“Un consejo de seguridad propio es el único modo de que Estados Unidos respete a la Unión Europea”

Juan Fernando López Aguilar, candidato al Parlamento Europeo por el PSOE.

Carlos Sosa

Las Palmas de Gran Canaria —

Juan Fernando López Aguilar (Las Palmas de Gran Canaria, 1961) se considera “un soldado” del PSOE, dispuesto a asumir cualquier encargo que le hagan en el puesto que le coloquen. Ya lo hizo en 2007, cuando aceptó el sacrificio de dejar el Ministerio de Justicia del Gobierno de Rodríguez Zapatero para presentarse a la presidencia del Gobierno de Canarias y ganar ampliamente las elecciones autonómicas nada menos que a José Manuel Soria (PP) y a Paulino Rivero (Coalición Canaria), que se coaligaron para dejar a los socialistas en la oposición. Por eso asume de buen grado ir de 15 al Parlamento Europeo, donde ha destacado por su trabajo al frente de la Comisión de Libertades,  Justicia e Interior. No elude ninguna polémica, como la de la defensa común europea frente a un gendarme “menos confiable que nunca”: “Un consejo de seguridad propio es el único modo de que Estados Unidos respete a la Unión Europea”, sostiene.

¿Por qué insiste usted tanto en la importancia de estas elecciones europeas?

Europa se lo juega todo y por eso estas elecciones europeas son más decisivas que nunca. Nunca la Unión Europea, que venía de una crisis tan profunda, prolongada y mal gestionada como ésta, había estado más amenazada; nunca habíamos visto que se activase desde el Parlamento Europeo una sanción a Estados en grosera violación del derecho europeo, de los derechos fundamentales y de la democracia, contra Hungría y Polonia, escoradas a la extrema derecha pero miembros de la Unión Europea. Nunca habíamos visto a un Estado fundador como Italia caer del lado oscuro de la fuerza; con un gobierno eurófobo, de extrema derecha, que tiene mayoría en las urnas y en el Parlamento. Nunca habíamos visto que se rechazase el presupuesto de un Estado miembro, y la Comisión lo hizo con Italia, y nunca habíamos visto que un Estado que llevaba 45 años a bordo decidiese separarse del resto: Reino Unido. Nunca habíamos visto, por tanto, tantos desafíos y nunca había sido tan necesaria la Unión Europea porque la globalización es irreversible. Es un hecho, no es una prognosis, es un hecho y requiere un actor globalmente relevante que se llama Europa. Que haga frente al cambio climático, a la explosión demográfica en África. A los desplazamientos, a las migraciones y a la demanda de asilo y refugio de manera solidaria y las gestione; que dé oportunidades a los jóvenes y al mismo tiempo restaure el modelo social, asegurando con recursos propios, suficiencia presupuestaria y financiera para honrar su propia promesa cohesiva y solidaria, más deteriorada que nunca por las desigualdades.

Resulta paradójico que unos movimientos nacionalistas y eurófobos sean transnacionales y tengan presencia en el Parlamento europeo.

Parecería una ironía si no fuera trágico. Y consecuencia de la pésima gestión de la profunda crisis en la que se sumergió la Unión Europea en la gran recesión a partir de 2009, la eurofobia está muy movilizada como lo ha estado siempre la extrema derecha para aprovechar todos los resortes y recursos de la democracia en las sociedades abiertas para minarla y volarla desde dentro. No es la primera vez en la historia. Muchos de los eurófobos que han ganado renombre paneuropeo no serían nada sin el Parlamento Europeo. Sólo en el Parlamento Europeo se han hecho resonar, y el Parlamento Europeo les ha servido de foro de multiplicación en las redes sociales de sus vídeos virales cargados de odio contra todo lo que se menea. Odio contra Europa, contra sus fronteras, contra la libre circulación de personas, contra los inmigrantes y contra los extranjeros a los que se estigmatiza como chivos expiatorios, considerando extranjeros a muchos conciudadanos de otros estados miembros de la Unión Europea. Por tanto también va con nosotros, los españoles y los canarios residentes en regiones ultraperiféricas, bregando contra todos los de cohesivo y solidario que ha escrito las mejores páginas de la Unión Europea. El paroxismo de este síndrome se llama Nigel Farage, el gran demagogo, falsario y cretino, que condujo al Reino Unido con manipulación, intoxicación, demagogia y fake news a la trampa del referéndum de 2016 del Brexit. Nigel Farage no sería nada sin el Parlamento Europeo. Lleva 20 años bramando contra Europa, pero dentro del Parlamento Europeo, disfrutando de su sueldo y prerrogativas. Y lo peor de todo: contento de volver, porque como el Reino Unido ha descubierto con dolor que no es fácil separarse de la Unión, pide agua por señas para quedarse, pero el primero en apostar por ser reelegido miembro del Parlamento Europeo ha sido el gran demagogo que causó el destrozo, Nigel Farage, y va siendo hora, no solamente de que ajustemos las cuentas; no solamente de que le pidamos responsabilidades, sino que los europeístas derrotemos en las urnas. A él y a todos los espantapájaros antieuropeos como él. 

