Desdeelsur es un espacio de expresión de opinión sobre y desde Andalucía. Un depósito de ideas para compartir y de reflexiones en las que participar
Sin sueños alcanzables estamos condenados
Habréis leído –o no, ha tenido poco eco– que acaban de naufragar 300 personas (sólo se han rescatado 25 cadáveres y 21 heridos) al hundirse en costas de Senegal un cayuco que zarpó a Canarias. Desde 2014, hace 10 años, 29.100 africanas y africanos se han ahogado rumbo a Europa. Toda cifra palidece ante los 30.000 palestinos asesinados por Israel (los penúltimos, 112 gazatíes baleados en la fila para recibir comida) desde que el 7 de octubre Hamas asesinó a 1.200 israelíes. Pero pongo las muertes migratorias en contexto: los asesinados por ETA en 42 años fueron 850; las asesinadas por machismo estos 20 años en que hay recuento, 1.243, y los ahogados camino a Europa estos 10 años son 29.100.
No nos entra en la cabeza que se sigan arriesgando. Yo lo explico aludiendo al continuo expolio europeo de África, a la injusticia racista de que los blancos viajemos a África sin visado mientras consideramos “utopía” el recíproco derecho africano, cito el apoyo europeo, incluso del gobierno español progresista, a presidentes autócratas como Macky Sall que oprime a Senegal… Pero el novelista hispano-marroquí Mohamed El Morabet, hace dos meses, en una reveladora charla nocturna en Nador, me apuntó: “Se os escapa el más poderoso impulso migratorio: la expectativa, aunque sea tantas veces ilusoria, de llegar allí donde los sueños se puedan realizar”.
No hablaba de un sueño sueño, sueño loco, como el de volar sin alas, o ser invisible, o convertir en tangible cualquier idea que nos cruce la cabeza, sino de sueños alcanzables. Básicamente el de entregar el potencial, físico o intelectual, trabajando duro, a cambio del salario para pagar alimento, techo y el disfrute en el tiempo de descanso, merecido y necesario. Una aspiración propia y para los hijos.
Pero, ¿acaso nosotros, en el Occidente “desarrollado”, “avanzado”, que llamamos “Primer Mundo” porque, como apunta el aRtivista Mamadou Dia, somos quienes repartimos las etiquetas, estamos ofreciéndonos y ofreciendo a nuestras hijas e hijos un proyecto de sociedad donde realizarse y vivir con armonía la vida, ya de por sí tan compleja?
Se ve que no. Cada vez menos gente, incluso en este “aquí” privilegiado, escapa a sentirse fundido. Una especie de pila, usada y agotada por el sistema productivo del Matrix ultracapitalista.
Según el Sistema Nacional de Salud, más de un tercio de la población española, que se dice pronto, sufre dolencias mentales, la mayoría ansiedad. Mujeres en el doble de casos que los hombres. Extenuadas por los cuidados y durmiendo peor y con más medicación entre otras razones. Siendo esto así, resulta que la mayor debilidad de la sanidad pública es la salud mental y 8 de cada 10 consultas de psiquiatría se hacen en médicos privados, inasequibles para la mayoría social, pese a estar más que probada la fuerte relación entre precariedad laboral y enfermedad mental.
Juventud vulnerable frente a la tecnología
Esta semana el informe Uso de Internet y enfermedad mental en niños y adolescentes en España 1997-2021, del que se hizo eco Las Mañanas de RNE, alertaba de que el coste de hospitalización por enfermedad mental ha aumentado un 500% en ese lapso y de que más del 10% de ese coste, 70 millones de euros, es por hospitalizaciones de pacientes de 10 a 20 años, el 75% de ellos, chicas. Y lo más llamativo es que, según los autores del informe, ese aumento de trastornos es fruto de una triple acción combinada: internet de alta velocidad, móviles y tabletas asequibles y unas redes sociales “que no están diseñadas con la salud de los jóvenes en mente”, según Alejandro Romero, director de la investigación. “¿Qué hacer? Evitar darle Ferraris a niños que no saben conducir”, añadió.
El suicidio se ha convertido en la primera causa de muerte de españoles entre los 12 y los 29 años y se acumulan los informes que vinculan la crisis de salud mental juvenil con el enganche a las nuevas tecnologías.
Otro reciente informe, de FAD Juventud –la histórica Fundación de Ayuda contra la Drogadicción–, prueba que las y los chavales saben los peligros del enganche a las nuevas tecnologías. Pero eso no basta para protegerles dada la fuerza adictiva de la dopamina cuya secreción incentiva usar las redes, como explica aquí Iván Fernández Suárez, experto de la Universidad de la Rioja sobre los Riesgos Emergentes de la Sociedad de la Información. Ojo que, como él bien advierte, estamos ante algo muy grave: en España el suicidio se ha convertido en la primera causa de muerte en personas de 12 a 29 años, subiendo el 32% entre 2019 y 2021 (de 34 a 45 fallecidos).
Con estos datos que sabemos gracias a científicas y científicos, igual que sabemos de la deriva al colapso climático, ¿vamos a reaccionar? ¿O nos dejaremos pastorear por el campo minado de escándalos (anteayer la amnistía, ayer el caso Koldo, hoy la amnistía otra vez), mientras la IA dispara aún más la pandemia mental, resignados a abandonar los sueños, individuales y colectivos, posibles, alcanzables, construibles? Negando la vida vivible a nuestros hijos que no saben ya qué más gritos de auxilio lanzarnos.
El arte, como la ciencia, la reflexión y cierta trascendencia siguen abonando la tierra para que la vida renazca de ella aún cuando parece más yerma. Ved y oíd este vídeo de Residente con Penélope Cruz y Silvia Pérez Cruz. Seguramente os dé calambre y os haga desear tomar las riendas. Antes incluso o sin necesidad de saber la historia de la mujer francesa con cuyo mensaje de voz comienza el tema.
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