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The Guardian en español

OPINIÓN

El movimiento #MeToo va más allá de acabar con las violaciones, exigimos más

Aziz Ansari, a la derecha en una entrega de los premios Emmy.

Jessica Valenti

Hay una frase del feminismo moderno que dice que las mujeres debemos “exigir más”. Se nos ha enseñado a subestimar cuánto valemos, ya sea en relación a nuestro salario o a nuestras relaciones personales, y si las mujeres simplemente exigiéramos lo que realmente merecemos –nos dicen–, probablemente lo conseguiríamos.

Sin embargo, si algo nos ha mostrado el movimiento #MeToo (“Yo también”) es que a la gente no le gusta cuando las mujeres se niegan a conformarse con lo mínimo. Las críticas que está recibiendo el movimiento, provocadas por las acusaciones contra Aziz Ansari, se reducen a la indignación que genera que las mujeres se atrevan a exigir más.

Una cosa es que pidamos que los hombres paren de violarnos, o que dejen de frotar sus erecciones contra nuestros cuerpos cuando caminamos por la oficina; la ley ya señala que estas cosas están mal. Pero parece que pretender que los hombres sólo tengan relaciones sexuales con mujeres que dicen sí con entusiasmo, en vez de con aquellas que están tan agotadas que ya han dejado de decir que no, es ya ir demasiado lejos.

Nos dicen que no existiría el romanticismo si los hombres no persiguieran a las mujeres que dicen 'no' la primera vez, o que los hombres están condicionados hormonalmente a tener una sexualidad salvaje. Y sobre todo, sigo oyendo a gente decir que los hombres que se comportan como Ansari no hacen nada malo. Que no violan ninguna ley. 

Pero el movimiento #MeToo va más allá de la legalidad. Se trata de qué es lo correcto. Es cierto que las mujeres estamos hartas de la violencia sexual y del acoso, pero también es cierto que lo que esta cultura considera que es un comportamiento sexual “normal” a menudo es dañino hacia las mujeres y queremos que eso también cambie.

En un artículo espeluznante pero brillante publicado en The Week, Lili Loofbourow relata cuán a menudo a las mujeres nos duele tener relaciones sexuales, algo que suele ignorar tanto la cultura como la ciencia, siempre y cuando los hombres disfruten de “buen” sexo. Básicamente, vivimos en un mundo que “considera normal que las mujeres sufran dolor y considera que el placer masculino es un derecho”.

Por eso a las mujeres nos interesa más cambiar las normas que hacer cumplir las que ya tenemos. Pero las personas que creían que el movimiento #MeToo se centraría en la lucha contra las violaciones y el acoso sexual continuado sienten que esto es ya pasarse de la raya.

Es mucho más fácil para los hombres simplemente acceder a cumplir las leyes que repensar todo lo que les han enseñado sobre sexo, deseo y poder. Esto conllevaría mucho más trabajo que ponerse un pin de Time's Up o compartir un hashtag.

Las personas que están escandalizadas, o quizá sólo preocupadas, por la dirección que está cogiendo este movimiento deberían preguntarse si se sienten cómodas con las normas sexuales que dicen que está bien cualquier cosa que no sea una violación. O si quieren un mundo en el que el dolor y el miedo de las mujeres son considerados una parte inevitable de las interacciones sexuales y románticas. 

Ahora, las mujeres estamos pidiendo más que lo mínimo que nos han enseñado a esperar. Estamos pidiendo un estándar de comportamiento que nos considere seres humanos completos, en lugar de objetos sexuales. Estamos pidiendo que nuestros deseos y nuestra seguridad sean aceptadas universalmente de la misma forma en que se aceptan los de los hombres.

Cuando exigimos “más”, realmente no es mucho lo que pedimos. La verdad es que es lo mínimo que podríamos hacer.

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