Agaete: el valle de los prodigios
A la sombra de las parras, los cafetos florecen y maduran. No es un cultivo fácil; requiere de muchísimos mimos. Pero el ambiente ayuda a que esta planta, que sólo prospera en otros lugares del mundo tan distantes a éste como La India, el África subsahariana o los trópicos latinoamericanos, crezca fuerte y sana. Y aquí, en este valle de los prodigios, se produce el único café de Europa aunque frente a las costas de África. Una producción pequeña, eso sí, que apenas supera los 1.500 kilogramos al año. Pero el resultado es un producto exquisito que se encuentra entre los exclusivos cafés gourmet. El Café de Agaete es sólo uno de los muchos milagros que se producen en esta cuña de tierra que, desde el mar, avanza hacia las cumbres de la isla de Gran Canaria. El más notable nace de la feliz combinación de tierras fértiles y la singular orografía de la zona. Encerrado entre paredones de piedra que, en el caso del Pinar de Tamadaba, superan los 1.000 metros de altitud, la humedad que llega desde el Atlántico choca con las montañas y derrama su líquido preciado por peñas y quebradas creando un verdadero paraíso de verde.
Es éste un lugar fértil; uno de los que más en toda la isla. Algo que favoreció la vida desde siempre y que atrajo la atención de los hombres y mujeres desde que pusieron, por primera vez, el pie en las costas grancanarias. En el Maipés de Agaete (Dirección: C/Chapín sn, Agaete; Horario: M-D de 10.00 a 18.00; Tel: (+34) 928 171 177; Mail: museosyarqueologia@arqueocanarias.com) los primeros canarios dieron sepultura a sus muertos durante casi un milenio. Aprovechando una colada de lavas improductivas, crearon un espacio simbólico singular en el que rendir homenaje a sus muertos. Hasta el momento se han localizado unas 700 tumbas que van desde la sencilla cista excavada en el suelo a complicadas estructuras tumulares que, por su complejidad, debieron señalar la última morada de alguien importante. Hoy, es uno de los yacimientos visitables más importantes de la isla y una excelente excusa para aprender un poco más sobre los antiguos canarios (ver reportaje sobre destinos de muerte).
Y no es el único rastro de los ‘antiguos’ del valle. Las antiguas aldeas quedaron sepultadas bajo las poblaciones modernas, pero algunos lugares se conservaron casi intactos pese a los siglos. El camino que sube hacia el Pinar desde el coqueto caserío de San Pedro, valle arriba, pasa junto a Roque Bermejo. Allí, junto a un complejo sistema de andenes y canalizaciones de agua, los primeros dueños de la isla vaciaron, literalmente, una montaña y crearon una verdadera colmena que alterna antiguas cuevas vivienda y graneros en los que guardaron el grano que aún produce la zona. Es el Poblado de Visbique, o Virbique, como lo llaman los naturales. También hicieron lo mismo en El Hornillo, en la parte más alta del valle (Acceso: GC-231 desde El Sao). Aprovechando la fragilidad de la roca volcánica, los canarios crearon un espectacular pueblo de cuevas en un plano vertical que se comunica mediante andenes y espectaculares escaleras. Lo insólito del lugar es que aún hay gente; en pleno siglo XXI. Es uno de los espacios donde viven los últimos trogloditas de Gran Canaria.
Agua y tierra fértil. La importancia agrícola de la zona aún pesa. La carretera GC-231 recorre todo el valle desde la costa y muestra un paisaje marcado por las huertas y las terrazas de cultivo. Aquí crece casi de todo. Ya hablábamos del café; pero también destacan los frutales (con aguacates, mangos, cítricos…) y una asentada oferta vitivinícola que ya está dando sus primeros grandes frutos con bodegas como Los Berrazales (Acceso: GC-231 –Los Berrazales-; Tel: (+34) 928 898 154; E-mail: info@bodegalosberrazales.com) que ofrece la posibilidad de visitar sus instalaciones y degustar sus cada vez mejores vinos y cafés.
