Resistencia bacteriana

Los antibióticos se vuelven menos efectivos a un ritmo “acelerado” por su uso incorrecto y la falta de recursos

La mitad de los antibióticos que se recetan son inadecuados o innecesarios

Nayra Bajo de Vera

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El uso incorrecto de los antibióticos puede hacer que dejen de ser efectivos, empeorando el pronóstico de infecciones bacterianas. Esa es una preocupación de los expertos y es que, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 70.000 personas mueren al año en el mundo por este motivo. Esto se debe a que las bacterias, por una cuestión de supervivencia, se adaptan al medio en el que habitan modificando sus moléculas y haciéndola más resistente a los medicamentos a los que han sido expuestas.

Victoria Cano Gómez es enfermera y jefa de planta en el Hospital Universitario Nuestra Señora de Candelaria (HUNSC). Ella ha notado que, a lo largo de los años, ha aumentado el número de pacientes en aislamiento por bacterias que resisten al tratamiento. En esos casos, se emplean otro tipo de antibióticos de uso reservado para multirresistentes. Sin embargo, el desarrollo de nuevos medicamentos es insuficiente y más lento que la evolución de las bacterias.

Este fenómeno aparece de forma natural con el paso del tiempo, a medida que los microorganismos se adaptan a las condiciones del medio. Tanto es así que las primeras resistencias se detectaron algo más de diez años después del descubrimiento de la penicilina, tal y como apunta Juan Frasquet Artés, investigador en el servicio de microbiología del Hospital Universitario y Politécnico La Fe, en Valencia.

Sin embargo, la OMS ha alertado en los últimos años de un “crecimiento acelerado” de multirresistencias. Esto se debe al uso inadecuado de antibióticos, pero también a la transferencia de gérmenes entre animales y humanos o a la contaminación de fuentes de agua con medicamentos antimicrobianos.

Los países que más antibióticos consumen presentan mayor resistencia

Frasquet señala que esta es una cuestión de “extrema preocupación”, especialmente en los países que presentan un mayor consumo de antibióticos, donde las tasas de resistencia son mayores. Estos son los países mediterráneos, entre los que se encuentra España. Para combatir este fenómeno, apunta la importancia de realizar programas de vigilancia científica e implantar estrategias educativas para concienciar sobre un uso correcto de los antibióticos.

Asimismo, explica que la sociedad general también tiene la responsabilidad de no abusar de los antibióticos, evitar la automedicación, seguir las dosis y los periodos pautados y recurrir a estos medicamentos solo en caso de ser necesario, no cuando se trata de enfermedades víricas como la gripe o la COVID-19. Incluso algo tan básico como un correcto lavado de manos es una estrategia de prevención.

La enfermera Cano coincide en estos aspectos, pero añade que el uso excesivo de antibióticos de amplio espectro también es un factor de influencia. Esto tiene que ver con las prescripciones médicas, dado que desde 2012 no es posible retirar antibióticos en farmacias a menos que sea con una receta, tal y como confirman varios farmacéuticos.

Antes de ese año, era posible comprar algunos de aplicación tópica, pero las medidas legislativas adoptadas por decreto a partir de 2012 establecieron la prohibición y “grandes sanciones” en caso de incumplimiento, según explica un farmacéutico. Asegura que actualmente hay mucha más formación y concienciación por parte de los profesionales, pero que la prescripción y venta de antibióticos sigue siendo muy alta.

Esto sucede en todo el país, pero la situación es variable en cada región. Jesús Ode, microbiólogo y miembro del Programa de Optimización de Antimicrobianos (PROA) del HUNSC trabaja en el sector de control de antibióticos. No solo explica que el contexto cambia por comunidades, sino que es variable incluso entre hospitales. El caso de Canarias, en general, se caracteriza por presentar unas pseudomonas (un tipo de bacilos) más resistentes a los antibióticos, pero que no se encuentran algunos microorganismos que sí son frecuentes en la Península.

El trabajo de investigación de Ode se ve truncado por la falta de recursos: “El equipo está absolutamente desbordado por el trabajo asistencial y casi no damos abasto para atender a los pacientes que supervisamos. El equipo es insuficiente, todos estamos a tiempo parcial y, simplemente, no llegamos. Así que de investigar, nada”. De esa vertiente se encargan otros compañeros que “sí tienen algo de tiempo”.

El microbiólogo cuenta que antes de la pandemia por COVID-19 ya se observaba el aumento de gérmenes multirresistentes. Fue después que se llegó a cifras “muy preocupantes”, similares a las de la Península, debido a la saturación hospitalaria. Insiste en que se trata de un problema global y no aislado en el que muchos factores tienen un papel que ha de ser tenido en cuenta.

Además de los que ya han mencionado los otros profesionales, Ode señala los ingresos hospitalarios prolongados o la falta de personal. Por un lado, de enfermería y auxiliares y, por otro lado, médicos especializados en infecciones. “España es el único país de la Comunidad Europea en el que no existe la especialidad de Enfermedades Infecciosas”, asevera.

Por ello, resume que parte de la solución a este fenómeno complejo reside en aumentar los equipos de control, disminuir la carga asistencial y aumentar el número de profesionales médicos y de enfermería que permitan una mejor atención, así como evitar las masificaciones en urgencias. Se trata, por tanto, de “gastar lo necesario para tener una sanidad digna. Al final siempre es cuestión de dinero”, concluye. 

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