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Impudicia

El presidente de Vox, Santiago Abascal, y el presidente del PP, Pablo Casado, conversan tras finalizar la concentración de la plaza de Colón de Madrid

Baltasar Garzón

Jurista, promotor de Actúa —

El bloqueo de los presupuestos y el consiguiente anuncio de adelanto electoral ha llenado de desolación a los españoles de bien que son la mayoría y que muchas veces no se manifiestan ni despliegan alharacas ni protagonismos. Hablo de la generalidad de conciudadanos preocupados por las pensiones; por el puesto de trabajo; por llegar a fin de mes; por dar de comer a sus hijos y proporcionarles estudios; de las mujeres que tienen que pelear para demostrar su valía a estas alturas de la película, siempre con el hándicap de que, por razones de género, se encuentran en situación inferior.

Hablo de la violencia contra ellas; de la falta de educación en valores; de los dependientes y discapacitados que buscan desesperadamente visibilidad; de la necesidad de impulsar la sanidad; la cultura y la ciencia. Pienso en todos aquellos puntos de la geografía que necesitan infraestructuras con urgencia tras un bloqueo de años; de las injusticias del día a día por razón de origen o procedencia. Pienso en la Justicia Universal que queda de nuevo aparcada acabando con las esperanzas de victimas de todo el mundo que no saben ahora hacia donde mirar. O en la desesperanza, otra vez de quienes buscan a sus familiares desaparecidos en una guerra cada vez más antigua y más impune.

Promesas y sueños rotos por un degenerado concepto sobre la política centrado en obtener el mando obviando su obligación de buscar el bienestar social. No se trata aquí del fracaso del Gobierno, sino de la impudicia de la oposición. PP y Ciudadanos han dedicado su esfuerzo en estos nueve meses de administración socialista a golpear al Ejecutivo mediante todos los medios posibles, incluyendo el insulto y la superchería. Sin escrúpulos, utilizando la crispación como herramienta.

De otro lado los independentistas catalanes que, en su mundo paralelo, han contribuido a la inquietud social obviando los deseos de la mayor parte de la población catalana, negando la negociación política. Evidencian una postura que lleva a pensar de una parte en que ponen por delante su pelea interna por el predominio político y de otra, que necesitan enfrentarse a un Gobierno que utilice la represión como forma de justificar su fantástico relato. Planteamiento este último que el PP en particular, su fiel acompañante Ciudadanos y sin duda VOX, su referente de cabecera, acogen con entusiasmo.

Tal proximidad de intenciones entre la derecha y los soberanistas se muestra en dos escenarios. El primero en la votación de los Presupuestos Generales del Estado donde coincidieron en su decisión en contra. El segundo en relación al juicio sobre el procés en el que los exabruptos de Pablo Casado y Albert Rivera, líderes del PP y Cs, hacia el alegato en sala del exvicepresidente del Govern Oriol Junqueras llevan a pensar que, siguiendo sus palabras, lo consideran no como un político preso sino que lo ascienden a la categoría de un preso político, justo lo que el soberanista y sus compañeros venían reivindicando

¿Cómo hemos llegado a este punto? ¿Cómo hemos podido alcanzar una situación en que las malas palabras y los discursos difamatorios y vacíos de contenido hayan tomado la voz en el Parlamento? Partimos de una situación de años de corrupción por parte de un Gobierno del Partido Popular, que aún seguirá en los tribunales durante largo tiempo y sobre el que vamos averiguando nuevos y escandalosos asuntos de continuo. Sus herederos han intentado disfrazarse de aire fresco, pero no lo consiguen. Les acompaña el hedor de la podredumbre, la falta de valores y los modos atávicos basados en la represión y la sumisión a los señores de la economía. Frente a esta alarmante triada que componen PP, Ciudadanos y Vox, hace falta un espacio común progresista para hacer más Europa, más España y más sociedad y por tanto, más democracia. Eso impulsamos desde Actúa.

Nos esperan tiempos insufribles. Se abren las compuertas de una campaña que estará plena de mentiras interesadas y gratuitas, de injurias y malos modos. Apenas una hora después del anuncio de Sánchez, ya Pablo Casado volvía a remachar las mismas falsedades que ha estado utilizando como argumento en los últimos días para agredir al enemigo. Ya saben, en resumen que la intención del Gobierno socialista era lograr una España arrodillada ante los interesados en destruirla. Casado y sus socios, Rivera y Abascal, se ofrecen como redentores pasando por encima de la ética. Sin pudor alguno. Salvadores terribles con piel de cordero, victimarios en suma de una sociedad que no se merece esto.

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