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Pocas veces hemos repetido titular en esta columna destinada a tratar los asuntos sobre nuestro patrimonio cultural. Lo hacemos porque ya avisamos hace año y medio (8 de julio de 2021), lo que podría suponer la lluvia de millones a través de transferencias de los fondos europeos destinados a la recuperación económica tras la grave crisis provocada por la epidemia del COVID. Fondos europeos que vendrán a través de planes de NextGenerationEU, plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, y un plan de eficacia en la Gobernanza.
Posteriormente, sabiendo de las ideas que pergeñaban nuestros gobernantes municipales alertábamos sobre la pretendida “lluvia de millones para el patrimonio cultural”, pues era así como vendían a través de la prensa los proyectos que presentaban: regeneración de miradores y jardines históricos de La Vega y los paseos de Sisebuto y Recaredo, “con el objetivo de potenciar los espacios verdes y parques de la ciudad, creando una ciudad más sostenible, eficiente y respetuosa con el medio ambiente, en definitiva, una ciudad del siglo XXI”. Lo adobaban añadiendo: “Hemos presentado un proyecto de rehabilitación de espacios para el disfrute de los toledanos y de las toledanas, y también del turismo, una especie de triángulo para embellecer y rehabilitar estas zonas verdes tan importantes”.
Definitivamente, y viendo los diseños virtuales se ha optado, como en Villar del Río por “la fuente de chorritos de colores”. Un gasto no sólo inútil e innecesario, sino también -esperemos que así lo diga la Consejería de Cultura-, un atentado contra el entorno patrimonial de la ciudad de Toledo, declarada patrimonio cultural de la humanidad. Nos recuerda a otras ocurrencias arquitectónicas perpetradas en otros momentos sobre conjuntos históricos de nuestra región convertidos en fiascos para sus promotores y diseñadores. Sin ir muy lejos, los conquenses bien escarmentados están con el “bosque de acero” o los toledanos con el centro de recepción de turistas.
Se nos dirá que las setas de la Encarnación en Sevilla ha sido un éxito para el turismo de la ciudad hispalense. Y, nos preguntamos, ¿merece el patrimonio ese pulso/contraste urbanístico y arquitectónico? ¿los 100 millones de euros pueden tener otros motivos de inversión en la ciudad andaluza? ¿se barajaron otras alternativas?
Creemos que los jardines de la Vega Alta con su trazado original, la “Casa de Corcho” y los quioscos, sus especies vegetales o su uso recreativo, son razones suficientes para su correcta conservación. El ayuntamiento debería cuidar de su óptimo mantenimiento, y preocuparse por dotarlos de actividades musicales y de ocio de calidad.
El proyecto del mirador sustituirá a unas vistas que ya se obtienen desde la plataforma natural. Y, al contrario, supondrá un obstáculo para la observación del perfil del casco histórico desde el suelo de vega, y del paisaje de éstas desde lo alto de la ciudad. Disminuirá la superficie terriza, evitando transpiración, y, nos tememos que la falta de cuidado facilitará en un futuro la acumulación de grafitis, basura y malos olores. Para el disfrute del jardín y de sus vistas no son necesarios artificios, ni “ayudar” a los usuarios a percibir los matices de la naturaleza en sus colores, olores y sonidos mediante plataformas de hormigón o diseños estridentes, solamente eso: naturaleza, aunque sea ajardinada.
Por último, indicar que el coste de la inversión (en la que no vemos, por cierto, ninguna innovación ni “resiliencia”), podría destinarse a un plan de gobernanza, ahora sí, sobre el patrimonio: tener “monitorizados” todos los bienes culturales de la ciudad para su correcta conservación, gestión y puesta en valor: las murallas de la ciudad (incluida la torre Alfarach), las ruinas arqueológicas (baños árabes de las Tenerías, molinos, batanes y fábricas de luz sobre el Tajo, baño de la Cava, Circo romano y, ¡ay!, la Sinagoga del Sofer), el edificio de la Alhóndiga o la Casa de las Cadenas. O para hacer un plan integral sobre accesibilidad y movilidad en el Casco Histórico de nuestra ciudad.
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