a esta conquista del espacio público y la presencia en la calle del movimiento feminista como una oportunidad para darle otro significado a ese temor: “Al tener más conciencia de la prevalencia de la violencia sexual, las estrategias para combatirla aumentan. Dotamos de significado no solo lo que es, sino lo que implica para nuestra libertad”.

Desmontar los mitos

Entre los casos más antiguos, como el de Alcàsser, y los más recientes, como el de 'la manada', la experta pone sobre la mesa la evolución respecto al contexto y el tratamiento de los mismos. Destaca que en la época de Alcàsser la violencia sexual no estaba en el centro de la agenda política feminista como lo está ahora y entonces el caso no se relató en términos de género ni se analizó el impacto que pudo tener para generaciones de mujeres. En cierto sentido, sí se está haciendo en mucha mayor medida con el caso de 'la manada'. Eso no quita, dice Tardón, “que las narrativas no estén en muchos casos llenas de mitos que consolidan el 'terror sexual'”.

Por ello, para la experta es urgente desmontar esos estereotipos que siguen rodeando a la violencia sexual, entre ellos, el que vincula las agresiones únicamente con aquellas que se producen en la calle, de noche y por parte de un desconocido. De hecho, la construcción del “terror sexual” tiene mucho que ver con esa narración, pero el peligro, dice Tardón, “no está donde el mito nos señala”, sino que puede llegar a ser “tu pareja, tu compañero de trabajo, tu rollo de una noche...”. Ante este escenario, la experta apuesta por poner el foco en los hombres, a los que apremia para llevar a cabo “una toma de conciencia colectiva”.

Barjola, por su parte, es crítica con cómo sigue apareciendo la violencia sexual en el relato público y diferencia entre la denuncia y la visibilización. En su opinión, “no podemos quedarnos en las tertulias de 'qué miedo da'”, que “nos muestran como cuerpos públicos o como víctimas sin capacidad de agencia”, sino que apuesta por contextualizar los casos. “Que las mujeres hablen de las agresiones problematiza la violencia, pero hay que ponerle nombre e ideología, es decir, es violencia heteropatriarcal, machista y misógina”, afirma. Los episodios de violencia sexual, de mayor o menor intensidad, no son aislados y en los últimos años miles de testimonios de mujeres han puesto sobre la mesa que no son poco frecuentes. Solo las denuncias de delitos sexuales, que representan la punta del iceberg del problema, se han incrementado un 60% en los últimos seis años.

La urgencia de políticas públicas

Violeta Assiego, jurista especializada en Derechos Humanos, coincide con ella, pero más allá del relato mediático, al que responsabiliza de haber creado “estados de psicosis” con las coberturas centradas en detalles morbosos y escabrosos y el cuestionamiento de las víctimas, pone el foco en el movimiento feminista. “La manera de enfrentar ese miedo tiene mucho que ver con que la voz ahora la quieren liderar las propias mujeres. Ha cambiado esa cultura. El relato ya no depende solo de lo televisado, sino que las mujeres quieren protagonizarlo”.

El elemento novedoso, coinciden todas las expertas, es la respuesta en la calle y por parte del feminismo y es ahí, en la colectivización de esa reacción, donde está la clave cuando hablamos de “terror sexual”. “Esto me parece un salto cualitativo y cuantitativo con respecto a Alcàsser”, señala Barjola haciendo referencia a las masivas protestas contra el cuestionamiento de la víctima de 'la manada' y los últimos 8M. En este sentido, Assiego considera que equilibrar el temor de las mujeres debe pasar también por “legitimar” las iniciativas y los discursos “que cambian el foco”, entre ellos, la autodefensa feminista. 

La reacción desde las instituciones es también otro de los factores clave que citan las expertas. El reciente informe Ya es hora de que me creas, de Amnistía Internacional, llama la atención precisamente sobre los déficits en materia de políticas públicas respecto a la prevención y reparación de la violencia sexual. “El Estado español está incumpliendo su deber de diligencia debida” en este sentido, concluye el estudio. “Da igual que se visibilice el problema y tomemos conciencia de ello si no se toman medidas para combatirlo”, en opinión de Tardón, autora de la investigación.

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