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Cómo devorar a tus propios hijos

Elsa López

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Las recetas son variadas pero hay dos que son las más aplicadas: o los matas directamente o los guisas despacio y en vivo para luego comértelos sin piedad. Así actúan los que quieren hacer desparecer a quienes consideran fuertes y que suponen un peligro para su supervivencia. Debilitarlos para luego poder devorarlos con tranquilidad. Solo un ejemplo: Tenerife, sistemáticamente, va minando las islas que le incomodan y así lo ha hecho durante siglos con lo que ellos llaman “islas menores”, nombre poco afortunado y que en un momento dado intentaron cambiar por “islas periféricas” sin darse cuenta que ambas definiciones implican un menosprecio y, como poco, un paternalismo político evidente. Entre las menores está La Palma. Las islas llamadas capitalinas, como capitales de provincia, se imaginan gobernar sobre aquellas que les corresponden por limitaciones geográficas, no por razones históricas. Ante la imposibilidad de dominarlas por otros medios en cada etapa se han inventado argumentos varios para poder tenerlas bajo su control. Ahora el asunto se resuelve con las tesis del “volumen de población”. Preparan a sus economistas para que escriban grandes tratados sobre el volumen de población en cada una de las islas y si no hay volumen pues no hay peso político y, como consecuencia y aplicando el argumento de que la pérdida de peso supone pérdida de presupuesto, no hay dinero para su crecimiento y desarrollo social o económico. Por lo tanto, tienen que construir un nuevo modelo de isla para salir adelante.

Hace unas semanas asistí a una serie de conferencias organizadas en La Fundación de Caja Canarias. Agustín Ibarrola acababa de hablar de la belleza de la isla, de la naturaleza de un turismo de arte y conciencia; de lo bello. Frente a ese discurso esperanzador, llegó el de un individuo que ofrecía las ventajas de un modelo de territorio que en nada se parece al que tenemos y que obedece a que no tenemos volumen y si no hay volumen no hay posibilidad de construir un modelo que nos haga salir adelante. Dijo el famoso economista que en La Palma no había iniciativas. Acabó por ofrecernos las ventajas económicas de un Siam Park a ser posible en medio de La Caldera y una macrodiscoteca en alguna de sus laderas. Para remate añadió que la inversión económica per cápita que hace el Gobierno de Canarias en La Palma es superior a la media del archipiélago; que la agricultura de la isla no es una alternativa de futuro; que el crecimiento del turismo será de un 30% en diez años; que el modelo de Tenerife y Gran Canaria ha permitido durante muchos años trabajar a los palmeros; que somos los palmeros los que tenemos que decidir qué modelo queremos y a dónde queremos llegar; que La Palma ha pasado a ser la 5ª isla y en un futuro dejaremos de tener el peso político que tenemos y eso conllevará menos dinero para ella; que los políticos que hasta ahora han representado a La Palma han conseguido grandes inversiones y traer mucho dinero y que difícilmente los que vengan serán mejores (ahí me perdí y ya no sé si se refería a los políticos o a los tiempos venideros); y ya, para colmar sus tesis, el ilustre conferenciante aclaró que el problema de La Palma a lo mejor no era económico ni sociológico sino psiquiátrico.

Mientras el pobre hombre hablaba yo pensaba que sí, que aquí hemos construido puentes, túneles, obras faraónicas que han favorecido a empresarios y constructores, pero uno se pregunta en qué nos han beneficiado, por ejemplo, las carreteras del norte, y si no hubiera sido mejor activar la agricultura y la ganadería para que alguien pudiera pasar por esas carreteras con sus productos. Porque llegará un día que esas carreteras ya no nos llevarán a parte alguna. Y respecto a las tesis del insigne economista creo que se equivoca, que sí que hay futuro para La Palma. Sí que hay perspectivas de futuro y que nosotros sabemos lo que queremos; que a mí me gustan más las manzanas y las ciruelas de Garafía que las de Chile, por ejemplo, pero si voy a comprar a un mercado y veo los precios, mi presupuesto habla más alto que mi estómago o mis ideales. Y entonces vienen las preguntas ¿Porqué se hace un doble etiquetado de la fruta ocultando su origen? ¿Si yo tengo las almendras y las máquinas de pelarlas, cómo es posible que compremos el quilo de almendras de fuera más baratas? ¿Por dónde se hunde la agricultura? ¿Dónde están los políticos que deberían ocuparse de dar soluciones en lugar de supervisar, inspeccionar, multar, aplicar papeleos inútiles y burocracia sin fin? Sale más barato despachar un palé de mercancía directamente en Tenerife pagando el billete de barco de una furgoneta recogiendo esa mercancía y trayéndola, que despachar directamente un palé en La Palma. ¿Cómo se come eso? ¿Por qué en La Palma todo es más caro como el transporte o la aduana? Eso es lo que nos ahoga. La gente se va a comprar a Tenerife porque el avión o el barco incluido el desplazamiento de un coche o una furgoneta más la mercancía adquirida, sale más barato que comprar en la isla. ¿Cuál es el problema del queso de La Palma? Los mejores quesos de cabra del mundo se elaboran en La Palma. Lo dicen los premios ganados y los entendidos en el tema. ¿Por qué no ayudan a los ganaderos a promocionar sus productos? ¿No lo hacen o no los dejan que lo hagan? ¿Dónde está la verdad de todo este asunto? ¿Es tan difícil lanzar al mercado un queso de la isla? Todo el mundo conoce las tortas del Casar o de Idiazábal, incluso productos de comarcas pequeñas que sabemos su nombre porque un producto de ellos ha salido al mercado mundial. ¿Por qué no lo hacemos nosotros?

¿Y si hablamos de turismo? Tenemos, por ejemplo, una reserva marina en Fuencaliente espectacular. Pues bien se retira el dinero presupuestado para la reserva y se cierra el centro de interpretación. El ayuntamiento de Fuencaliente amenazó con romper el candado y entrar allí para administrar ellos el centro. ¿Por qué el Gobierno retira la ayuda? Pues bien, volvamos al origen de estas reflexiones: la clave está en que el Gobierno agota los medios para secar la fuente y si la reserva no existe, no hay economía, y si no hay vigilancia para la reserva o trabajadores que abran el centro de información, se pierden puestos de trabajo; se pierde la reserva. ¿Y si hablamos de la Sanidad? ¿Por qué aceptamos los recortes en Sanidad? ¿Para que los hospitales de Tenerife o Gran Canaria tengan más recursos? ¿Y si a nosotros se nos obliga a ahorrar en Sanidad por qué se amplían esos recursos en esas otras islas? Las preguntas que me asaltan son infinitas. Estaría horas haciéndolas a quienes corresponda darme las respuestas y explicaciones oportunas. Algunas las tengo hechas. La realidad o yo misma me he dado las respuestas. Pero cuando soy yo la que responde lo hago arriesgándome a ser excesivamente chauvinista con mi isla y no quisiera caer en el victimismo que nos adjudican a los palmeros. Y pienso, como lo hago desde hace siglos, que a lo mejor todo es producto de mis sueños o mi melancolía. En lo que respecta al comentario sobre nuestro estado mental, no alcancé a encontrar una respuesta. Me levanté y me fui.

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