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La perversión de los juguetes

Ana Belén García Sánchez

Transcurre octubre y pasa casi desapercibido. Mes colchón entre el final del verano y el horizonte de las Navidades. Absortas en esa manía de vivir mirando hacia detrás o hacia adelante, comenzamos a pensar en el puente de diciembre como la fecha perfecta para esa escapadita a Tenerife para buscar los reyes de este año. Se hace necesaria pues, una pequeña reflexión sobre las compras navideñas y más en concreto, sobre el tipo de juguetes que hacemos llegar a nuestras casas. 

Trabajo hace 14 años en una Escuela Infantil, ofreciendo a niños y niñas juguetes como cochecitos, peluches, cocinitas, bebés, bloques de construcción, etc. Es alrededor de los dos años cuando nuestros pequeños y pequeñas comienzan a imitar los modelos que viven en casa o ven desde tempranas edades en pantallitas, ya sea la tele, internet, tablets, móviles, etc. Es a esta edad, cuando se les retira el pañal y  se identificarán con: soy un niño o soy una niña, puesto que se les despoja de esa prenda que les tapa y se encuentran con sus genitales y con la consecuente etiqueta. Casualmente, alrededor de esta edad irán aprendiendo qué juguetes les corresponden por ser niña y cuáles por ser niño. 

Se trata de un aprendizaje que se va forjando poco a poco. ¿Por qué es en torno a esta edad cuando pierden el interés por un determinado tipo de juguetes? Todas y todos sabemos la velocidad con que aprenden nuestros pequeños y pequeñas. Así que no serán en vano todos y cada uno de los mensaje que reciben a diario de su entorno. Ya sea a través de medios digitales o a través de modelos vivenciados en su familia, nuestras niñas y niños aprenden con qué pueden y con qué no pueden jugar.

En ningún año de los trabajados me he encontrado con  que a los niños no les guste jugar con muñecas o a hacer comiditas con las cocinas que tenemos, como tampoco he visto que a las niñas no les apetezca jugar con cochecitos. Sin embargo, ¿cuántas varitas mágicas tienen un niño de dos años? ¿Cuántos carritos de bebé? Seguro que no se pueden comparar al número de coches o balones. ¿Y una niña? ¿Cuántos coches teledirigidos le han regalado? ¿Es que no son divertidos? ¿De verdad pensamos que le divierte más una corona de princesa que un balón? 

La experiencia en la escuelita en la que trabajo me dice que no es así. Niños y niñas juegan por igual con juguetes variados y les dedican más tiempo a los que ofrecen más posibilidades de juego e interacción, como los coches, camiones, puzzles. Tristemente, alrededor de los tres años ya han aprendido la lección y se decantan por los que nuestra sociedad estipula como juguetes de niño o juguetes de niña. No hablaremos aquí de los juguetes electrónicos, que si bien están siendo regalados casi por igual a niños y niñas, también puede verse  diferenciación en el tipo de juegos que utilizan. La simple presencia o ausencia de determinado tipo de juguetes en casa, les lanza el mensaje claro de lo que es adecuado o no para ellas y ellos.

Debemos tener claro que a través del juego se ensayan futuros comportamientos de  la vida adulta. Lo hacen todas las crías del reino animal. Esto lo comprobamos cuando juegan a pelear, a cazar etc. No somos menos nosotros, los humanos. A través del juego ensayamos qué tipo de personas seremos en un futuro. Atendiendo a esto, debemos saber que nuestros juguetes nos hablan del rol que la sociedad quiere que desempeñemos más adelante. 

¿Qué tipo de niñas-mujeres y niños-hombres queremos que sean nuestras hijas e hijos? ¿Qué universos queremos que conozcan? ¿Qué límites o posibilidades les planteamos cuando les ofrecemos un tipo de juguetes y no otros? ¿Estamos dispuestos y dispuestas a contribuir al encasillamiento de la mujer y del hombre y por tanto a continuar mutilando el universo de posibilidades que podemos ofrecer a la sociedad? ¿Por qué cercenar a nuestros niños y niñas limitando los juguetes con que se relacionan y experimentan? 

En la respuesta a todos estos interrogantes está la clave para la construcción de una sociedad más justa en la que las personas elijamos libremente los papeles que queremos desempeñar en nuestra vida.

Ana Belén García Sánchez

Pedagoga y educadora infantil

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