No es de extrañar que los colonos europeos, nada más finalizar la conquista, se fijaran en las bondades del valle e instalaran uno de los más importantes ingenios azucareros de la isla. Hoy, los arqueólogos se afanan en descubrir los secretos de una instalación que quedó sepultada por siglos de olvido. Y muy pronto se añadirá al listado de lugares imperdibles que hay que visitar. Lo que sí podemos ver es una de las consecuencias más notables del tráfico del oro blanco de principios del siglo XVI. El dinero del azúcar posibilitó, en Canarias, la construcción de iglesias, palacios, enormes fortunas familiares. Agaete no escaparía a esta fiebre mercantilista aunque los efectos fueron un poco más modestos.
La Ermita de Nuestra Señora de Las Nieves (Dirección: C/ Nuestra Sra de las Nieves sn; Tel: (+34) 928 554 382; Horario: LS 11.00 – 13.00 y D 9.00 – 11.00.) se encuentra en la costa; a pie de la Playa de las Nieves. El edificio es sencillo pero guarda uno de los mayores tesoros artísticos de Canarias; el Retablo de Las Nieves es una de las joyas del arte flamenco insular. Las maquetas de barcos que cuelgan de las paredes dan muestra de su carácter marinero. Desde el Muelle viejo se ven las mejores vistas sobre los acantilados que escalan hacia el Pinar de Tamadaba y el puerto aún es un centro de pesca tradicional de primer orden que tiene, como consecuencia más notable, una de las mejores ofertas gastronómicas de la isla. Venir a comer pescado fresco a Agaete es una de las rutinas de fin de semana más practicadas por los isleños.
Un pueblo de sabor mediterráneo
Y queda por visitar el pueblo. Las casitas blancas aferradas a la ladera es una de las imágenes más características de la isla. Cubos blancos apilados que suben por la montaña que recuerdan a los pueblos griegos. La cúpula roja y las torres de la Iglesia de la Concepción (Dirección: Plaza de la Constitución sn; Tel: (+34) 928 898 262) acentúan esta sensación. Un paseo por Agaete nos descubre una geografía urbana de pequeñas callejuelas, veredillas que suben y bajan y sorpresas como el Huerto de las Flores (Dirección: C/ Tenesor sn; Tel: (+34) 928 554 382; Horario: LD 554 382), un pequeño jardín botánico en el que, además, se puede degustar el famoso café local (Cafetería Huerto de las Flores), o el Museo de La Rama (Dirección: C/ Párroco Alonso Lujan, 5; Tel: (+34) 928 554 382) que hace un recorrido por la Fiesta de la Rama, uno de los hitos festivos más importantes de Canarias que convierte a la localidad en una auténtica locura cada cuatro de agosto. El Centro Cultural de la Villa (Dirección: C/ Concepción, 11) permite ver una de las casas más antiguas del pueblo puertas adentro; el uso virtuoso de la madera en techos, suelos y patios es una de las señas de identidad del edificio.
Cuando cae el sol, nada mejor que bajar a la costa y disfrutar de un atardecer único. Si tienes suerte y el tiempo acompaña el sol se hundirá en el mar silueteando en negro el perfil rotundo de la Isla de Tenerife. Las Piscinas Naturales de Las Salinas (Acceso: prolongación de Calle El Muelle) son un buen lugar para terminar la visita o empezarla si lo que se busca es un buen día de playa. En ambos casos, el mar es el protagonista. Un mar que se topa de bruces con los cantiles de una costa tan increíble que, por estos lugares, se la conoce como la cola del dragón. Cosa de magia.
COMER
Bar el Perola (Dirección: Tomas Morales, 9 –Agaete casco-) Un lugar mítico de Gran Canaria, muy sencillo pero con muy buenas tapas. Para comer de pie y compartir con los locales la idiosincrasia del lugar. Pepe ‘el Perola’ es todo un personaje. Imprescindibles la carne de cochino y el conejo frito.
La Botica (Dirección: C/ La Concepción, 15; Tel: (+34) 696 575 411 –Agaete casco-) Una sorpresa. Comida tradicional canaria con toques gourmet. Muy buena relación calidad precio.
El Puerto de Laguete (Dirección: Nuestra Señora de las Nieves, 9; Tel (+34) 928 554 001 –Puerto de Las Nieves-) Una de las mejores opciones para comer pescados frescos.