El Brexit está resultando una gestión fallida, y a veces da la impresión de que no solamente por parte de las autoridades británicas.

Es la consecuencia de un referéndum desdichado que nunca tuvo que haber tenido lugar. Lo convocó un primer ministro irresponsable que dimitió al día siguiente. Pero el resultado fue determinado por las fake news, las manipulaciones y las mentiras y la demagogia de un conjunto orquestado de demagogos y cretinos que vienen utilizando todos los resortes de la sociedad abierta y las ventajas de la Unión Europea y del Parlamento Europeo para volarla desde dentro. Hay muchas lecciones que aprender del Brexit, fundamentalmente negativas. La primera de ellas: las mentiras, las fake news y la demagogia deben ser confrontadas en vivo y en directo con la cabeza alta, en ningún caso subestimarlas o ignorarlas. En segundo lugar: cuando las urnas llaman hay que ir a votar ese día, no llorar al día siguiente un resultado en el que no se ha participado. Porque los europeístas británicos, particularmente los más jóvenes, que vienen manifestándose delante del Parlamento británico desde el referéndum del Brexit en 2016 pidiendo un segundo referéndum, tienen toda mi simpatía, pero debieron haber ido a votar en 2016, no llorar al día siguiente en que votaron muy poco y muy flojito y desde luego votaron menos que los antieuropeos y los eurófobos. Y la tercera: la Unión Europea ha conseguido mantener una estrategia unitaria que ha asegurado en primer lugar los derechos de los británicos en la Unión Europea y los derechos de los europeos cuando el Reino Unido, entre ellos 30.000 británicos que residen en Canarias y entre 6.000 y 8.000 canarios que residen en el Reino Unido. En segundo lugar, se preservó la unión aduanera y el mercado interior para asegurar que las exportaciones sensibles al Reino Unido no sufrieran, entre ellas, el tomate y el pepino canario y nuestro acervo comercial, que también ha sido preservado. Pero, en tercer lugar, hay que saber que el Reino Unido ha metido la pata hasta el corvejón. Y por tanto, ha venido patéticamente solicitando una prórroga tras otra porque sabe que se ha metido en un laberinto del que no sabe cómo salir. Prórroga tras prórroga lo que está pidiendo a la Unión Europea es ayuda para permanecer en la Unión Europea. Por tanto, tercera lección: no es fácil romper amarras con la Unión Europea y no veo la hora en que les ajustemos las cuentas a los irresponsables demagogos que, con mentiras y falacias, indujeron al Reino Unido a ese desastre del que ahora no sabe cómo salir pero que nos ha consumido mucha energía porque han sido dos años de negociación in extremis, agónica.

El auge de los nacionalismos y la eurofobia ha derivado en que la inmigración haya pasado a ser uno de los problemas más señalados por los europeos. ¿Cómo cree que se debe abordar este reto?

Hace falta un actor globalmente relevante como la Unión Europea para gestionar los flujos migratorios, los movimientos de personas, los desplazados que huyen de la persecución de nuestra vecindad torturada, tanto en Oriente Medio como en la costa noroccidental africana tan próxima a Canarias, y que lo hagamos de forma solidaria en el conjunto de la Unión. Es la única respuesta; cualquier otra está sencillamente abocada al fracaso. Europa tiene que cambiar su mirada a las migraciones y a los refugiados. Son dos hechos distintos, pero los dos hechos están ahí para quedarse. Ninguno puede ser reducido al cero absoluto, siempre han existido movimientos migratorios, y en la globalización son sencillamente incontenibles, lo que hace falta es afrontarlos de manera común. Es completamente falsa la demagogia de la extrema derecha que pretende que la inmigración es una amenaza que está fuera de control y que la culpa la tiene la Unión Europea. No es una amenaza. Sus cifras son perfectamente manejables por el conjunto de los Estados miembros, somos 28, algunos de los más ricos de la Tierra. Tan solo basta con que pongamos voluntad política de cumplir el derecho europeo en vigor. No está fuera de control, de hecho los retornos son más numerosos que los ingresos irregulares, pero presionan sobre todo a los países que tienen fronteras vulnerables próximas a esa vecindad torturada. Es el caso ahora de España como antes lo fue de Grecia y de Italia. Hace falta construir la respuesta europea y particularmente para los que huyen de la desesperación.

