Vallecas aguanta la espera y el frío para volcarse con Nicanor, el primer vacunado de Madrid
Los tres grados que marcaba el termómetro y las dos horas de retraso con las que la Comunidad de Madrid ha llegado a su primer vacunado no han reducido la expectación. Mientras que Nicanor, de 72 años, esperaba en la residencia de mayores de Vallecas su dosis de la vacuna de Pfizer, los vecinos del municipio lo apoyaban a las puertas, en silencio y aguantando estoicamente el frío.
Algunos paseaban para entrar en calor, otros usaban los pedales del parque y los demás aguantaban de pie firme mientras se preguntaban cuándo llegaría ese suero que promete ser el “principio del fin” de la pandemia. Y es que la mayoría de los presentes, mayores que Nicanor, comparten el mismo pensamiento: “A ver cuándo me toca a mí”.
A las 12:24 del mediodía, dos furgones de la Policía nacional y un par de coches patrulla entraban en la estrecha calle escoltando al camión de Logista Pharma, que hoy hará ruta por tres geriátricos de la capital: este de Vallecas, perteneciente a la Agencia Madrileña de Atención Social (AMAS); las Azaleas, del grupo ASISPA, en Ciudad Lineal; y Parque Almansa, del Grupo Ballesol, en Moncloa-Aravaca. En ese mismo instante, el director del primero ha salido a la calle en busca de la caja que contenía las dosis necesarias para vacunar a 50 ancianos de su centro. Todas las residencias han sido elegidas en base a tres criterios: que sean públicas, que alojen a un gran número de internos y que no tengan ningún infectado por coronavirus.
Nicanor, que lleva dos años viviendo en la residencia junto a su mujer, ha recibido su dosis quince minutos más tarde de la entrada triunfal del furgón. Después, le han seguido José Antonio, experiodista de 78 años, y María, de 86. Este domingo también se ha vacunado en Vallecas a la más longeva de la residencia, Gerarda, que a sus 99 años no ha dudado en dar su consentimiento, según manifestaban portavoces del centro. El medio centenar de elegidos han sido cuidadosamente seleccionados después de un análisis médico. En total viven 139 usuarios y trabajan 150 personas, por lo que todavía queda casi un tercio de la residencia sin vacunar.
Quienes no entraban esta primera remesa de vacunas eran Josefa y Eutinio, de 85 y 88 años. “Nosotros tenemos anticuerpos”, contaba ella a la salida, a punto de dar un paseo agarrada al brazo de su marido. “Yo estuve ingresada del 6 al 18 de febrero con todos esos síntomas, y él lo ha pasado pero sin darse cuenta”, ha explicado. Ambos se muestran felices de que su hogar sea pionero en vacunación, pero también cuentan los minutos para que les toque a ellos lo antes posible.
En cuanto a la gestión de la residencia, donde viven desde hace cuatro años, el matrimonio se deshace en halagos. Dicen que las trabajadoras son cariñosas y profesionales y que, a pesar de que no pueden recibir visitas ni usar los lugares comunes, se han sentido muy bien cuidados. “Tenemos un personal que ha dado la vida”, dice Josefa. “Hay incluso una planta entera libre por si alguien se pone malo”, relata, pero también dice que “no se usa desde junio” y que, además, no han tenido que lamentar ningún fallecimiento.
“Aquí estamos para todo lo que nos tengan que hacer”, dispone ella sobre la vacuna. “Yo tengo mucha fe en la ciencia”. Y no es la única. Aunque no vivan en una residencia, los vecinos más mayores de Vallecas esperan deseosos su turno. El distrito ha sido uno de los más castigados por el coronavirus, ya que su alta densidad de población y su bajo nivel de renta lo han convertido en foco para un virus que sí entiende de clases sociales. De hecho, no hace ni un mes que la Comunidad de Madrid levantó sus restricciones tras más de 60 días de confinamientos perimetrales.
“Es un gesto muy importante, yo he desayunado y me he bajado directa porque no me lo quería perder”, dice Dolores, de 72 años, coetánea de Nicanor. Asegura que se pondrá la vacuna “en cuanto me llamen”, porque lo ha pasado muy mal estos meses. Lo mismo que Antonio y Cecilia, que han perdido “a varios amigos por el camino”. Se alegran mucho por los usuarios del centro de Vallecas ya que, aunque no conocen a nadie, se han preocupado mucho “viendo todo lo que ocurría dentro de las residencias”.
La que sí tiene amigas dentro es Mercedes, de 89 años. “Están todas muy dispuestas, vamos, como yo”, explica. “Solo a una, Carmen, le da un poco de miedo”, reconoce, pero espera que cambie de opinión cuando vea que “no pasa nada” y que “es como otras vacunas normales”, dice dándole a los pedales del parque de enfrente. Aunque en este centro la situación epidemiológica es favorable y los residentes pueden salir a la calle, Mercedes echa de menos ir con ellas a misa y al bar a merendar porque “algunas están asustadas”. También añora “las fiestas de San Isidro” y “los conciertos de Navidad” que ofrecía orquesta municipal dentro del centro. Ella espera que estas primeras vacunas signifiquen que dentro de un año “podamos volver a bailar”.
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