De su mano nació el visado humanitario de la Unión Europea.

Sí, por todas eso de lo que hablamos me he dejado la piel en la Comisión de Libertades, Justicia e Interior para que Europa ponga en vigor el visado humanitario, que es una posibilidad de que alguien que huye de la persecución pueda llegar a Europa sin perder la vida en el empeño. Y la de sus seres queridos, sencillamente tocando en la puerta de una embajada o consulado de cualquier Estado de la Unión Europea, o en una delegación de la Unión Europea y solicitar un visado humanitario que les permita llegar a Europa por la centésima parte del coste que tiene ponerse en manos de mafias que trafican con personas sin ningún escrúpulo, que les explotan, les violan un millón de veces antes de confinarles en un campo de concentración en Libia y liberarles solo a cambio de un cuantiosísimo rescate por el que queden endeudados de por vida para que intenten cruzar el Mediterráneo a ver si lo consiguen. Y sólo los que sobreviven pueden solicitar asilo o refugio en Europa. Es hora de cambiar esa tragedia con una respuesta europea que esté a la altura de nuestra promesa y, por supuesto, de nuestro derecho en vigor.

El cambio climático es uno de los factores que, además de las consecuencias ambientales, ya está provocando graves daños en esos países empobrecidos, y por lo tanto, más movimientos migratorios.

El cambio climático es desde hace tiempo uno de los ejemplos superlativos de la necesidad imperiosa de una Europa globalmente relevante porque ningún Estado miembro puede afrontar sus consecuencias por sí solo. Y mucho menos remando contra todos los demás. Hay actores disruptivos desvinculados por completo del derecho internacional acordado en Naciones Unidas y en la COP 21, que establece objetivos estratégicos que vienen a ser de obligado cumplimiento. Los socialistas europeos hemos empujado al alza para un cumplimiento efectivo, vinculante y más acelerado incluso del que plantea la Conferencia de París que llamamos COP 21 para incorporar energías renovables y reducir el calentamiento global. Pero hay actores como China, Rusia o Estados Unidos, particularmente este último con la Administración Trump, que están instalados en un negacionismo absolutamente contraproducente que conduce a la catástrofe, a menos que Europa sea capaz de hablarle de tú a tú a los Estados Unidos, a China y a Rusia. Y para empezar a detener la estrategia común que adelante los objetivos de incorporación de energías renovables con impuestos contra el CO2, ecotasas, impuestos ecológicos que garanticen que Europa está suficientemente armada en su arquitectura para prevenir las consecuencias del cambio climático e incorporación de energías renovables en las que Canarias estamos lamentablemente retrasados. El horizonte es muy desafiante pero es un ejemplo supremo de gran desafío -como los tecnológicos y los demográficos- a los que ningún Estado miembro puede hacer frente por sí solo. Y mucho menos convirtiéndose en un lastre contra todos los demás.

Hablando de Trump. Estas semanas la Unión Europea se enfrenta a otro desafío lanzado desde la Casa Blanca, contrario a una política común de defensa al tiempo que activo belicista.

La Unión Europea surgió de las enseñanzas de la devastación incuantificable de la Segunda Guerra Mundial. Y a partir de ahí, confiamos la defensa en una organización internacional del Tratado del Atlántico Norte y, sobre todo, en el paraguas protector de los Estados Unidos que eximió de inversiones en Defensa a un buen número de estados miembros. Y hace ya tiempo que en la Unión Europea somos muchos los que preguntamos en voz alta qué quiere ser la Unión Europea de mayor. ¿Eternamente dependiente de ese paraguas de los Estados Unidos cuando se ha convertido en menos confiable que nunca? ¿Con una administración Trump furtiva que incluso blasona de que la Unión Europea constituye una amenaza estratégica para sus propios intereses? Ya va siendo hora de que la Unión Europea sea capaz de construir también una acción estratégica concertada. Lo que se denomina una estrategia proporcionada de defensa. Y eso requiere que aquellos países que tienen mejor capacidad para hacerlo se pongan en común cuanto antes. España tiene que estar en ese núcleo director que significa también inversiones en investigación, en innovación en I+D+i y una industria proporcionada a las capacidades defensivas que necesitamos. Y los socialistas abogamos, sí, por la construcción de una política europea de seguridad exterior y de defensa común con un núcleo director y un consejo de seguridad europeo. Es el único modo de que Estados Unidos respete a la Unión Europea; China respete a la Unión Europea y Rusia respete la Unión Europea. Hay gente que pregunta ¿eso requiere aumentar las inversiones? La respuesta es no, requiere sencillamente ponerlas en común. Muy poca gente sabe que si la Unión Europea de 28 estados miembros sumase los esfuerzos defensivos de los 28 sería la segunda potencia en defensa del mundo después de Estados Unidos.

Hablemos de Canarias. ¿Están aprovechando las autoridades locales la posición de provilegio que se le reconoce en la Unión Europea?

España lleva 34 años en la Unión Europea, y con ella Canarias a bordo. Con los 2.200.000 canarios que somos en 2019 todos dentro. Ciudadanos canarios, españoles y, por tanto, ciudadanos europeos. Y es una lección sólida que Canarias es la única comunidad autónoma que está protegida por su nombre en el Derecho europeo, en la Constitución Europea artículo 3.4.9 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea, lo que significa dos cosas: que no solamente se puede exceptuar a Canarias del cumplimiento de leyes generales de la Unión Europea, sino que se pueden adoptar para Canarias leyes específicas que protejan su singularidad. Pero para eso hace falta una acción concertada de los eurodiputados residentes en regiones ultraperiféricas, entre los que me cuento, muy activos y coordinados con otros grupos parlamentarios, y de todas las administraciones y gobiernos implicados, también el Gobierno de Canarias, que debe ser buen cumplidor del Derecho europeo, que debe ser buen cumplidor del Derecho medioambiental europeo, de las directivas de la Reserva de la Biosfera de Natura 2.000, de todas las directivas y leyes europeas que protegen un medio ambiente particularmente sensible y su espacio marítimo protegido. Sólo así Canarias puede afirmar que, no solamente es receptáculo de ayudas especiales (algunas de ellas ayudas de Estado que como condición de región ultraperiférica están excepcionadas de las leyes generales de ayudas de Estado), sino también como plataforma de oportunidad en su mirada hacia América Latina, en su mirada hacia África, con una explosión demográfica sin precedentes en la historia requerida de una acción estratégica de la Unión Europea que bien puede pasar por Canarias. Pero para hacer valer esa oportunidad, lo primero y principal es decir la verdad ser serio y ser respetado como interlocutor en la Unión Europea.

¿Qué imagen está dando esta autonomía cuando acabamos de saber que el proyecto de macromuelle de Agaete, cuya obra ya está adjudicada, no cuenta con financiación europea a pesar de haberse sostenido así desde el principio por el Gobierno regional?

Hemos visto algunas infraestructuras europeas en Canarias financiadas con presupuesto europeo que no han cumplido sus objetivos y que han sido una gran decepción. Merece ser revisada la enorme inversión que se hizo en el puerto de Granadilla [Tenerife], claramente infrautilizado, semivacío, que significó un gran negocio para quienes recalificaron terrenos en su derredor, pero no ha resultado ninguna plataforma de oportunidad ni amejoramiento de la conectividad canaria con el exterior ni su abastecimiento. Creo que lo mismo cabe sospechar de ese macromuelle de Agaete [Gran Canaria], que no tiene ningún sentido ni medioambiental ni ecológico, pero tampoco con una infraestructura de conectividad de Canarias, que no sirve a ningún propósito reconocible. ¿Puede que haya algún interés no confesado, que haya alguien que aspire a hacer un negocio de obra pública cuando el Derecho europeo?

¿Está usted hablando del Gobierno de Coalición Canaria? Yo siempre he plantado cara ante un Gobierno de Canarias que dura demasiado, Coalición Canaria, 26 años, que ha priorizado siempre aquellas competencias autonómicas que son nicho de negocio: carreteras, sanidad privada en perjuicio de la pública… despreciando a aquellas competencias autonómicas a las que no logra hincarle el diente porque aún no ha encontrado el ángulo de tiro desde el que convertirlas en nicho de negocio. Desde luego la dependencia sería el ejemplo más señalado hasta la fecha, pero no el único.

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